Jornada en el pueblo rural de Tà Nung

Kara Ema:

A las 12:00 pasadas salí del hotel el sábado.

Inmediatamente me tomé un Grab hasta el destino planificado para el día: Tà Nung, un pueblo rural a unos veinte kilómetros al oeste de Đà Lạt.

Yendo en Grab por las montañas

El viaje duró tres cuartos de hora; cerca de las 13:00 mi conductor se detuvo frente a la iglesia donde yo le había pedido por la app que me deje. Pero cuando llegamos me señaló un cartel que decía “Mongo Land a 450 metros” y se ofreció a llevarme ahí. Le dije que sí para ver qué era.

Resulta que Mongo Land es una especie de parque de atracciones con diversas actividades para hacer. Cuando el conductor me dejó en la entrada vi que estaba lleno de vietnamitas que seguramente venían de Dalat a pasar la tarde allí. El Grab asumió que yo quería ir ahí dado que es el único sitio turístico en el pueblo, ¿y por qué un turista querría ir a visitar un pueblo rural si no por los sitios turísticos?

Entrada a Mongo Land y mapa del lugar

Pero el problema con esa lógica es que yo no soy un turista común. Mongo Land no me interesaba en absoluto; la razón por la que estaba en aquel pueblo era otra: interactuar con los locales, sobre todo con los niños.

Así que me volví caminando hacia la iglesia; ese sería mi punto de partida para recorrer el pueblo. Me habría gustado entrar y ver si podía hablar con alguien pero en el momento en que fui parecía estar cerrada.

Al lado de Mongo Land había un sitio que ofrecía estas vistas a los campos y montañas que rodeaban el pueblo
Entrada a la iglesia (donde me había dejado originalmente el Grab)

Dado que la iglesia estaba cerrada empecé a caminar en una dirección aleatoria. No tardé en encontrarme con lo que quería: una escuela. Se trataba de Trường Tiểu học Tà Nung (Escuela Primaria de Ta Nung). Dado que era sábado, no había clases pero sí había algunos niños que probablemente utilizaban la escuela como punto de encuentro con sus amigos.

Tan pronto como los niños me vieron entrando a la escuela, me saludaron alegremente.

Entrada a la Escuela Primaria de Ta Nung
Grupo de niños que estaba haciendo standby en la escuela

Una de las cosas que enseguida me llamaron la atención, es que uno de los niños —que no tendría más de 10 años— estaba fumando un cigarrillo. Le hice un comentario al respecto, y el niño se limitó a sonreír y a ofrecerme una calada. No quería que le hiciese una foto así que le tomé una igual a escondidas (por favor no le digas nada a sus padres que seguramente no sepan que su hijo fuma).

Niño fumando tabaco

Un adulto de ciudad (sobre todo uno que viniese del Occidente), al ver a un niño tan joven fumando seguramente se llevaría un fuerte shock, e incluso quizás le confiscaría el cigarrillo, el paquete, el encendedor, le daría una fuerte reprimenda y le exigiría que lo llevase con sus padres para delatarlo.

A mí no me chocó dado que ya he visto cosas de este estilo antes, y he entendido que las zonas rurales simplemente funcionan distinto que las urbanas. El centenar de reglas estrictas que les imponen a los niños de ciudad no aplican para los niños de pueblo. Nada de prohibiciones al tabaco, el alcohol, la droga, el sexo, o el conducir un vehículo motorizado.

Como el escúter que los niños estaban haciendo rodar por todo el patio de la escuela

Entre los niños había una simpática loli de unos tres o cuatro años, que no paraba de reírse mientras yo la perseguía por todo el patio, la levantaba y la hacía volar.

Loli con quien estuve jugando un rato

Además de corretear con la loli también jugué al green light red light con los demás.

Green light red light

Tras pasar alrededor de 40 minutos con los niños, les dije que me iría a dar una vuelta por el pueblo y les pregunté si alguno me quería acompañar. Prefirieron quedarse ahí así que los despedí y me fui solo.

