Entrevista con estudiantes y aurora borealis

Kara Ema:

El lunes fue un día particularmente interesante y especial.

Durante el fin de semana se me había ocurrido una idea brillante: preparar una entrevista para hacerle a los niños y adolescentes de Islandia. Aprovechando que en este país la gente no impulsa a los niños a desconfiar de todos los extraños, y que los niños caminan solos por la calle seguido, sabía que no iba a ser muy difícil encontrar participantes para mi entrevista.

Así que me pasé parte del fin de semana preparando la entrevista. La separé en dos partes, con veinte preguntas cada una. La primera parte se focalizaba en las actividades diarias y la vida escolar. La segunda tocaba temas un poco más serios, que algunos adultos considerarían «inapropiados» hablarlos con niños, tales como drogas y sexo. Pero si no los hablamos con los niños, ¿cómo podremos saber sus opiniones al respecto? ¿O acaso la opinión de los niños no importa? A mí sí me importa, por eso me molesté en hacer esta entrevista.

Una vez que tenía todas las preguntas escritas en el ordenador, las pasé a la Kindle puesto que sería mucho más práctico para mí leérselas a los estudiantes desde una Kindle que desde un ordenador. La razón por la cual no las puse en mi teléfono fue porque mi teléfono pensaba usarlo para grabar las voces de los alumnos que participaran de la entrevista. Al final de la entrevista les obsequiaría unas golosinas que había comprado en Bónus y les pediría hacerme una foto con ellos. Me había pensado y planificado cada detalle dado que quería asegurarme de que me saliera bien y los niños quedasen tan satisfechos de haber participado como yo de haberlos entrevistado.

Preguntas de la entrevista en la Kindle

Gracias a que el jueves pasado había pasado por la escuela que queda enfrente de mi hotel justo en el momento en que los alumnos estaban saliendo, sabía a qué hora tendría que ir para maximizar las chances de cruzarme con alguno a la salida. Pero me tardé un poco más de la cuenta y terminé llegando a la escuela a eso de las 14:30, cuando la mayoría de los estudiantes ya se habían ido a sus casas.

Primero me crucé con una chica, que venía caminando sola y haciendo algo con su teléfono. Decidí que mejor buscaría a alumnos que estuviesen en pareja y no solos, dado que quería asegurarme de que se sintieran a gusto durante la entrevista, relajados y no incómodos, y estando con un amigo les brindaría mayor seguridad y confianza. Así que seguí buscando.

No tardé mucho en encontrar exactamente lo que quería. Vi dos niñas charlando alegremente entre ellas a mitad de cuadra, así que me detuve en la esquina a esperarlas. Cuando estaban a punto de doblar la esquina, me acerqué a ellas sonriente y les pregunté si me dejarían entrevistarlas por unos minutos. Me devolvieron la sonrisa y aceptaron la propuesta de inmediato.

Las leyes no escritas de las interacciones sociales dictaminan que uno debe siempre empezar por el nombre, así que eso hice. Les di mi nombre y les pedí el suyo. Como no me los anoté y no estaba grabando todavía, naturalmente me los olvidé solo unos instantes después de que me los dijeron. Pero vamos a suponer que se llamaban Lilja y Salka.

Después del nombre les pregunté por sus edades. Dado que la gran mayoría de mi interacción con niños ha sido con asiáticos —que en general son más pequeños que los europeos—, me sorprendió cuando me enteré de que tenían once.

Técnicamente estaban fuera del objetivo de edades que yo había establecido para mi entrevista, de 12-16 años. Esta era la razón por la cual estaba buscando alumnos alrededor de la escuela frente a mi hotel, que como te conté la otra vez sirve a los grados 7-10, es decir que solo tendría que tener estudiantes de 13-16 años. Pero estas niñas aparentemente no habían salido de esta escuela sino de la que está un poco más lejos, que sirve a los grados 1-6.

