Kara Ema:
El sábado salí de casa a las 13:30 y me fui a tomar un metro hasta el centro.
Ayer ya te estuve contando algunas diferencias entre el metro de Madrid y el de Tokio, pero aquí hay algunas más que noté:
- En Madrid puedes encontrar gente cantando y pidiendo limosna, cosa que en Japón nunca vas a ver.
- Las puertas del metro de Madrid no se abren automáticamente sino que hay que tocar un botón.
- No hay un espacio designado arriba de las asientos para guardar cosas. Si llevas una maleta o una mochila no te queda otra que ponerla en el piso enfrente o debajo de ti.
- La gente no suele colgarse la mochila por delante como lo hacen los japoneses cuando los trenes van llenos, cosa de no molestar a los demás.
- No hay puertas entre vagones, lo cual te permite pasar fácilmente de un vagón a otro.
- En las estaciones hay terminales para cargar la batería de tus dispositivos electrónicos.
- Las sillas del metro de Madrid son de plástico, mientras que las de Tokio están tapizadas y cuando hace frío se calefaccionan.
- Estás obligado a comprar una tarjeta de transporte para usar el metro de Madrid, dado que los molinetes no aceptan billetes de papel.
- En el metro de Tokio debes pasar tu tarjeta por los molinetes tanto en la estación donde entras como en la que sales. En Madrid solo la pasas cuando entras.
- La tarjeta de transporte de Madrid no se recarga con dinero sino con viajes de una estación determinada a otra.
- No hay muchas cosas en las estaciones más que los metros, las vías, escaleras mecánicas y ascensores. Mientras tanto, en las estaciones tokiotas también hay varias tiendas de comida y aseos públicos.
- Los trenes tokiotas son mucho más silenciosos que los madrileños. No me refiero al ruido de los trenes en sí sino al que hace la gente. Todos intentan hacer el mínimo ruido posible (e.g. no haciendo o atendiendo llamadas telefónicas, poniendo el móvil en silencio, etc.) para no molestar a los demás.
Mi primera parada en Madrid fue en un restorán llamado Tequeño Mucho, que vendía tequeños de un montón de gustos diferentes. Así que para almorzar me pedí seis tequeños de:
- Bacon y queso
- Pizza
- Queso cheddar
- Queso mozzarella
- Carne con chile picante
- Dulce de leche
Cuando terminé de almorzar me fui a por mi postre en Mistura, una heladería madrileña. Para llegar allí tuve que atravesar la Plaza Mayor.
Creo que no exagero si te digo que el helado que comí en Mistura fue el más rico que he probado en toda mi vida. Consistió en una mezcla de:
- Helado de caramelo y flor de sal
- Helado de dulce de leche
- Sirope de arce
- Dulce de leche natural
Es decir, todo lo que engorda está bien.
El caramelo es relativamente común de encontrar en Japón, pero no el caramelo salado, que en mi opinión es aún más rico que el caramelo común. Y el dulce de leche es prácticamente imposible de hallar en Japón. Así que te imaginarás lo contento que estoy de verlo en todos lados aquí en Madrid.
Tengo una teoría sobre por qué el dulce de leche es tan común de ver en Madrid. Es que hay muchísimos inmigrantes argentinos aquí. No he parado de cruzarme con argentinos en la calle. Es muy fácil darse cuenta por el distinguido acento. Muchos son turistas, pero apuesto a que hay una buena cantidad viviendo también.
Más tarde pasé por la Puerta del Sol, una plaza que vendría a ser como el corazón de Madrid.
A las 16:00 estaba caminando por Gran Vía pensando en qué podía hacer o a dónde podía ir. Se acababa de largar a llover. Por suerte yo ya pensaba que eso podría llegar a pasar —había estado lluvioso toda la semana— así que me había ido preparado con mi paraguas.