Caminé por la carretera principal hasta la entrada del pueblo, donde había un templo budista llamado Chùa Vạn Đức.

Chùa Vạn Đức (I)
Chùa Vạn Đức (II)
Chùa Vạn Đức (III)
Chùa Vạn Đức (IV)

De ahí volví a tomar la carretera principal en dirección hacia al pueblo, pero esta vez en lugar de ir a la escuela primaria fui a ver la escuela media y secundaria (Trường THCS & THPT Tà Nung).

Escuela Media y Secundaria de Ta Nung

Apenas pasé las rejas que ves en la última foto, me sorprendió escuchar una voz llamándome desde una garita. Supongo que no me esperaba que hubiese un guardia de seguridad, mucho menos un sábado.

Si un guardia de seguridad me descubriese entrando a una escuela en el Occidente, seguramente me interpelaría y pediría todos mis datos personales antes de dejarme ir, y sin duda no me dejaría entrar. Mientras tanto en esta escuela en Vietnam el guardia me sonrió, me dijo que dado que era sábado no había muchos alumnos pero sí había algunos estudiando en una aulas allí (me señaló dónde). Yo le pregunté —a través de una aplicación de traducción automática— si podía ir a saludar a los alumnos y él me respondió que por supuesto que sí.

Empecé a caminar hacia el lugar donde el guardia me había indicado. No tardé en escuchar sonidos de voces proveniendo de un aula, así que me acerqué y entré. En el aula había nada más que cuatro personas: tres alumnas (16, 17 y 17) y una profesora que les estaba enseñando algo en vietnamita.

Las tres chicas y la profe

Todas se sorprendieron bastante al verme, pero me sonrieron y me fueron a buscar una butaca para sentarme al lado de ellas. Se notaba que querían hablar conmigo y preguntarme mil cosas (al igual que yo a ellas), pero la barrera del idioma lo hacía difícil. Sin embargo pudimos conversar aunque sea un poco valiéndonos del traductor automático de nuestros teléfonos.

En un momento la profesora llamó a alguien por teléfono. Me explicó por el traductor que estaba por venir una chica que sabía hablar inglés, así que que por favor la esperara. Al cabo de unos diez minutos la chica se hizo presente. Se llamaba Kieu, tenía 13 años y su inglés era excelente.

Kieu se ofreció a darme un tour por su escuela, lo cual acepté encantado. Me despedí de las alumnas y la profe y las dejé continuar la clase, mientras yo me fui con Kieu a dar una vuelta.

Mientras caminábamos por la escuela ella me iba tirando comentarios como “esta es el aula de inglés, la profesora es una perra”, “esta es el aula de química, el profe es muy majo, me encanta”, “en este edificio están las aulas de los de secundaria, y en aquel los de escuela media”, etc. Cuando llegamos al final del pasillo, yo le pedí hacerle una foto y ella declaró que quería hacerse una conmigo también.

Kieu en su escuela

A las 15:00 fuimos a una cafetería enfrente de la escuela, no a tomar café sino a visitar a la profesora de inglés de Kieu que vivía ahí. Se trataba de una vietnamita que hablaba muy bien inglés y tenía un aula en su cafetería donde daba clases todos los días a varios de los niños de la aldea. Me dijo que estaba contenta de conocerme y que quería que yo diera su próxima clase. Quedamos en que yo volvería al pueblo el día siguiente para dar la clase.

Después de charlar un rato yo le comenté a la profe que quería visitar un lugar llamado Nhóm Trẻ Nhân Đạo Sơ Hiền (Grupo Juvenil Humanitario de la Hermana Hien), que quedaba enfrente de la iglesia. Ella me respondió que conocía el lugar y a la dueña, y se ofreció a llevarme con la moto. Su hija tierna de cuatro años también vino con nosotros.

