Kara Ema:
El jueves salí del hotel a las 9:00 y me fui caminando hasta el parque Paco.
El Parque Paco (originalmente denominado Cementerio General de Dilao) es un jardín recreativo y fue en su día el cementerio municipal de Manila, construido por los dominicos durante el periodo colonial español. Está situado en la calle General Luna y en el extremo este de la calle Padre Faura en Paco, Manila, Filipinas.
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Había varios gatos deambulando por el parque. Cuando le di atención a uno de repente se aparecieron tres más, todos seguramente en busca desesperada de caricias y comida.
Mi siguiente parada fue Robinsons Manila, un gran centro comercial en una de las partes más céntricas de Manila, cerca del parque Paco y del parque Rizal.
Robinsons Manila es un gran centro comercial situado en Ermita, Manila, Filipinas. Es el mayor centro comercial Robinsons jamás construido. Robinsons Manila está situado junto a la Universidad de Filipinas Manila y el Hospital General de Filipinas, y está construido en el emplazamiento del antiguo campus del Ateneo de Manila antes de que se trasladara a Loyola Heights, Quezon City. La primera gran ampliación del centro comercial se produjo con la apertura del ala Padre Faura en junio de 2000. El centro comercial se amplió aún más en 2006, cuando se demolió el cercano Hotel Midtown para construir el ala Midtown y las residencias Adriatico Place.
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Este centro comercial abría a las 10:00, y yo llegué a la puerta a las 9:55, así que tuve que esperar cinco minutos junto con un montón de gente que también estaba haciendo lo mismo.
Los centros comerciales filipinos son increíbles, no solo por la cantidad que hay y lo grandes que son, sino también porque siempre tienen supermercados enormes y un sinfín de tiendas de comida de cadenas reconocidas de distintos países—sobre todo de Estados Unidos, pero también he visto varias de Japón, como:
En Yoshinoya me pedí una porción de gyudon y cuatro gyoza para llevar y a las 11:00 me fui del centro comercial. Me habría gustado quedarme a recorrerlo un poco más, pero tenía que estar en otro sitio.
Me tomé el LRT hasta 5th Ave, donde me pasó a buscar el chofer de Mark para llevarme a la escuela, al igual que el día anterior. Sería mi segunda jornada como voluntario de la fundación Mithi.
Este día me tocaba enseñar al otro grupo —llamado tutorial—, el de los más grandes, de 7 a 13 años (rango estimativo).
Almorcé con los profes y a las 13:00 empezaron a llegar los niños, así que me fui para el aula donde iba a estar ayudándoles.
Todos me saludaban con una enorme sonrisa y con gestos con la mano. Las sonrisas constantes que recibía de estos niños cada vez que cruzábamos nuestras miradas, hicieron que el tiempo que estuve ahí como voluntario mereciera la pena. No necesité más compensación que esa; no había para mí compensación más valiosa que esa.
En esta aula también se aplicaba Montessori, con lo cual la idea era que los niños fuesen lo más autodidactas posible, e incluso cuando se les ayudara, no se les diera directamente la solución sino que se les ayudara a llegar a ella por sus propios métodos.
Las dos actividades principales que los niños hacían aquí eran matemáticas (aritmética básica) e inglés (fonética y ortografía). A veces también practicaban tagalo, pero ahí ya ni yo ni las alemanas podíamos ayudar.
La forma en que trabajaban era la siguiente. Primero se dividía la clase y algunos niños se iban a sentar en los bancos con sus cuadernos para hacer ejercicios de aritmética (adición, substracción, multiplicación). A medida que terminaban los ejercicios llamaban a alguno de los profes para que les marcara con un bolígrafo rojo cuáles habían hecho bien y cuáles mal. Los que habían hecho mal tenían que intentar hacerlos de vuelta por su cuenta.
Noté que algunos niños usaban las manos para contar, y una en particular lo hacía de una forma muy peculiar. Posicionaba sus manos juntas con sus dedos entrelazados (como si estuviese rezando), y empezaba a levantar los dedos uno por uno, arrancando por el meñique de la mano derecha, luego el meñique de la izquierda, luego el anular derecho, el anular izquierdo, y así siguiendo hasta los pulgares.
El resto de los niños se sentaba en el piso con un alfabeto movible, el cual podían utilizar para armar palabras. Los profes les dábamos imágenes de distintos objetos y animales, y los niños tenían que intentar escribir qué era cada cosa (en inglés) utilizando el alfabeto. A veces no sabían cómo se decía algo de lo que estaba en las imágenes así que nos preguntaban a uno de nosotros.
Era fascinante ver cómo los niños se las ingeniaban para escribir una palabra que nunca habían visto escrita, solo con la información sonora que recibían de los profes, y llegaban a cosas como «sox» en vez de «socks».
Yo intenté hacer mi enseñanza lo más didáctica posible para que entendieran bien y se acordaran de las cosas que aprendían, diciéndoles por ejemplo que el fonema «ph» en inglés siempre suena como «ffff», y que dos letras «o» juntas suenan como «u». Me di cuenta de que no sabían la diferencia entre vocales y consonantes, dado que varias veces les dije cosas como «En esta palabra te está faltando una vocal en el medio de estas dos letras. ¿Cuál crees que puede ser?», y agarraban cualquier cosa menos una vocal.
Algunos niños apenas sabían leer, así que uno de los profesores les señalaba distintas palabras escritas en tagalo en una pizarra, para que ellos repitieran y recordaran cómo sonaba cada fonema.
Una de las niñas me dio un corto pero sentido abrazo antes de irse del aula cuando terminó la clase. Me habría gustado devolvérselo pero para cuando me di cuenta ella ya estaba corriendo hacia la puerta.
Cuando se fueron todos los niños a las 16:00 nos pasamos de vuelta para la otra aula donde solemos juntarnos los profes antes y después de cada clase. Miki se me acercó a saludarme y yo lo dejé subirse a mi regazo para poder acariciarlo mientras él (o ella) se ponía cómodo y ronroneaba.
La fundación les da a cada niño que lo necesita un plato de comida para que se lleven a sus casas, lo cual me pareció genial. Es decir que no solo los ayudan ofreciéndoles educación sino también alimentos.
A las 17:30 me vino a buscar el chofer en la ambulancia de Mark para llevarme a 5th Ave, desde donde me tomé el LRT hasta Vito Cruz, desde donde caminé hasta el hotel.
Ame,
Kato
Que buena esta segunda jornada en Mithi! Es verdad lo que decis, a veces esos gestos son todo!
Todo un maestro, Chato