Ya había acumulado el coraje para hablar con ellas, así que te imaginarás que no pensaba abandonar todo el proyecto ahora, solo porque las niñas tenían un año menos de la edad target de mi entrevista. Es cierto que las preguntas estaban orientadas más a ser respondidas por adolescentes que por niños, pero bueno, decidí seguir adelante con ellas de todas formas.

Una cosa que me pareció curiosa cuando empecé a hablar con ellas, es que no sentí ningún tipo de fricción, tensión o incomodidad en el aire. El lenguaje corporal de las niñas y la forma en que me hablaban me indicaba que estaban totalmente relajadas y se sentían seguras, como si estuviesen hablando con un amigo y no con un completo extraño.

Siento que este escenario jamás habría sido posible en los países que les meten miedo a los niños y los condicionan a desconfiar de todos los adultos que no conozcan. En Estados Unidos, por ejemplo, si me hubiese intentado acercar a un niño de 11 años probablemente me habría dicho algo como «mi mami me dijo que no hablara con extraños». Suponiendo que la policía no me pare e interrogue antes, claro. Pero hay otra razón por la cual en Estados Unidos esto habría sido imposible hacer, y es que los niños simplemente no salen nunca a la calle solos.

Me puso contento ver a las niñas charlando tan alegre y confiadamente conmigo. Significa que todas las medidas que yo había planificado para garantizar que los participantes de la entrevista no estuviesen incómodos habían tenido éxito.

Debo reconocer que yo estaba un poco (o bastante) nervioso en el fondo, con ansiedad de no saber cómo me iba a salir todo. Pero para que las niñas se sintiesen seguras sentí que era muy importante no mostrarles esa inseguridad mía, así que intenté parecer lo más relajado posible para que ellas también lo estuviesen.

Antes de arrancar con las preguntas, debido a la naturaleza seria e incluso tabú de algunas de ellas, les hice saber a mis participantes que si en algún momento se sentían incómodas con alguna pregunta y preferían no responderla, podían elegir saltearla. Era importante para mí que supieran que esa posibilidad existía; que no se tenían que sentir obligadas a contestar todo si no querían. Aunque obviamente yo deseaba que así lo hicieran, y por suerte nunca se dio el caso de que quisieran saltearse una pregunta.

Por cierto, su nivel de inglés me impresionó mucho también. Si no supiera que eran islandesas podría haber jurado que eran británicas o irlandesas cuando las escuchaba hablándome en inglés tan fluidamente. Ni yo ni nadie de mi colegio que yo recuerde tenía ni la mitad de este nivel a la edad de ellas.

Por ejemplo, algo que ellas usaban constantemente y que realmente me hacía dar cuenta de que tenían el inglés incorpado como si fuesen nativas, eran las llamadas filler words, es decir, aquellas palabras y muletillas que no significan nada pero que uno suele añadir inconscientemente mientras está pensando en cómo continuar el hilo de la conversación. En inglés son términos como like, just, y stuff, mientras que en español son «o sea», «tipo», «y tal» y «en plan». Los adolescentes más que nada suelen emplearlas mucho.

Ahora volvamos quince párrafos más arriba, a la parte en que te conté que las niñas me dijeron que aceptaban con gusto que yo les hiciera la entrevista. Una vez que me dijeron sus nombres y sus edades, estábamos listos para arrancar con las preguntas. Así que saqué la Kindle de mi bolsa y leí la primera pregunta:

1. ¿Cómo es tu jornada escolar habitual?

Al principio parecían no estar seguras de cómo responder, así que las ayudé sugiriéndoles que podían empezar diciéndome a qué hora van al colegio y a qué hora salen.

«Empieza a las 8:30 y termina a las 14:10», respondieron.

Menos de seis horas por día. Mientras tanto yo tenía una jornada escolar de nueve horas (de 7:30 a 16:30). Este es de hecho uno de los factores que diferencian a la educación nórdica del resto del mundo: la poca carga escolar y de tareas, dejando que los niños tengan un montón de tiempo libre para hacer cosas que realmente les gusta hacer, como jugar con sus amigos o pasar tiempo con la familia.

