Kara Ema:
Jueves 23 de noviembre.
Me levanté a las 6:30 esperando ver el amanecer. No lo llegué a ver porque estaba nublado, pero igual valió la pena levantarme temprano dado que pude ver —e interactuar con— otro tipo de sol.
Parece que todos aún seguían durmiendo excepto la familia de acogida de la tribu Karen. El padre le estaba dando de comer a las gallinas mientras la madre preparaba el desayuno para cuando todos los demás se levantaran. El niño se estaba preparando para ir a la escuela y la niña —que no iría a la escuela ese día dado que se había lesionado el brazo— estaba viendo Facebook en un teléfono.
Le pregunté a Mai si podía ver el interior de su casa, así que me abrió la puerta y me invitó a pasar. Estaba un poco desordenado con muchas cosas desperdigadas por todo el sitio. Había tres espacios distintos y separados: uno servía como habitación para los dos padres y la niña, otro funcionaba como el cuarto del niño, y el último era simplemente un espacio de almacenamiento.
Cuando el padre se fue a llevar al niño a la escuela y a trabajar al campo, nos quedamos solo Mai, la niña y yo.
Mai me ofreció un café. Mientras lo tomaba, observaba cómo la niña usaba su teléfono. Me acerqué y le pregunté su nombre. Se lo tuve que volver a preguntar tres veces más, dado que siempre me respondía en voz tenue y mirando hacia abajo, al teléfono que estaba manipulando. Finalmente entendí: Natcha.
Natcha tenía 8 años y no sabía hablar mucho inglés, aunque Sophia le estaba intentando enseñar un poco. Al principio se mostró algo tímida conmigo, pero la timidez se esfumó tan pronto como le hice la pregunta: «¿jugamos a algo juntos?».
Fue a buscar unos juegos que tenía, incluyendo el Uno y un tablero que podía usarse tanto para jugar a las damas como al ajedrez. Jugamos primero al Uno, y luego a las damas. Hacía tanto que no jugaba a las damas que no me acordaba mucho las reglas, igual creo que me habría ganado ella de todas formas incluso si me hubiese acordado de cómo jugar.
¿Has notado algo sobre Natcha en estas fotos? Aparte de que es astronómicamente adorable. Fíjate en su cuello. Bueno, a decir verdad justamente en estas fotos su cuello no se llega a ver bien, pero lo que te quería hacer notar es que no tiene los aros en el cuello como tiene la madre. Me contó Mai que la pequeña lo probó una vez y no le gustó, así que decidió no usarlos. Menos mal que les dan a elegir y no obligan a sus niños a seguir las tradiciones si no quieren.
Después de jugar a las damas seguimos jugando un rato más pero esta vez con mi móvil, utilizando una aplicación que tengo yo instalada la cual tiene un montón de juegos que se pueden jugar de a dos, como el ta-te-ti, hockey de aire y muchos otros. También le hice practicar un poco inglés (colores y números) y matemáticas. Me mostró cómo escribía su nombre en tailandés y en letras latinas.
A las 8:30 desayunamos.
Una hora más tarde me despedí de Mai, Sophia y Natcha y me fui al coche con mi guía y conductora, que me estaban esperando para llevarme al siguiente lugar del tour.
En un momento estábamos literalmente conduciendo a través de las nubes:
A las 11:30 llegamos a la aldea de Khop Dong en la montaña Doi Ang Khang.
A pedido mío (no estaba en el itinerario original del tour), también visitamos una escuela en esta aldea. Lamentablemente me dijeron que justo aquel día los profesores tenían que ir a una reunión en la ciudad, así que no había clases. Igualmente me dejaron recorrer los terrenos vacíos y hacer fotos de ellos.
El saludo tailandés conocido como wai (tailandés: ไหว้) consiste en una ligera inclinación, con las palmas juntas en forma de oración. Tiene su origen en el Añjali Mudrā indio, como el namasté indio y el Mingalar Par birmano. Cuanto más alto se sostienen las manos en relación con la cara y cuanto más bajo es el arco, más respeto o reverencia muestra el dador del wai. El wai se observa tradicionalmente al entrar formalmente en una casa. Una vez terminada la visita, el visitante pide permiso para salir y repite el mismo saludo hecho al entrar. El «wai» también es común como una forma de expresar gratitud o disculparse.