Como estaba lloviendo, se me ocurrió que sería buena idea visitar un centro comercial madrileño, para ver cómo son y cómo se comparan con los centros comerciales japoneses. Al parecer hay muchísima menos cantidad de centros comerciales en Madrid comparado con los que hay en Tokio. Y cuando digo muchísima hablo de al menos un orden de magnitud menos.
Vi que había uno cerca de donde estaba llamado El Corte Inglés, así que me dirigí hacia ahí. Tenía diez pisos y tres subsuelos, es decir que por lo menos en cuanto a cantidad de pisos se refiere, era similar a los que se pueden hallar en Japón. Pero las similitudes acababan allí.
Los subsuelos no los visité, dado que solo consistían en espacios de estacionamiento y un supermercado. La planta baja (piso 0) solo tenía una tienda de Samsung. El primer piso tenía tiendas de óptica, tabaco, y seguros. Hasta aquí nada interesante.
El segundo piso también lo pasé rápido; tenía artículos de informática, fotografía y telefonía. En el tercer piso había una librería que atrajo mi atención. Instintivamente me puse a buscar la sección de manga, dado que eso es lo que solía hacer cada vez que pasaba por una librería en Japón. Me sorprendió descubrir que había una sección de manga, aunque era mucho más pequeña que las japonesas.
En el cuarto piso había una juguetería, que tenía toda una sección de Harry Potter. Es increíble como a pesar de haber pasado más de diez años desde el estreno de la última película, la saga de Harry Potter sigue más viva que nunca, gozando de una gran popularidad en todas las generaciones.
Las siguientes plantas tenían cosas que no me interesaban (colchones, electrodomésticos, decoraciones, muebles, etc.) así que los pasé rápido y me fui a ver el último piso, el noveno, donde había un patio de comidas.
Había demasiada gente. Los ascensores eran grandes y así y todo iban llenos. Los aseos estaban todos ocupados y había fila, tanto en el de mujeres como el de hombres.
No te puedo explicar lo que echo de menos los aseos públicos japoneses. Son miles de veces superiores a los europeos en un montón de cosas:
- Limpios. Jamás vas a ver un grafiti en las paredes de un aseo japonés.
- Ubicuos. Nunca estás a más de tres cuadras de un aseo en Japón.
- Gratuitos. Nunca te van a cobrar para entrar a un baño público en Japón.
- Espaciosos. Es muy raro que tengas que hacer fila dado que hay suficientes inodoros.
- Bien mantenidos. Al aseo que usé en el centro comercial de El Corte Inglés no le andaba la traba de la puerta, con lo cual tenía que estar manteniéndola cerrada con el pie. Esto en Japón jamás me pasó.
- Modernos. La mayoría de los inodoros en los aseos japoneses tienen una botonera con un montón de funciones, como bidé y camuflaje de ruidos.
A las 17:00 me fui de vuelta a caminar por Gran Vía hasta llegar a Plaza de España.
Me quedé ahí unos minutos pensando qué hacer después. Descubrí que no muy lejos había otro centro comercial más, llamado Príncipe Pío, así que allí fui.
Tenía tres plantas; en las primeras dos había comercios de todo tipo, y en la de arriba había un patio de comidas y unos cines. En el patio de comidas había un Taco Bell, donde a las 19:00 me pedí una Bacon Cheesy Quesadilla.
Sí, lo sé: mi dieta ha pasado de ser relativamente sana a no exactamente sana desde que me fui de Japón. Pero es que en Europa hay tantas cosas ricas que me cuesta resistirme.
A las 20:00 me fui a la calle de vuelta.
A las 20:30 llegué a un bar llamado Tupperware, en el barrio de Malasaña. Me había inscrito a un evento social de intercambio en este bar.
Aquí conocí a un argentino, un francés, un brasileño, una colombiana, una rusa, una estadounidense, un alemán, y varias personas más de distintos países.
Me quedé un par de horas charlando con ellos mientras bebía unas cañas baratas.
A las 23:00 pasadas decidí irme a tomar el metro para casa.
Ame,
Kato
Bien marcadas las diferencias