Cuando les pregunté por el almuerzo, continuaron: «almorzamos a las 10:10 y luego comemos en la cafetería a las 12:15». Explicaron que no necesitan venir al colegio con dinero para la comida, pues ya está todo pago.

2. ¿Tienes actividades extraescolares?

«Estamos juntas en voleibol y yo estoy en danza y batería», dijo Lilja. «Y yo estoy en clarinete», añadió la Salka.

No me sorprende que dado lo temprano que salen de la escuela, tengan tiempo para hacer varias actividades extraescolares después, las cuales seguramente eligen ellos y les gusta.

3. ¿Cómo vas a la escuela y vuelves a casa?

«Caminamos, pero a veces, si no hace buen tiempo o yo no me encuentro bien, me llevan en coche, pero no muy a menudo. Salgo a pasear con mi padre y mi perro», explicó Lilja. Para que te hagas una idea de la cantidad de veces que usa la muletilla «like», esto fue lo que dijo en inglés: «We walk but sometimes if the weather’s not good or like I’m not feeling good, then like sometimes they drive me, but like not often. Like, I walk with my dad and my dog».

Quise saber también desde qué edad habían empezado a caminar solas al colegio. Respondieron que desde «primer curso», es decir, alrededor de los 6 años. ¿No es increíble? Ojalá todos los países dieran a sus niños tanta libertad e independencia…

4. ¿Qué sueles hacer en tu tiempo libre?

«Jugar con amigos, cocinar, pasar tiempo en familia», son algunas de las cosas que dijeron ambas chicas. Salka añadió «A mí me gusta mucho comer», a lo que Lilja comentó «A mí también. Quizás también ir de compras o algo así».

5. ¿Qué es lo que más te gusta de tu colegio? ¿Hay algo que no te guste?

En algunas de las preguntas en las que no esperaba que se centraran en la comida —como en esta—, de alguna manera se las arreglaron para centrarse casi exclusivamente en la comida. Supongo que sí es cierto que a ambas les gusta mucho comer.

«Algo que no me gusta es el pescado», declaró Lilja. «Sí, yo no como carne», acotó su amiga.

«Vale, pero ¿y además de la comida?», dije yo, «por ejemplo, ¿hay algún profesor que no les guste?». Esta pregunta fue respondida inmediatamente con un rotundo «¡SÍ!». «Dos profesores», de hecho.

«Odio las matemáticas», recordó Salka. «¡Sí, yo también!», acordó la otra. Cuando les pregunté por su asignatura favorita, ambas coincidieron en que eran los deportes y la educación física.

6. ¿En qué crees que se diferencian las escuelas de Islandia de las de otros países?

«¡Yo sé!», exclamó Lilja. «Para la comida de la cafetería y el almuerzo y esas cosas, en Australia tienes que conseguir dinero para el almuerzo».

Salka señaló algo que yo ya sabía: «No tenemos muchos deberes después del colegio. Solo una vez a la semana. Y cuando se acerca Navidad o algo así, no nos dan tarea durante dos meses.»

7. ¿Cómo sería para ti la escuela perfecta?

Lilja inmediatamente dejó clara su queja: «tener taquillas». A esto, su compañera añadió: «sí, taquillas y que puedes decorarlas tú misma, eso quiero».

Lilja continuó con sus diversas peticiones: «Y me gustaría tener mejor comida en la cafetería, o como otros niños que cuando empecé en primer grado no querían comer en casa porque solo les gustaba la comida que hace la cocinera, pero es todo lo contrario para mí. Yo querría mejor comida, taquillas, profesores divertidos y menos clases, porque cuando llegas a quinto tienes que estar 40 minutos más en la escuela».

Salka también hizo sus propias peticiones: «Y tener opciones para la comida, porque, si tenemos carne o algo así, o espaguetis, no podemos elegir otra cosa, simplemente tenemos que comer eso».

