Busan – Día 8: partida

Kara Ema:

Hoy —sábado— me toca despedirme tanto de Busan como de Corea del Sur.

Hoy tenía que dejar el hotel temprano durante la mañana y tenía el vuelo a mi siguiente destino tarde durante la noche, así que decidí pasar la jornada entera en el aeropuerto.


A las 10:30 dejé el hotel y me fui a tomar el metro hacia el aeropuerto.

Tuve que hacer dos correspondencias. El último tramo ya no formaba parte de la red de metros de Busan sino que era un tren de tránsito rápido ligero (LRT) que pasaba por un nivel elevado.

Tren de tránsito rápido ligero hacia el aeropuerto (Busan–Gimhae Light Rail Transit)

A las 11:30 llegué al Aeropuerto Internacional de Gimhae.

En el 1F había unos coreanos que me vieron cara de extranjero y me pararon para saludarme, obsequiarme cosas y hacerme una encuesta, como parte del programa Korea Welcome Week. Dado que tenía tiempo decidí participar.

Me encanta que el eslogan de la campaña sea «Ride the Korean wave» (Monta la ola coreana). Fueron superastutos con eso.

Ola coreana (en hangul, 한류; en hanja, 韓流) es un neologismo que hace referencia al aumento de la popularidad a nivel global de la cultura contemporánea de Corea del Sur desde mediados de la década de 1990, impulsada por las exportaciones de música y series de televisión de producciones originales en idioma coreano, inicialmente a países del Este y Sudeste Asiático, pero posteriormente propagándose a otros continentes en diversos medios, formando parte de la globalización.

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Primero me hicieron jugar al Ddakji, el tradicional juego coreano que aparece en la serie El juego del calamar. ¡Gané en el segundo intento!

Ddakji

Luego me dieron una tableta donde tenía que completar una breve encuesta, incluyendo preguntas como «¿Los coreanos te parece que son simpáticos?» y opciones como «Mucho», «Bastante», «Más o menos», «Poco» y «Nada».

Finalmente me ofrecieron hacerme una foto con un sombrero tradicional coreano y me regalaron una bolsa tradicional coreana con varias cosas, incluyendo uno de esos adaptadores universales que me viene súper bien para mis viajes.

El 2F era donde estaban los mostradores para hacer el check-in. Aún faltaban muchas horas para mi vuelo —ni siquiera aparecía en las pantallas todavía— así que me salteé ese piso y mi fui al 3F, donde estaban los lugares para comer.

Vi que había una cafetería llamada Ediya Coffee, que tenía una mesa con toma de corriente para conectar dispositivos, así que decidí pedirme un Dalgona Latte e instalarme ahí un rato con mi computadora.

Dalgona Latte de Ediya Coffee

Más tarde, a las 14:00, pasé por un patio de comidas donde había tres restoranes, los cuales ofrecían sendas comidas china, japonesa y coreana.

Opté por la comida china y me pedí unos jiaozi (gyoza) fritos.

Jiaozi fritos

Más tarde aún, a las 17:30, volví al patio de comidas pero esta vez elegí la comida japonesa y me pedí un plato de udon con una brocheta de fishcakes.

Udon con fishcackes

Si te estás preguntando cómo es posible que en mi último día en Corea decida comer platos chinos y japoneses en lugar de K-food, la respuesta es simple: no quería tener que lidiar con el banchan de vuelta. Además, la realidad es que la comida coreana no me gusta tanto en comparación con la china y la japonesa. Salvo el tteokbokki, que es lo más.

A las 18:30 hice el check-in y las 19:00 pasé por seguridad.

Zona de embarque tras pasar por seguridad

A las 21:00 pasadas embarqué y media hora más tarde el avión despegó.

Durante el vuelo no pude dormir dado que estaba demasiado ansioso por mi viaje a las Filipinas. Así que me entretuve leyendo un capítulo de Neuromante y viendo la película Milagro en la celda 7.

Solo a mí se me da por ponerme a ver las películas más tristes en lugares públicos. Ya lo había hecho una vez en un tren francés, donde me puse a ver el documental de la trágica historia de los Kowalski (Take Care of Maya), y obviamente terminé llorando. Lo mismo me pasó aquí con Milagro en la celda 7. Sabía que iba a ser triste, que iba a terminar mal y que me iba a hacer llorar. Aún así decidí verla igual.

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Algunas de las partes más emotivas de la peli
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La parte en que los niños cantan para los reclusos

Llegué al Aeropuerto Internacional de Mactán-Cebú cerca de la una de la mañana.

A pesar de ser tan tarde (¿o tan temprano?), el aeropuerto estaba lleno de gente. La gran mayoría parecían ser familias coreanas, casi todas con niños pequeños, que seguramente se habrían ido de vacaciones por el Chuseok. Yo era uno de los pocos con rasgos occidentales.

Lo primero que hice fue ir a recuperar la tarjeta SIM que había pedido por Internet para tener datos en mi móvil. Comparado con lo que había pagado por mi tarjeta SIM en Corea del Sur, esta me salió unas cuatro veces más barata.

Luego pasé por un ATM para extraer dinero en efectivo —pesos filipinos (₱)—, que iba a necesitar para pagar el taxi.

Dada la hora que era la única forma de ir desde el aeropuerto a la ciudad que tenía disponible era taxi, así que me pedí uno.

A las 3:00 llegué al hotel, hice el check-in, subí a la habitación y me fui directo a la cama.


Toda esta semana estaré en Cebú, ciudad de las Filipinas.

Cebú (en cebuano: Sugbo) es una ciudad filipina situada en la costa oriental de la isla de Cebú, en la región de Bisayas Centrales. […] Cebú es, tras Manila, el centro económico y mercantil más importante de las Filipinas. Cuenta con numerosos parques empresariales, distrito de negocios, universidades, colegios, hospitales y otros servicios. Por otra parte, en sus proximidades se halla la isla de Mactán, que acoge un nutrido turismo.

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Filipinas es solo el primero de los países que estaré visitando en mi tour por el Sudeste Asiático.

Mabuhay!

Ame,
Kato