Kara Ema:
El miércoles a la noche llegué a Zúrich, Suiza, ciudad famosa por ser la más cara del mundo y una de las con mayor calidad de vida.
A las 19:30 llegué a la estación central de Basilea, un punto intermedio en mi viaje donde tuve que cambiar de tren.
Tan pronto como llegué me fui a un Migros, donde me compré un Börek mit Kartoffeln y un Coquerli im Blätterteig. No tenía idea de qué era ninguna de estas cosas y tampoco podía traducir sus nombres —lo único que sabía es que «Kartoffeln» significa patatas—, pero se veían bien y tenía hambre.
El Coquerli resultó ser una salchicha envuelta en hojaldre. Estuvo rica, pero no es nada que no haya probado antes. El Börek, por el contrario, estuvo increíble. Creo que era puré de patatas envuelto en esa masa tipo hojaldre, con forma de remolino.
A las 21:00 llegué a Zürich Hauptbahnhof, desde donde me tomé un S-Bahn hasta Wiedikon, el distrito zuriqués donde estaba mi hotel.
Cuando llegué a Wiedikon y mientras caminaba hacia el hotel noté que había varias intersecciones con aceras continuas. Por ejemplo esta, que al parecer había sido reconstruida para utilizar el concepto de acera continua neerlandés:
A las 21:30 llegué al hotel, que más que un hotel era un edificio residencial con pequeños apartamentos.
El jueves a las 8:30 dejé el apartamento y me tomé un tranvía hasta Altstadt, el centro histórico de Zúrich.
A las 9:00 me fui a un Starbucks, donde me quedé todo el resto de la mañana desayunando mientras te escribía lo que hice en Estrasburgo.
Me pedí un Frappuccino de caramelo de tamaño venti (el más grande), un New-York style cheesecake, y un pain au chocolat. Creo que nunca en mi vida pagué tanto por un desayuno—casi 20 euros, que es el doble de mi presupuesto para los almuerzos.
A las 12:30 me fui del Starbucks y salí a recorrer el centro.
Una cosa peculiar que noté sobre los semáforos peatonales suizos es que tienen tres estados de colores distintos: verde, amarillo y rojo, como suelen tener los semáforos vehiculares.
Mi primera parada fue el Landesmuseum, el Museo Nacional de Zúrich. Como siempre no entré sino que solo pasé por afuera, dado que solo me quedaba una jornada en la ciudad.
Frente al museo estaba la estación central, así que entré a pasear un poco por ahí. Creo que fue la primera vez desde que volví a Europa que estuve en una estación ferroviaria europea no con apuro para tomar un tren sino tranquilo para deambular y ver las tiendas que había.
No sé si es porque no había prestado atención antes o qué, pero esta es la primera vez que noto una estación ferroviaria europea haciendo lo mismo que la mayoría de las estaciones principales de Japón: poner decenas de tiendas y centros comerciales en o bajo la estación.
Descubrí que había una tienda de Läderach, reputada de ser fabricante de unos de los mejores (léase más ricos, pero también más caros) chocolates suizos.
Läderach es un fabricante suizo de chocolate y confitería con sede en Ennenda (Glaris). Fue fundada en 1962 en Glaris por Rudolf Läderach (1929-2013). Su patente del proceso de fabricación de trufas de chocolate huecas y listas para usar revolucionó la industria del chocolate fino. En 2004, Läderach decidió entrar en el mercado de consumo adquiriendo Merkur Confiserie AG, un minorista de chocolate bien establecido. En 2012, la empresa se integró aún más verticalmente hacia los consumidores finales al abrir su primera fábrica en Bilten, en la región de los Alpes. En 2020, Läderach cuenta con 100 tiendas en 35 países.
Wikipedia
Ya que estaba en la estación decidí tomarme un tren hasta la siguiente estación al oeste, Hardbrücke.
No había mucho para ver allí, más que quizás un parque donde había varios bancos para sentarse y juegos para que los niños jugaran.
Viendo un mapa del centro de Zúrich noté que prácticamente no tiene zonas verdes ni parques, así que fue bueno encontrarme con este. Decidí quedarme allí en unos de los bancos que había para trabajar un rato.
A las 14:00 estaba de vuelta en Altstadt.
Mi primera parada en Altstadt fue Lindenhof, una especie de plaza en altura con agradables vistas al río Limmat y al casco antiguo.
Mi siguiente parada fue St. Peter, una de las iglesias principales de Altstadt.
Luego tomé la Bahnhofstrasse y pasé por Paradeplatz.
Bahnhofstrasse es la calle más importante del centro de Zúrich y una de las calles de tiendas más caras y exclusivas del mundo. En 2011, un estudio clasificó a Bahnhofstrasse la calle más cara de Europa para los comercios, y la tercera más cara del mundo.
[…]
Paradeplatz, una de las plazas más importantes de Suiza, se sitúa cerca del final de Bahnhofstrasse, cerca del Lago Zúrich. Los dos mayores bancos de Suiza, UBS y Credit Suisse, tienen su sede en esta plaza. Paradeplatz también es conocida por la tienda de chocolate y cafetería, Confiserie Sprüngli.
Wikipedia
Es interesante cómo en Zúrich muchos de los conjuntos fuente-escultura como este de la última foto, también funcionan como bebederos dado que expulsan un flujo continuo de agua potable.
Después pasé por Fraumünster y por Grossmünster, dos iglesias principales más.
A las 15:00 fui a un restorán llamado Raclette Factory, donde me pedí una raclette Alpöhi, con queso y puré de patatas.
Raclette es un plato suizo, también muy popular en Saboya, Francia, que se basa en calentar queso sobre una plancha y luego retirarlo (rascarlo), una vez se ha derretido. No se debe confundir con el raclette du Valais, un queso suizo comercializado especialmente para preparar este plato.
Wikipedia
Como fanático número uno del queso te imaginarás que me volví loco con este plato. Suiza tiene todo lo que está bien: chocolate y queso.
Algo gracioso: este plato no fue exactamente barato (17 euros); así y todo me terminó saliendo más barato que el Starbucks de la mañana.
A las 16:15 me metí en ShopVille —el centro comercial bajo la estación central— de vuelta para ir a comprarme algo para comer a la noche. Cinco cosas me compré en Migros y acabé gastando 16 euros.
Una hora más tarde me tomé el tren hacia mi siguiente destino, desde donde te estoy escribiendo esto.
Ame,
Kato
Visita fugaz!