8. Si pudieras cambiar algo de tu vida de adolescente, ¿qué cambiarías?

«Dejar de tener que pelear», declaró Salka. «O sea, no ser malos unos con otros».

«Probablemente me gustaría que mi madre no estuviera en silla de ruedas», fue la triste e inesperada declaración de Lilja.

«Haría que mi madre no tuviese que trabajar mucho», dijo Salka. «Nunca está en casa cuando yo vuelvo. Probablemente llega a casa como a las siete o a las nueve.»

9. ¿Tienes un teléfono?

«Sí.» Ambos tenían uno, naturalmente. Pero lo interesante no era la pregunta principal, sino las siguientes.

«¿Desde qué edad lo tienes?»

«Seis», fue la respuesta de Salka.

«¿Seis años?»

«No, cinco. Me dieron el viejo teléfono de mi mamá porque querían que pudiera llamar cuando terminara la escuela.»

«Así que desde primer grado básicamente.»

«Sí.»

«¿Y tú?», me volví hacia Lilja.

«Cuando estaba en el jardín me dieron este teléfono, pero yo siempre lo perdía—era un teléfono muy viejo que básicamente no funcionaba. Y luego, cuando fui a primer grado porque como yo soy hago un montón de cosas como deportes y esas cosas, así que me dieron este reloj desde el que puedo llamar, y luego me dieron el viejo teléfono de mi papá.»

«¿Lo lleváis a la escuela?»

«Sí, pero no podemos usarlo. Lo ponemos en silencio y solo tenemos que tenerlo guardado en nuestros bolsos.»

«¿Qué hacéis normalmente en vuestros teléfonos?»

Salka: «Um, no mucho. Solo llamo, y tal vez hablo con mi madre y amigos, y tal vez algunos juegos, cuando estoy aburrida.»

Lilja: «Yo solo llamo a mis amigos y esas cosas, y luego juego a algunos juegos, pero trato de limitar el tiempo, porque mis padres me estresan si estoy demasiado tiempo, así que trato de detenerme si estoy demasiado en el teléfono, pero luego tal vez veo algo o juego, y sí, y quizás hago algunos videos en una aplicación, como TikTok para niños.»

Salka: «Mi padre es muy estricto con eso. Es muy estricto con mi límite de tiempo y cosas así. Pero mi madre es muy tranquila, solo confía en mí.»

10. ¿Estás saliendo con alguien actualmente?

Ambas —muy enfáticamente—: «no… ¡NO!». Bueno, teniendo en cuenta sus edades y su inminente entrada en la pubertad, apuesto a que esta respuesta no se quedará así por mucho tiempo.

«¿Y un crush? ¿Alguien que les guste?» Esto también se encontró con una respuesta negativa. Esta aún más que la anterior está a punto de cambiar muy pronto.


Así concluye la primera mitad de la entrevista. Según mi grabación de audio, duró unos 10 minutos. En cambio, la segunda mitad solo duró la mitad de ese tiempo.

Dado el carácter polémico/serio de la segunda parte, les recordé a las chicas que podían saltarse cualquier pregunta si no se sentían cómodas respondiendo a ellas. Luego procedí a leer la primera:

11. ¿Fumas, consumes drogas o bebes alcohol?

«No, somos demasiado jóvenes», comentó Salka. «Yo nunca haría eso», añadió Lilja.

Buenas chicas.

12. ¿Cuál es tu identidad de género?

Curiosamente, y supongo que comprensiblemente, ninguna de las dos sabía lo que significaba. Así que les expliqué que lo que quería saber era con qué género se identificaban.

Las dos contestaron: «Soy una chica».

Sabía que esa sería probablemente la respuesta, pero aun así me pareció una pregunta interesante de hacer, sobre todo teniendo en cuenta lo candente que ha estado este tema en el Occidente en los últimos años. Me refiero a la cuestión de la identidad sexual de los niños y si deben o no tener voz o derecho a una identidad no convencional, que es algo que ha causado mucha polémica sobre todo en Estados Unidos.

