Aldea hmong de Hang Kia – Día 3: más clases, caminatas y bailes con los niños hmong

Kara Ema:

El lunes a las 7:30 me levanté con las caritas de los hermanos Krung observándome desde la puerta de la cabaña.

Los hermanos Krung vinieron a visitarnos temprano

Al rato fuimos a desayunar. Los hermanos Krung nos siguieron hasta el comedor.

A eso de las 9:00 arrancó una actividad para los niños, preparada por nuestro equipo: colorear bolsas de papel, que luego ellos se podrían quedar y utilizar para guardar lo que quisieran.

Niñas Krung coloreando sus bolsas
La bolsa que coloreé yo, que se la terminó quedando una de las niñas Krung.
Niña Krung mostrando sus obras terminadas

Cerca de las 11:00 salí del comedor con algunos de los niños para ir a hacer una caminata.

Niño andando en moto
Los niños que me acompañaron en la caminata (¡mira lo que son esas sonrisas!)
Niños haciendo una carrera por la carretera (¡mira lo que es ese paisaje!)

En un momento pasamos por la casa de uno de los niños, así que le pregunté si podía entrar a verla por dentro. Me dijo que sí (todo a través de señas y gestos dado que no hablábamos el mismo idioma).

Casa de uno de los niños por fuera
Entrando a la casa
Interior de la casa

En los cinco minutos que estuvimos dentro de aquella casa, lo vi al niño que vivía allí —que no tendría más de 8 años— manipulando un machete y un encendedor para prender el fogón.

Niño hmong encendiendo un fogón

Por lo que pude observar, las casas de los aldeanos hmong cuentan con al menos un espacio para cocinar con un fogón, y un espacio para dormir con un colchón y una red antimosquitos.

Algunos niños hmong tienen teléfono móvil, pero no suelen tener conectividad (salvo cuando van al comedor donde pueden usar el wifi del homestay).

A las 11:30 volvimos al comedor, jugamos al Uno con algunos de los niños, y luego almorzamos.

Jugando al Uno con los hmong
Almuerzo del lunes

Después de almorzar volvimos a la cabaña a descansar un rato.

A las 14:30 salí a pasear por la aldea yo solo. Sabía que no iba a tardar en cruzarme con niños jugando solos afuera de alguna casa, y efectivamente eso es lo que ocurrió en una de las primeras casas por las que pasé.

Se trataba de cuatro niñas pequeñas. La mayor no parecía tener más de 7 años, y la menor quizás 4. Dos de ellas no llevaban nada puesto desde la cintura para abajo. La gran mayoría de los niños pequeños (menores de 6 años) con los que me crucé en la aldea iban desnudos o semidesnudos como estas dos niñas.

Niñas hmong que me encontré durante una caminata por la aldea (I)

Las niñas estaban jugando frente a su casa. No parecía haber ningún adulto cerca—sus padres probablemente estarían trabajando en el campo. Me acerqué a ellas con una sonrisa, la cual me devolvieron. Les empecé a hacer fotos, y luego las empecé a perseguir. Ellas me siguieron el juego, correteando alrededor de la casa mientras yo las perseguía.

Ídem (II)

En un momento una de las niñas —la más pequeña— se tropezó mientras corría y se largó a llorar. Yo corrí rápidamente hacia ella para levantarla del piso y calmarla. Cuando dejó de llorar continué un rato más el juego de perseguir a las otras mientras cargaba con la pequeña en mis brazos.

Ídem (III)

Mientras hacía esto pasé por la casa de un vecino. Había dos adultos sentados frente a la casa. Los miré con cautela para ver como reaccionarían a un extraño cargando en brazos a la hija semidesnuda de su vecino y persiguiendo a las otras tres. Tras recibir un caluroso saludo acompañado de una sonrisa sabía que no tenía nada de qué preocuparme. No estaba en el prejuicioso, receloso y paranoico Oeste, sino en el amistoso, relajado y humilde Este.

Ídem (IV)

Al rato me despedí de las niñas y continué mi paseo por la aldea. No tardé en cruzarme con más niños; esta vez unos que estaban trabajando en el campo junto a su padre. Los saludé, tomé una foto de uno de ellos y seguí mi camino.

Niña hmong trabajando con los cultivos

Mi idea era hacer todo el bucle cosa de pasar por la mayor parte de la aldea y luego terminar en el mismo punto donde había arrancado (la cabaña), pero cuando estaba más o menos por la mitad me empecé a cruzar con varios perros que, dado que no me conocían, se me acercaron y me ladraron como diciendo «si das un paso más te despedazo a mordiscazos».

Por suerte unos niños les tiraron piedras a los perros para que retrocedieran, pero igualmente decidí que no iba a poder pasar por allí sin arriesgar demasiado mi propia vida, así que terminé abandonando la idea de hacer el bucle y volví por el mismo camino por el que había venido.

A las 15:00 pasadas llegué al comedor, donde estaba el equipo dando una nueva clase a los niños hmong, en la cual los niños aprenderían una canción en vietnamita llamada Em Là Bông Hồng Nhỏ («Soy una pequeña rosa»).

Niños hmong en clase, aprendiendo una canción en vietnamita.
YouTube player
Canción Em Là Bông Hồng Nhỏ
Niños hmong cantando Em Là Bông Hồng Nhỏ

A las 19:00 cenamos y tres cuartos de hora después nos pusimos a ver el show diario de los niños hmong. Esta noche incluyó baile, canto e incluso modelaje.

Niñas hmong bailando
Niñas hmong modelando
Niñas hmong cantando
Montaje del baile, desfile y canto de los niños.

A las 21:00 pasamos por la tienda de comestibles para comprar unas cosas antes de volver a la cabaña a dormir.

Tienda de comestibles
La trastienda de la tienda—la parte donde vivía la familia que la gestionaba.

Ame,
Kato