Kara Ema:
El lunes pasado (el 6, no ayer—estoy tan atrasado que ya tengo que especificar el número del día) salí del hotel a las 2:00. Me pasó a buscar una camioneta para llevarme a la excursión que había contratado para ir a hacer senderismo al monte Batur.
El monte Batur (gunung Batur) es un volcán activo ubicado en el centro de dos calderas concéntricas al noroeste del monte Agung en la isla de Bali, Indonesia. El lado sureste de la caldera más grande de 10 × 13 km contiene un lago de caldera. La caldera interior de 7,5 kilómetros de ancho, que se formó durante el emplazamiento de la ignimbrita de Bali (o Ubud), se ha fechado en aproximadamente 23,670 y hace 28,500 años.
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En el grupo que me tocó para la excursión había un chileno, dos españoles, dos inglesas y dos dinamarqueses. Me la pasé hablando más que nada con los españoles, que eran una mujer y un hombre, y yo en un momento cometí el error de asumir que eran pareja pero al parecer eran solo amigos.
A las 4:00 llegamos a la base de la montaña y empezamos el ascenso. Era una carrera contra el solo que teníamos que hacer, dado que alrededor de las 6:00 amanecería y esa también era la hora en que estaba previsto que llegaríamos a la cima. La idea era intentar llegar antes de que amaneciera para ver el sol saliendo desde arriba.
Una cosa que no me gustó mucho fue que más o menos las tres cuartas partes del recorrido compartimos el sendero con motos. Sí: motos. El camino era de cemento y pasaban motos constantemente, lo cual le quitaba un poco la gracia al montañismo y rompía totalmente con la atmósfera natural que nos rodeaba.
Igual entiendo que también tienen sus ventajas las motos. Por ejemplo, el hombre español no habría podido subir a la cima de no haber sido por ellas. Para poder ganarle la carrera al sol estábamos yendo todos a un paso bastante acelerado, el cual el español se dio cuenta de que jamás podría mantener, así que terminó contratando a uno de los que estaban con las motos para que lo lleve hasta arriba.
Entre que era de noche y estábamos yendo a un ritmo rápido y constante, casi no pude tomar ninguna foto durante el camino de ascenso.
Ah, pequeño detalle que me estaba olvidando de mencionarte: la cima del monte Batur está a 1717 metros por sobre el nivel del mar.
A las 8:00 estábamos en la base de vuelta. De ahí nos llevaron a visitar una plantación de café que quedaba por la zona. Bali —e Indonesia en general— tiene muchas plantaciones de café, las cuales en general son gratis para visitar; te ofrecen para probar todos los distintos cafés y tés que cultivan, esperando que te guste uno lo suficiente como para comprar una bolsa en su tienda.
Indonesia fue el cuarto mayor productor de café del mundo en 2014. El cultivo del café en Indonesia comenzó a finales del siglo XVII y principios del XVII, en el primer periodo colonial holandés, y ha desempeñado un papel importante en el crecimiento del país. Indonesia está geográfica y climatológicamente bien situada para las plantaciones de café, cerca del ecuador y con numerosas regiones montañosas interiores en sus islas principales, lo que crea microclimas bien adaptados para el crecimiento y la producción de café.
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El que más me gustó fue el café de coco, así que ese fue el que terminé comprando.
Por lejos el café más caro que cultivaban y vendían era el de luwak (civeta).
Cerca de las 10:00 me dejaron de vuelta en el hotel. Lo primero que hice cuando llegué fue tirarme en la cama y dormir unas horas, dado que estaba completamente exhausto.
A las 15:00 salí a dar una vuelta por el barrio y me topé con una tienda llamada Ôde à l’Indonésie (Oda a Indonesia), que vendía fotografías muy interesantes tomadas en Indonesia, incluyendo paisajes pero sobre todo retratos de personas.
Mientras estaba observando las fotos la vendedora me explicaba que habían sido tomadas por un fotógrafo francés. Al cabo de unos minutos dicho fotografo se hizo presente, así que lo saludé y me puse a charlar con él. Le dije que sabía hablar francés, pero por alguna razón prefirió hablarme en inglés.
Marius Moragues es realmente una inspiración para mí. Nació en Francia y arrancó haciendo lo que estoy haciendo yo ahora: viajando y usando sitios como Workaway para hacer experiencias de voluntariado y conocer gente local de diferentes países y culturas. Él eligió Indonesia, pero cuando lo hizo no sabía de cuánto se iba a enamorar de la cultura y la gente indonesa.
Empezó a aprender fotografía y a fotografíar a la gente que conocía durante sus aventuras por Indonesia. Y así fue como ahora tiene tres libros, una tienda en Bali, un montón de sus obras vendidas, miles de seguidores en sus redes sociales, y un proyecto de diez años recorriendo y fotografiando distintas regiones de Indonesia.
Me pareció tan intrigante todo lo que me decía este fotógrafo sobre sus obras y lo que había estado descubriendo en sus viajes, que me quedé hablando con él alrededor de una hora. Cada tanto aprovechaba también para hacer fotos de sus fotos, tanto las que estaban siendo expuestas en el local como las que tenía dentro sus libros.
En la isla de Karimunjawa nos encontramos con una niña de 8 años llamada Beril. Jugando al aire libre con su columpio hecho a mano, esta preciosa niña javanesa lleva un vestido de colores y una sonrisa tímida, pero con una energía invisible que describe muy bien el auténtico ambiente que se respira entre los niños de Java.
Una de las páginas de su libro sobre sus aventuras en Java
Dos mejores amigas de la tribu Baduy, orgullosas de llevar sus trajes tribales negros, no parecen poder controlar sus risas ante el objetivo del fotógrafo, ¡dando una mezcla única de torpeza y desenfado al mismo tiempo!
Una de las páginas de su libro sobre sus aventuras en Java
Esta última foto es una de mis favoritas de todas las que vi de Marius. Me habría gustado comprársela pero al parecer no la tenía en venta como fotografía o postal individual.
A las 16:00 pasadas me despedí de Marius y seguí paseando.
En mi paseo hice uno de los mejores descubrimientos que podría haber hecho en Ubud: un restorán de comida indonesia no solo híperbarata, sino que tampoco hacían ningún añadido a la cuenta por servicio de mesa, impuestos y esas cosas que la mayoría de los otros restoranes te suelen cobrar. La cifra que veías en el menú era el precio final que terminabas pagando. Encima tenían wifi gratis, aceptaban pago con tarjeta y pagabas en caja (en lugar de tener que llamar al camarero cosa que no me gusta).
Decidí parar a almorzar ahí, en Ubud Warung. Me pedí un mie goreng y un café con helado de chocolate. En total pagué Rp58.000, lo cual es un precio ridículo (US$3,7).
Mie goreng (indonesio: mi goreng; significa «fideos fritos»), también conocido como bakmi goreng, es un plato indonesio de fideos salteados. Se elabora con fideos amarillos finos salteados en aceite de cocina con ajo, cebolla o chalotas, gambas fritas, pollo, ternera o bakso (albóndigas) en rodajas, chile, col china, coles, tomates, huevo y otras verduras. Muy extendido en Indonesia, lo venden desde vendedores ambulantes (warungs) hasta restaurantes de lujo.
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A las 17:00 pasé por el supermercado, Coco Supermarket.
A las 18:00 volví al hotel y me fui a relajarme un rato en la piscina.
Ame,
Kato
Me imagino una charla mas que fructifica con el Frances!!