13. ¿Cuál es tu orientación sexual?

Algunos países tienen leyes que prohiben hablar de sexo y sexualidad con niños, ya que se considera que estás «corrompiendo su inocencia». Pero, ¿cómo puedes aprender sobre los intereses, deseos y necesidades sexuales de los niños si ni siquiera puedes preguntarles nada sobre eso? ¿O acaso vamos a fingir que los niños no son criaturas sexuales solo porque nos resulta incómodo pensar en que puedan llegar a serlo?

Lilja estaba un poco confundida con esta pregunta, así que su amiga se lo explicó en su lengua materna.

Salka respondió inmediatamente: «chico». Y cuando Lilja lo entendió, también dijo lo mismo.

Aunque algo que me pregunto ahora es, ¿cómo pueden estar tan seguras de que les gustan los chicos si antes me habían dicho que no les gusta nadie (no tienen ningún crush)?

14. ¿Ves pornografía?

«¿Porno? No», respondió rápidamente Salka. Era evidente que Salka estaba más informada sexualmente que Lilja, quien también necesitó una explicación sobre esta pregunta. «No, ella tampoco», respondió Salka por su amiga después de explicarle.

«¿Sois sexualmente activos?», pregunté directamente. Como era de esperarse, ambas me dijeron que no.

«¿Os masturbáis?»

«No sé qué es eso», anunció Salka. «¿Qué es eso?», quiso saber Lilja.

Ahí fue cuando me encontré con mi primer dilema moral. Una niña me estaba preguntando qué era masturbarse. Decir o no decirle, esa era la cuestión.

Si se hubiese tratado de una amiga mía, una hermana, una hija o una alumna, no lo habría pensado tanto. Pero el problema era que se trataba de alguien que yo no conocía.

Al final decidí que no era responsabilidad mía sino de sus padres y sus profesores enseñarles esas cosas, así que pasé a la siguiente pregunta sin decirles nada. No tenía ganas de que nadie me acusara de «corromper la inocencia» de nadie. Aunque no estoy de acuerdo con que los adultos se crean que tienen el monopolio de la información sobre los niños, y que pueden decidir qué informarles y qué ocultarles.

15. ¿Cómo fue que te enteraste sobre temas sexuales por primera vez?

Por algún motivo decidí saltearme esta pregunta. Ni siquiera se las mencioné.

De todas formas estaba claro que ambas tenían ciertos conocimientos sobre el sexo, mismo si todavía rudimentarios. Una sabía más que la otra, pero ambas estaban ya enteradas.

Lo más probable es que se hayan enterado por amigos, o bien por algún vídeo en TikTok o en YouTube. El Internet viene revelando a los niños todo lo que los adultos no quieren que sepan desde mi generación.

La pregunta que sí les hice aquí fue la siguiente:

«¿Vuestros padres os han hablado alguna vez de sexo?»

«No.»

Claro que no, si a los adultos les aterroriza la idea de hablar de sexo con niños. Mejor que se encarguen los profesores.

16. ¿Recibes educación sexual en la escuela?

«No, pero empezamos el año que viene, en sexto grado».

Debo admitir que esta respuesta me sorprendió y decepcionó mucho. No esperaba que Islandia arrancara tan tarde, sobre todo sabiendo que otros países europeos como Países Bajos arrancan en jardín con clases de educación sexual.

Creo firmemente que si un niño aprende sobre sexo (aunque solo sea como concepto, o como conocimiento muy básico) antes de que su escuela o sus padres hayan tenido la oportunidad de enseñarle sobre sexo, has fallado como educador y como padre. Del mismo modo, si un niño entra en la pubertad sabiendo poco y nada sobre sexo —como parecía ser el caso de estas dos jóvenes—, significa que la sociedad de los adultos le ha fallado gravemente a la de los niños.