La palabra que a menudo se dice con el wai como saludo o despedida es «sawat di». Este saludo verbal suele ir seguido de «kha» cuando lo pronuncia una mujer y de «khrap» cuando lo pronuncia un hombre.
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08:00 – Actividades para fomentar el amor por la lectura y la escritura
Traducción de lo que ponía el cartel
08:30 – Actividades del grupo de países
08:45 – Actividades frente al asta, saludo a la bandera nacional y oración
09:00 – Actividades de enseñanza y aprendizaje (mañana)
12:00 – Descanso para comer
12:45 – Actividad de cepillado de dientes
13:00 – Actividades de enseñanza y aprendizaje (tarde)
14:00 – Actividades de formación en moral y ética de fin de semana (todos los viernes)
15:30 – Actividades del grupo de países
16:00 – Actividades frente al asta, saludo a la bandera nacional y oración
A las 12:30 fuimos a otro lugar que estaba cerca de allí: una base militar desde donde se podía ver la frontera con Mianmar.
De ahí nos fuimos a ver otra aldea más de esta zona.
A las 14:30 paramos para almozar en un restorán al lado de la carretera. Me pedí pad thai.
Pad thai (o phad thai, tailandés: ผัดไทย) es uno de los platos más conocidos de la cocina tailandesa.
Se trata de un plato salteado en wok salteado, y a base de fideos de arroz con huevo, salsa de pescado, pasta de tamarindo, y cualquier combinación de brotes de soja, camarones, pollo decorado con cacahuates picados igual que tostados y cilantro, algunos expertos coreanos utilizan dos tipos de salsa de soja. Se sirve habitualmente con una rodaja de limón y el jugo de esta fruta se añade al plato como condimento. En Tailandia puede ser servido decorado con una flor de plátano, azúcar de palma y chile tostado en polvo.
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A las 15:00 pasadas visitamos la última tribu de las Colinas: los lisu.
Los lisu (chino: 傈僳; pinyin: Lìsù zú) son una etnia que habita en la República Popular China, Tailandia, Birmania e India. Se cree que son originarios del Tíbet.
Son una de las 56 minorías étnicas oficialmente reconocidas por el gobierno de la República Popular China. Su población en este país se concentra en la provincia de Yunnan aunque se encuentran también algunos grupos en Sichuan. Se calcula que en Tailandia viven unos 30 000 lisu.
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Nos recibió una hermosa y radiante mujer de 18 años llamada Laksa, quien me invitó a dar una vuelta por la aldea con ella, mientras me contaba cosas sobre su vida y la de su tribu.
Me dijo que casi todos los que vivían ahí venían de Mianmar—eran básicamente refugiados de los conflictos bélicos que hay actualmente en aquel país (por cierto, me olvidé de mencionarlo antes pero la familia de Mai también viene de Mianmar). Ella se había mudado hacía un año, y técnicamente estaba viviendo ilegalmente allí dado que no tenía papeles que la identificaran como residente tailandesa.
Me dijo que en Mianmar si tienes dos hijos varones uno de ellos se lo debes «ofrecer» al gobierno para ser un soldado y pelear por los intereses del estado. Me dijo que siete meses atrás la agarró la policía por no tener papeles, pero que al final alguien de la aldea pagó la fianza de 25 mil bahts (~US$700) para que la dejasen ir a ella y a todos los demás que habían atrapado.
Me dijo que en su aldea viven de los cultivos, incluyendo cosas como maíz, cacahuete, mango, sandía, ajo, longan, etc. Me dijo que la mayoría eran cristianos (convertidos por misioneros, dado que esta tribu solía ser animista). Me dijo que en su tribu hay chicas de 14 años casándose con chicos de 17; que ella no está de acuerdo con eso y según ella deberían esperar a los 20 para casarse. Decidí no discutirle.
En un momento pasamos a visitar al abuelo de Laksa, que justo estaba haciendo canastos.
El paseo terminó donde había empezado: en la casa de Laksa.
A las 16:30 me despedí de Laksa y me subí al coche ya para volver a Chiang Mai.
A las 19:00 me dejaron en el hotel.
Ame,
Kato
La tele en esa habitación queda como fuera de lugar, es graciosa la mezcla jajaja
«herramienta para limpiar la casa» jajajaj por ahora se llama pala. Buenas fotos.