Manila – Día 14: última jornada

Kara Ema:

El viernes fue mi última jornada completa en Manila.

La idea original era verme con Mark por última vez, pero me dijo que lamentablemente estaría muy ocupado haciendo campaña política, así que ya no nos pudimos volver a ver.

Entonces decidí tomarme el día para descansar y no hacer demasiadas cosas. De todas formas ya prácticamente todo lo que quería hacer y ver en Manila lo había hecho.


Cerca de las 13:00 salí del hotel para caminar por los alrededores en busca de algún lugar donde almorzar.

Me acordé de la chica que había conocido cuando ayudé a esas niñas en el Alfamart, que me había dicho que trabajaba en un restorán justo arriba del supermercado. Así que fui para allá a ver si a lo mejor me la encontraba.

Arriba del Alfamart había un patio de comidas con varios sitios para comer; no estaba seguro cuál era donde trabajaba ella. Terminé pidiéndome unas gyoza en un local de comida japonesa llamado Yato.

Gyoza de cerdo y queso que me pedí en Yato

Dado que cuatro gyoza no sería suficiente para mantenerme saciado hasta la hora de cenar, decidí caminar un poco más por la calle Pablo Ocampo en busca de otro sitio para comprarme algo. Acabé topándome con un pequeño y simpático patio de comidas al lado de la calle, que tenía cosas ricas y baratas.

Patio de comidas en Pablo Ocampo

Me pedí unos chicken cordon bleu rolls en Lumpianatics, con una porción de arroz.

Chicken cordon bleu rolls de Lumpianatics

Mientras estaba comiendo esto de repente una chica filipina se apareció frente a mí y me preguntó con una sonrisa si se podía sentar en mi mesa, a pesar de que estaba lleno de mesas vacías alrededor. Por supuesto le dije que sí.

Cuando se sentó me preguntó de dónde venía y me dijo que pensaba que me estaba hospedando en el hostal que quedaba a tres cuadras de allí, donde ella estaba. Luego me tocó a mí preguntarle a ella de dónde venía. Me dijo de la ciudad de Dávao, en Mindanao, la isla más al sur de Filipinas. Me contó que en esa zona se habla cebuano (al igua que en Cebú), pero que la gente también aprendía a hablar tagalo e inglés en el colegio, las dos lenguas oficiales de Filipinas.

Mientras los dos comíamos, estuvimos charlando bastante sobre un montón de cosas. Yo le conté sobre los países que había visitado hasta ahora, y ella me dijo que tenía un novio australiano viviendo en Melbourne, y que su plan era conseguir una visa de estudios para ir a vivir con él allá. Tenía 26 años. Me pareció supermaja, como todos los filipinos.

Mismo cuando terminamos de comer seguimos hablando un rato. En un momento me dijo que había un local allí que tenía una promoción de «buy 1 take 1» (2×1) en algunos tés. Me preguntó si quería tomar uno con ella, lo cual acepté con gusto.

Nos dirigimos hacia el local y yo elegí el gusto de té que quería: tiramisú. Ella también eligió el suyo, pero el empleado le dijo que tenía que ser el mismo gusto para que aplicara la promoción, así que terminó eligiendo tiramisú al igual que yo. Le dije que podíamos cambiar por otro si quería pero insistió que no.

Íbamos a pagar la mitad cada uno, pero ella solo tenía un billete de ₱1000 y yo uno de ₱500. El empleado no tenía cambio para el billete de ₱1000, pero sí aceptó el mío de ₱500, así que terminé pagando yo. La chica me dijo que después intentaría conseguir cambio para pagarme su parte, pero yo insistí en invitarla y le dije que ya me había pagado con su agradable compañía.

Mientras tomábamos nuestros tés le pedí de hacerme una foto con ella.