El lugar era básicamente una gran casa convertida en orfanato, donde vivían alrededor de cuarenta huérfanos de todas las edades, desde bebés hasta estudiantes universitarios de veintiún años. Era administrado y financiado por una mujer católica, así que a los niños se les inculcaba valores cristianos.

Los niños reunidos alrededor de ordenadores donde las mujeres que trabajaban ahí les estaban mostrando cosas de la eucaristía y demás.
Niños sentados en un columpio

No tomé muchas fotos porque la mayoría de los niños parecían algo cohibidos con mi presencia, lo cual era una marcada diferencia con los niños amistosos de la aldea. Me explicó la profesora que esto se debía a las duras experiencias pasadas en las vidas de estos niños, que han hecho que tengan miedo y desconfianza de los extraños.

A las 16:00 volvimos con la moto a la casa/cafetería de la profe, y de ahí me fui caminando con Kieu hasta su casa. Kieu tenía clase así que se despidió de mí y yo empecé a caminar de vuelta hacia la carretera principal de la aldea.

Pero tan pronto como salí de la fachada de la casa de Kieu y entré a la parte de la acera frente a la casa del vecino, me encontré con cuatro niños jugando allí así que me puse a jugar con ellos un rato. Uno de ellos era una loli que me ofreció unas fresas que tenía.

Loli con fresas
Frente de la casa del vecino de Kieu, donde estuve un rato jugando con los niños.

Los padres también estaban allí y me sonreían desde dentro de la casa. En un momento yo levanté a la niña de ~4 años que me había ofrecido una fresa y la cargué en mis brazos. El papá estaba al lado mío y al verme con su hija en brazos sacó su teléfono y nos hizo una foto. Es interesante pensar que si hubiese hecho lo mismo en Estados Unidos, el padre al ver a un hombre extraño cargando a su niña pequeña en brazos en lugar de sacar el teléfono habría sacado una escopeta para asesinarme.

Cuando llegué a la carretera principal no tardé en cruzarme con más niños.

Niños en la carretera principal

También me crucé con un lugar de comida, y como hacía horas que no comía nada (no había almorzado), decidí parar para comer algo antes de irme del pueblo.

Arroz con pollo y huevo que me dieron en el restorán donde paré (₫40000; US$1,6)

La persona que me sirvió el plato de comida fue nada más y nada menos que la loli de la foto anterior. Seguramente sería la hija de la dueña de aquel restorán.

La loli haciendo lolerías con sus amigos al lado de la carretera

A las 17:00 arranqué a caminar por la carretera nuevamente, tratando de buscar una forma de volverme a la ciudad. Intenté primero con la app de Grab, pero no había ninguna moto cerca que me llevara. Así que seguí caminando, a punto de empezar a hacer autoestop, cuando de repente un autobús se detuvo enfrente de mí y me abrió la puerta para llevarme a Đà Lạt.

Cerca de las 18:00 llegué a mi hotel, y a los pocos minutos volví a salir. Resulta que Cai —la recepcionista de la Aldea Infantil, ¿recuerdas?— me había dicho que me pasaría a buscar con su moto a eso de las 18:00 para llevarme a la casa de una compañera de trabajo para cenar.

La mesa donde cenamos

En la mesa éramos ocho: una pareja de vecinos, la pareja dueña de la casa, la pareja de Cai y su marido, y el hijo de 17 años de los anfitriones. A mí me habían puesto en la cabecera de la mesa, dado que me consideraban su invitado especial. Otra cosa que noté que hacían era que no empezaban a comer hasta que yo no diese mi primer bocado.

Cenamos un plato vietnamita casero llamado bún riêu. Después de la cena hicimos sobremesa mientras tomábamos té y comíamos pastel de luna.

Bún riêu
Té y pastel de luna

A las 22:00 me dejaron de vuelta en el hotel.

Ame,
Kato