Reunión social en las oficinas de un colegio

Kara Ema:

El otro día —el martes— caminé quince kilómetros, lo cual es un orden de magnitud más del promedio diario que venía haciendo durante todo el mes de enero. Se sintió súper bien volver a hacer una caminata larga.

Hoy también hice una cosa que hacía bastante que no hacía, y me di cuenta de lo mucho que la estaba necesitando. Mantuve una conversación cara a cara con otras personas. La misma terminó durando más de dos horas y fue casi toda en japonés, lo cual me vino genial para practicar.


Resulta que desde hace varios meses que he estado intercambiando correos electrónicos con una mujer muy simpática, argentina —llamémosla Martina—, que está viviendo en Fukuoka desde hace unos años y trabajando para un colegio secundario.

La razón por la que empecé a hablar con ella fue porque en una época había estado investigando para hacer un voluntariado en un colegio, que es como empezó ella también allí: como voluntaria—luego terminó siendo empleada y ahora está viviendo en Japón gracias a una visa de trabajo que le otorga la sociedad dueña del colegio.

Lamentablemente el colegio no está aceptando voluntarios presenciales actualmente, por eso es que nunca terminé yendo. Pero cuando le conté a Martina que iba a estar viviendo en Fukuoka, me dijo que cuando quisiera podía pasar a visitarla en su oficina—así que eso fue lo que hice hoy.

Me habría gustado que la reunión fuese en el colegio en lugar de en una oficina, dado que siempre quise conocer un colegio japonés por dentro (después de haberlos visto miles de veces en un montón de animés), y esta habría sido la oportunidad perfecta para poder hacerlo. Pero había un pequeño problema: el colegio quedaba en Yakushima, una pequeña isla a 400 kilómetros al sur de Fukuoka.

Así que terminé quedando en reunirme con Martina y sus compañeros de trabajo en sus oficinas en Tenjin hoy —jueves 2 de febrero— a las 15:00.

Más o menos una hora antes llegué a Nakasu (el barrio al lado de Tenjin), donde fui a un restorán llamado Matsunoya y me pedí para almorzar un chicken katsu con queso (intenta decir eso diez veces rápido).

A las tres menos cinco estaba saliendo del restorán y tratando de apurarme en llegar al edificio donde estaba la oficina para no llegar tarde.

A las 14:59 recibí un mensaje en LINE de un compañero de Martina, preguntándome si había podido encontrar el edificio o si necesitaba ayuda. Le dije que sí, que ya estaba subiendo por el ascensor.

Apenas salí del ascensor me recibieron con un «hola» (en español) y me llevaron hasta la puerta de la oficina. Me hicieron cambiarme las zapatillas por zapatos de interior, y luego me invitaron a pasar adentro y a sentarme para arrancar la charla.

En total éramos cuatro: Martina, dos de sus colegas (un hombre y una mujer), y yo. Los tres me parecieron increíblemente simpáticos y divertidos. De hecho tanto es así, que me sorprendí de mí mismo con lo poco que me costó soltarme y hablar distendidamente enfrente de personas que hasta hacía dos minutos atrás no conocía, sobre todo considerando el hecho de que lo estaba haciendo en un idioma el cual normalmente no me siento cómodo utilizando, dado que aún estoy lejos de poder decir que lo domino a la perfección.

Hablamos de tantas cosas que me resulta imposible recordar todo como para poder hacerte un resumen. Pero aquí van algunas de las cosas que recuerdo que me contaron:

  • Tienen una granja ubicada cerca del colegio, donde los alumnos a veces van a ayudar.
  • Tienen dormitorios en el colegio que los alumnos utilizan para quedarse a dormir ahí.
  • Organizan intercambios culturales entre los alumnos y personas de otros países y culturas (Martina es la encargada de hacer esto).
  • Realizan viajes escolares con los alumnos a varias prefecturas de Kyūshū.
  • Yakushima es una isla repleta de áreas de naturaleza y bosque, así que es común que los alumnos vayan a hacer excursiones allí.
  • El colegio tiene una metodología especial distinta de los colegios tradicionales.

La forma en que funciona este colegio es algo particular; diferente de los institutos convencionales (lo que no necesariamente significa mejor o peor). A este tipo de colegios en Japón se lo conoce con el nombre de 通信制高校 (tsūshinsei kōkō; colegio secundario por correspondencia).

Los institutos por correspondencia son institutos en los que los alumnos estudian por correspondencia. Si se cumplen los requisitos de graduación, los alumnos pueden obtener el título de bachillerato de la misma forma que los de los institutos ordinarios y a tiempo completo.

Las principales diferencias con los institutos a tiempo completo y los institutos ordinarios son que los alumnos no tienen que asistir a clase todos los días, el sistema escolar se basa en créditos en lugar de en un sistema de calificaciones y no hay periodo de retención.

Zubatto

En base a lo que estuve leyendo en este artículo súper detallado de cómo funcionan estos colegios, las diferencias más importantes son las siguientes:

  • Los alumnos estudian desde su casa la mayor parte del tiempo.
  • Pueden estudiar a su propio ritmo. No están obligados a seguir el mismo ritmo de la clase o el que el colegio les impone.
  • Se autogestionan. Todo se deja en manos de ellos.
  • La evaluación de los alumnos se realiza de tres maneras: mediante informes que los alumnos hacen en sus casas y envían al colegio, mediante un período anual de «escolarización» (es decir, el período en que los alumnos tienen que estar presentes en el colegio), y mediante exámenes.
  • Si los alumnos aprueban los exámenes obtienen créditos, los cuales les van a servir para poder graduarse. Si no aprueban simplemente se vuelven a presentar las veces que sea necesario.
  • No hay retención. Es decir, no existe el concepto de «repetir un año».

Me pareció súper interesante escuchar sobre este tipo de colegios dado que no los conocía hasta ahora. Creo que son una excelente alternativa a la educación tradicional, aunque como todo en la vida tienen tanto ventajas como desventajas en comparación con los colegios convencionales. A fin de cuentas va a depender de cada alumno cuál de los dos tipos se ajusta más a sus intereses y objetivos.

A las 17:30, tras haber estado charlando animadamente con estas personas durante dos horas y media, finalmente les agradecí por haberme invitado a conocer sus oficinas y me despedí con un «adiós».

Igual más que un «adiós» es un «hasta luego», dado que me invitaron a cenar con ellos el próximo lunes, donde me dijeron que va a ver otra persona más de Alemania, quien nos va a cocinar Kartoffelpüree y Schnitzel, o en criollo: milanesas con puré, básicamente.

Ame,
Kato