17. ¿Crees que los adultos reconocen suficientemente la sexualidad de los niños y adolescentes? ¿Por qué sí o por qué no?

Dados los pocos conocimientos que parecían tener estas niñas sobre sexo y sexualidad —debido a los esfuerzos de los adultos en sus vidas por mantener estos temas en secreto—, decidí que no estaban preparadas para responderme esta pregunta así que me la salteé también.

18. ¿Crees que la edad de consentimiento debería aumentarse, rebajarse o está bien como está?

Como era de esperarse, ninguna de las dos sabía de qué se trataba esto, así que les expliqué que es una ley que establece que no puedes tener sexo legalmente si estás por debajo de una cierta edad. Les comenté también que esta edad depende de cada país, y que en Islandia es a los 15 años. Les pregunté qué pensaban sobre esto.

«Eso es como… no voy a hacerlo. O sea, no, cuando sea una… una a… [tartamudeando] una adulta», declaró Salka, y Lilja pareció estar de acuerdo con ella.

«Vale, ¿pero te parece bien la edad de consentimiento a los 15? ¿O debería ser más alta o más baja?»

«Um más alta, un poco más alta. Creo que es un poco joven. Porque es un gran riesgo quedarse embarazada a una edad tan temprana», comentó Lilja.

«Mi madrastra, su mejor amiga, se quedó embarazada a los 14 años», añadió Salka, presumiblemente concordando con su amiga.

Parece que el discurso del miedo surtió bien efecto en las mentes de estas niñas. Una cosas que me he dado cuenta es que en general, mientras más una sociedad piense que los adolescentes deberían esperar lo más posible para tener sexo, más los adolescentes de esa sociedad van a adoptar esta mentalidad también. ¿Pero es realmente lo que piensan o es condicionamiento y apropiación de ideas?

Es como lo que sucede con los cristianos conservadores y tradicionalistas. Ellos son los que más creen que se deben esperar hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales. Ahora bien, la pregunta del millón es: ¿estas personas habrían optado también por esperar si no hubiesen sido cristianos conservadores? Del mismo modo, ¿habrían dicho estas niñas que entrevisté que la edad de consentimiento debería ser más alta y que esperarían hasta la edad adulta si hubiesen vivido en una realidad alternativa en la que no es tabú ni se considera malo/prematuro tener relaciones sexuales siendo niño o adolescente?

Sé a ciencia cierta que hay algunos niños y, sobre todo, adolescentes que, de alguna manera, han podido escapar al lavado de cerebro de la sociedad y son capaces de reconocer cómo el gobierno está vulnerando sus derechos sexuales al establecer una edad de consentimiento elevada. De hecho, yo no soy la primera persona que le pregunta a niños lo que piensan sobre la edad de consentimiento. Ya lo habían hecho en el Reino Unido en el año 2000:

En noviembre de 2000 se realizó una encuesta por Internet entre 42.000 niñas de 12 a 16 años. «Nueve de cada 10 encuestadas no creían en la conveniencia de esperar hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales, mientras que el 87% afirmaba que la edad de consentimiento debía rebajarse de los 16 años. La educación sexual fue criticada por anticuada, poco informativa y por enseñarse demasiado tarde, con poca literatura estructurada sobre las enfermedades de transmisión sexual, las relaciones entre personas del mismo sexo y cómo afrontar un embarazo».

Wikipedia

Esto fue hace 24 años. La enorme mayoría de las niñas respondieron que la edad de consentimiento debería ser más baja que 16. Sin embargo, hoy en día sigue siendo 16. Eso prueba lo mucho que el gobierno escucha y se interesa por lo que los niños tienen para decir.

19. Aparte de tus padres y familiares, ¿hay algún adulto en tu vida con el que tengas una relación estrecha?

Salka se lo pensó unos segundos y respondió: «mi profesor(a)». Supongo que es una respuesta válida, pero no era lo que esperaba que me dijese.