Té de burbujas con gusto a tiramisú que nos pedimos en Tea ‘n Dough

Le conté que había dejado mi ropa para lavar en una lavandería al lado de su hostal, y que estaba haciendo tiempo hasta las 14:30 para ir a retirarla. Me ofreció ir caminando juntos hasta allá cuando se hicieran las 14:30 así que eso hicimos.

Al final terminamos yéndonos más cerca de las 15:00. Retiré mi ropa en OLAundry, la lavandería de Ola Hostel, el hostal donde estaba hospedándose la chica de Mindanao. Nos despedimos en la puerta de su hostal; ella se fue para adentro y yo me fui para mi hotel.

A las 19:15 volví a salir, esta vez con la idea de buscar algo para cenar.

Al principio pensaba ir de vuelta al patio de comidas donde había ido más temprano, pero mientras estaba caminando por Pablo Ocampo para ir hasta allá, adivina a quién me encontré frente al Alfamart.

Este Alfamart era el mismo donde había llevado a las niñas pobres y les había comprado un montón de cosas. Una de ellas, April, estaba sentada cerca de la puerta del supermercado cuando pasé por enfrente. La saludé con una sonrisa y un gesto del brazo, y ella me reconoció enseguida y me devolvió la sonrisa.

Intenté preguntarle por su hermana, que no estaba con ella esta vez, pero al ella no saber inglés y yo no saber tagalo me costaba bastante comunicarme. Le dije que estaba por ir a cenar y le ofrecí acompañarme. Quería llevarla a uno de los restoranes que estaban arriba del Alfamart, pero ella parecía no querer o no entender, dado que no se movía de donde estaba. Me señaló el supermercado, como diciéndome «¿me vuelves a comprar comida de aquí?».

Se me ocurrió otra idea para proponerle. Me acordé que a un par de cuadras de ahí había un Jollibee, así que le pregunté si le gustaría acompañarme a comer algo de Jollibee. Para ella seguramente esa oración habrá sonado algo así como «Zibber jabber flibber wibble blopflop Jollibee?». Cuando escuchó Jollibee me lanzó una gran sonrisa y asintió con la cabeza. Así que fuimos caminando juntos hasta allá.

Cuando llegamos a la puerta April se sentó al costado, como diciéndome «tú entra y cómprame algo que yo te espero aquí». Seguramente no había entrado nunca a un Jollibee, ni mucho menos probado la comida de ahí, con lo cual se sentía un poco abrumada, confundida, y no sabía si tenía derecho a entrar. Me agaché a su altura e intenté hacerle entender que quería que viniese conmigo adentro del local. La señora de seguridad que estaba en la puerta me sonrió cuando vio lo que estaba haciendo y me ayudó a convencer a la niña pobre de que entrara conmigo.

Nos pusimos en la fila para pedir. Había un montón de gente así que la espera fue larga. Antes de llegar a la cajera, un empleado se me acercó y me preguntó qué quería pedir. Le dije que le preguntara primero a la niña, y que le explicara qué había dado que seguramente no sabía. Me preguntó si era mi hija—le dije que no, que era una niña de la calle. April dijo que quería pollo, pero que no lo comería allí.

Así que terminé pidiendo tres super meals (que incluían pollo y varias otras cosas) para llevar. Les pedí que pusieran dos en una bolsa y la restante aparte. Le di a April la bolsa con las dos super meals, una para su hermana y una para ella. Le pregunté si podría llevar todo ella sola o necesitaría ayuda; pareció responderme que no tendría problema.

Antes de irnos del local le pedí de hacerme una última foto con ella. Cuando pasamos por la puerta la señora de seguridad nos sonrió a la niña y a mí y me agradeció por la buena acción.

April en Jollibee

Cuando salimos de Jollibee la seguí a April de cerca para verificar que realmente no tendría problema en transportar las dos super meals y las cocas ella sola. Intercambiamos miradas silenciosas un par de veces esa cuadra que hicimos juntos. Al llegar a la esquina me despedí de ella por última vez y me fui al hotel a comer mi super meal.

Ame,
Kato