Kara Ema:
El lunes salí del hotel a las 10:30.
Pasé por una tienda de donas llamada Founders Donuts y pedí una caja de seis.
Continué caminando hasta Roxas Boulevard. Mi GPS me decía que me podía tomar un autobús desde ahí, pero no encontré ninguna parada y no sabía bien qué autobús era así que al final terminé pidiéndome un taxi.
Le dije al chofer que me dirigía a Smokey Mountain. Él me dijo ₱350 y yo se lo rebajé a ₱300. Aquí es común que se negocie y fije un precio de esta forma, en lugar de utilizar un taxímetro.
A las 11:30 llegué a Smokey Mountain. Pasé por una tienda y me compré algo para comer antes de entrar a la escuela.
Había decidido volver a la escuela de la fundación Inthi para hacer una última experiencia como profesor voluntario.
Este día fue un poco duro dado que no teníamos ni electricidad ni agua, y los aseos estaban tapados y siendo arreglados. Aun así las sonrisas y la motivación de los niños por aprender alegraron mi jornada.
Jade me dio a elegir entre el aula de los niños más pequeños o la de los más grandes. Opté por volver a hacer la de los más grandes.
Cuando terminó la clase los profes nos congregamos en el aula de siempre.
Vi que un par de profesoras estaban haciendo correcciones de unos ejercicios, así que les pregunté si podía ayudarlas con eso. Me dieron unos para que yo corrigiera y me explicaron cómo era el procedimiento.
Se trataban de ejercicios de la famosa institución educativa japonesa Kumon, con lo cual la correción debía hacerse al estilo japonés, utilizando una hoja de respuestas y marcando únicamente los ejercicios con respuestas incorrectas.
A las 16:15 me despedí de todos los profesores y me fui de la escuela haciendo el trayecto que me había aconsejado uno de ellos: primero triciclo hasta Balut (₱20), luego jeepney hasta Blumentritt (₱13), y desde Blumentritt ya podría tomarme el LRT.
Cuando me bajé del jeepney en Blumentritt tomé esta foto de la típica escena que solo ves en las calles de Filipinas:
Noté en el mapa que cerca de la estación de Blumentritt había un centro comercial llamado SM City San Lazaro, así que ya que estaba ahí decidí visitarlo antes de volver al hotel.
Una cuadra antes de llegar al centro comercial vi algo que me pareció curioso: una niña y un niño pequeños desnudos siendo bañados por quien presumo sería su padre, en una bañera ubicada al lado de la calle.
En SM City lo primero que hice fue pedirme una empanada de pollo y unas brochetas de cerdo en Mang Inasal.
Luego me crucé con otra tienda más que quería probar: Everything but Cheese. Me pedí un cheese fondue que venía con una montaña de queso derretido en el medio, y alrededor de ella rabas, pollo, patatas fritas y nachos para untar en el queso.
Mientras estaba comiendo mi fondue se me acercó una mujer sordomuda con una sonrisa de oreja a oreja y puso sobre mi mesa tres barras de chocolate y un papel que explicaba su situación y que decía que cada barra la vendía a ₱35. Le di un billete de ₱100 pero no acepté las barras. Me dijo «gracias» en lenguaje de señas y se fue.
A las 19:15 me fui del centro comercial y me tomé un LRT hasta Vito Cruz, desde donde caminé en dirección hacia mi hotel.
A las 20:00, mientras caminaba por la calle P. Ocampo, vi dos niñas pequeñas sentadas frente a una tienda de conveniencia llamada Alfamart. Había una señora de unos cincuenta años al lado de ellas. Intenté hablar con ellas, preguntándoles si vivían en la calle, pero no parecían entender inglés. De todas formas era evidente que eran pobres.
Así que pensé: «este es el momento». ¿Recuerdas cuando te dije esto?
Te prometo algo Ema, tanto a ti como a mí mismo: antes de irme de las Filipinas voy a hacer algo por estos niños. Hacerle el día a uno de ellos es hacerme el día a mí también, así que ese será el plan. Exactamente cómo y cuándo lo voy a hacer no lo sé todavía, pero no me pienso ir de aquí hasta no haberle robado una sonrisa a un niño pobre.
Kato hace dos semanas
Les hice señas a las niñas para que vinieran conmigo al Alfamart, y una vez que estábamos adentro cogí una canasta y le pedí a uno de los empleados que les dijera que eligieran todos los productos que quisieran que yo se los pagaría.
Las niñas empezaron a buscar cosas mientras yo las seguía detrás con la canasta. Cada vez que agarraban algo me miraban con cara de «¿puede ser esto?», así que yo les decía que sí y que lo pusieran en la canasta.
Todo lo que agarraron fueron alimentos de primera necesidad como pan, arroz, leche, yogur, fideos instantáneos, galletas y latas de corned beef. En un momento me preguntaron si podían agregar unos pañales y dijeron algo de «baby», lo cual me dio a entender que tenían un hermano o hermana bebé.
Cuando ya casi no cabía más nada en la canasta les dije que me acompañaran a la caja para pagar. Mientras estábamos haciendo la fila les pedí de hacerme unas fotos con ellas y de ellas.
Mientras la chica de la caja pasaba los productos por el escáner, una de las niñas agarró un huevo de chocolate y me preguntó si podía agregarlo, así que se lo pasé a la cajera para que lo incluyera con las demás cosas. Unos segundos más tarde la niña hizo lo mismo con dos huevos más, uno para su hermana y otro para el bebé.
En total me costó todo ₱1500 (~US$26). Nunca me hizo más feliz pagar algo que no fuese para mí como aquella vez, porque sabía que estaba haciéndole no solo el día sino quizás incluso la semana y el mes a estas dos niñas, al bebé y a sus padres.
Cuando salimos las niñas se fueron de vuelta a sentar donde las había encontrado antes, al lado de la señora, que ahora estaba hablando con una chica. Esta chica sí sabía inglés. Me contó que trabajaba en un restorán de la zona, y que la estaba ayudando a la señora a poder volver a su barrio dado que no era de allí, y un taxista aparentemente la había estafado.
Le pedí a la chica que le preguntara las edades a las niñas. Dijeron que tenían 9 y 10 años, y su hermano o hermana bebé tenía 1 año. Le pedí también que les preguntara dónde estaban sus padres. Dijeron que estaban por la zona recolectando basura.
La chica quiso saber algunas cosas sobre mí, y me dijo que era muy buena persona por haber ayudado a estas niñas. A todo esto las niñas no paraban de decirme «thank you po»—«gracias» con el «po» que es un sufijo que agregan los filipinos para convertir una oración en formal y respetuosa.
Después de un rato de charla finalmente me despedí de ellas y me fui para el hotel, pero no sin antes hacer una última foto de las niñas:
Me pregunto qué será de sus vidas ahora, qué será de sus futuros… Me encantaría volver a cruzármelas e invitarlas a comer a algún lado. Ojalá vengan tiempos mejores para ellas y su familia.
Ame,
Kato
Que gran gesto!! Ojala vengan tiempos mejores como decis!
Qué grande el buen sanmaritano