Lilja dijo: «tal vez los padres de mi amiga, no lo sé».

«¿Os gustaría tener amigos un poco mayores que vuestros compañeros? ¿Como adolescentes o adultos?»

Ya me estaba preparando para la respuesta a esta pregunta, pero aún así me dolió cuando oí los «no».

Yo diría que no se trata tanto de que no deseen tener amigos adultos, sino más bien del hecho de que viven en una sociedad segregada por edades en la que no suele haber amistades entre niños y adultos, por lo que no pueden conceptualizarlo en su cabeza ni darse cuenta de los beneficios potenciales que podría reportarles una relación intergeneracional.

Incluso los adultos a los que les gustan los niños (por muy raros que sean) y tienen en su vida niños no consanguíneos con quienes comparten un vínculo amistoso, probablemente ni siquiera ellos ven a estos niños como sus amigos.

Me enorgullece ser uno de los pocos adultos que no solo mantiene relaciones estrechas con niños, sino que realmente los considera sus amigos, de ninguna manera inferiores (o cualitativamente diferentes) a cualquiera de mis amigos adultos por el hecho de ser niños.

A lo mejor, en una realidad paralela, podría haber sido amigo de Lilja y de Salka. Una que no condicionara a la gente a no creer en la amistad entre niños y adultos.

20. Si alguien te invitara a tomar un café, un chocolate caliente o un helado, ¿cuál elegirías?

«Chocolate caliente», exclamaron las dos al unísono y casi instantáneamente, mientras yo seguía leyendo la pregunta.

Había una segunda parte de esta pregunta que no me animé a decir: «Si te invitara yo, ¿irías conmigo?». Simplemente no pude hacerlo después de lo que me habían contestado en la pregunta anterior.

Como estaba planeado, al final de la entrevista les di los Smarties y les pedí de hacerles una foto y otra más conmigo. Me causó gracia que no se demoraron ni un segundo en abrir el paquete de Smarties—les tuve que pedir que por lo menos esperaran a hacer la foto antes de empezar a comerlos.

Salka y Lilja con sus bien merecidos Smarties, por haber sido las mejores participantes que he tenido hasta ahora.

Este día —20 de enero de 2025— caía exactamente un mes después de que me fui de Tailandia y de Asia. Exactamente un mes después de la última vez que interactué con niños, cosa que en Asia venía haciendo prácticamente todos los días. En Europa si no tienes niños en tu familia o no trabajas en una escuela es muy raro que los adultos tengan oportunidad de interactuar con niños. Me alegra haberla tenido con estas dos niñas. Ya estaba empezando a sentir la abstinencia.

Cerca de las 15:00 me despedí de Lilja y Salka y continué mi caminata. Decidí ir a ver la montaña en la isla al lado del mar.

La montaña en la isla al lado del mar

Y, ya que estaba, decidí también pasar por la escuela que yo estaba seguro tenía que ser la de las niñas.

Laugarnesskóli (I)
Laugarnesskóli (II)
Me encanta cuando incorporan dibujos de niños en la cartelería de las ciudades. Se ve que las opiniones de los niños no importan, pero al menos saben apreciar sus dibujos.

A las 21:30 me subí al autobús de BusTravel Iceland para hacer el último tour del que tenía pensado participar: uno para ir a ver la aurora.

Una aurora, también conocida comúnmente como aurora boreal o aurora austral, es un espectáculo de luz natural en el cielo de la Tierra, que se observa predominantemente en regiones de gran latitud (alrededor del Ártico y el Antártico). Las auroras muestran patrones dinámicos de luces brillantes que aparecen como cortinas, rayos, espirales o parpadeos dinámicos que cubren todo el cielo.

Wikipedia
Aurora (I)
Aurora (II)
Aurora (III)
Aurora (IV)
Aurora y estrellas
Estrellas

Esta jornada definitivamente fue una de apreciar y fotografiar bellezas naturales.

Ame,
Kato