Viaje a Selfoss en coche y visita a grunnskóli

Kara Ema:

El jueves me levanté a las 10:00. No había nadie en la casa, así que aproveché para pasar la aspiradora en el salón y limpiar la cocina en profundidad. Cuando se trata de hacer tareas de la casa, trabajo mucho mejor y más tranquilo cuando solo estoy yo en ella (sobre todo porque cuando están las niñas quiero jugar con ellas y ellas conmigo).

Otra de las ventajas de estar solo en la casa es que me puedo poner música. Conecté mi teléfono al parlante del salón por Bluetooth y me puse a escuchar algunos de los CDs que solía escuchar seguido durante mi adolescencia: Most Wanted de Hilary Duff, Hannah Montana de Miley Cyrus, y Lo que te conté mientras te hacías la dormida de La Oreja de Van Gogh.

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La Oreja, una banda que siempre he querido ver en vivo pero nunca están en el país donde estoy.

Mientras limpiaba descubrí que tienen muchos más juegos de mesa de los que había notado originalmente:

Dos bolsas llenas de juegos de mesa

Pero estos juegos de mesa —que los tienen guardados en dos bolsas al lado de la nevera— son diferentes de los que tienen en los gabinetes. Estos son más orientados a un público más grande (adolescentes/adultos) más que nada porque tienen reglas complicadas, involucrando estrategia y cooperación entre jugadores. Es la clase de juego que te encontrarías en uno de esos cafés de juegos para ir en grupo a jugar con tus amigos. De hecho, el de Deception que se ve en el centro de la imagen recuerdo que lo jugué en un café de juegos en Vietnam.

A las 13:00 saqué a pasear a Loki. Pasé por el jardín de Gyða y la llegué a ver a través de la ventana que daba a la clase. Vi que había dos maestras y alrededor de seis niños (incluyendo Gyða) sentados en una mesa. Me resultó extraña la poca cantidad de niños que había.

Cuando volví a casa me puse a leer un rato Teach Your Own. En un momento Holt menciona una película documental llamada We Have to Call It School, la cual muestra cómo funcionaba una escuela alternativa danesa en los años setenta.

Al principio de la película hay una toma de los niños llegando a la escuela por la mañana. Se oye la voz de uno de los profesores, Erik, que dice: «Tenemos que llamarla escuela. La ley en Dinamarca dice que los niños tienen que ir a la escuela, y si no llamáramos a esto escuela, no podrían venir aquí». Pero no es una escuela en el sentido en que entendemos esa palabra. Es un lugar de encuentro, convivencia y actividades para seis o siete adultos y unos ochenta niños de edades comprendidas entre los seis y los catorce años. Se parece más a un club que a cualquier otra cosa con la que pueda compararlo. Los niños van allí cuando les apetece, la mayoría de las veces durante el invierno, no tan a menudo cuando llegan la primavera y el sol. Una vez allí, hablan y hacen muchas cosas que les interesan, a veces con los adultos, a veces solos. Así aprenden mucho sobre sí mismos, sobre los demás y sobre el mundo.

Teach Your Own

Me pareció absolutamente fascinante ver este documental y aprender sobre esta fantástica escuela, donde los niños tienen libertad de aprender lo que quieren, y ellos son los que preparan la comida, los que limpian, los que forman parte de las reuniones donde se deciden las cosas importantes, etc. Es una escuela una comunidad donde los niños y los adultos se tratan de igual a igual, con respeto, cordialidad, y deseo de aprender uno del otro.

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We Have To Call It School

A las 18:30 Gyða me vino a buscar a mi cuarto: abrió la puerta, se acercó a donde estaba yo en la cama, me dijo «come» (ven) y me hizo seguirla hasta el salón, donde me indicó que quería que la ayudara a armar un rompecabezas de Stitch y Angel.

Armando el rompecabezas con Gyða
Terminando el rompecabezas

Cuando por fin terminamos de armarlo, Gyða dijo una de las pocas palabras islandesas que me puedo acordar dado que las niñas la utilizan seguido: aftur (de nuevo / otra vez). Así que desunimos las piezas y arrancamos de vuelta. Fue divertido. Siempre es divertido jugar con esta ternurita.

A eso de las 20:00 llegó Stefán con Svala. Por si no lo recuerdas, Svala es su hija de 11 años, quien solo viene a esta casa de jueves a lunes cada dos semanas, dado que el resto del tiempo lo pasa con su madre (quien no es la misma madre que las otras tres niñas).

Cuando Svala entró al salón y notó que yo estaba jugando con Gyða, se quiso sumar también. Así que hicimos algunas partidas de algunos juegos de mesa fáciles, de esos que son 100% azar y 0% estrategia, es decir todo lo contrario a los juegos de mesa complicados que te mencioné más arriba.

Jugando con Gyða a juegos de mesa fáciles

A diferencia de muchas de mis jornadas anteriores, el viernes fue un día largo.

Me venía levantando siempre a eso de las 10:00, pero el viernes me tuve que levantar a las 5:30, dado que había una tarea importante que tenía que hacer para la familia.

A las 6:00 salí con Freyja en su coche. Ella condujo. A la media hora llegamos al sitio donde ella trabaja. Freyja salió del coche, fue a su trabajo y yo me volví manejando hasta la casa.

A las 7:00 salí nuevamente con el coche, pero esta vez yo estaba sentado en el asiento del piloto, y Svala iba en el del copiloto. La tarea importante consistía en llevar a Svala a su escuela, la cual quedaba a 65 kilómetros de distancia, que se traducía a aproximadamente una hora de viaje en coche.

El problema no fue tanto por el hecho de que haya sido un trayecto largo, sino por lo duro que fue. Una combinación de diversos factores —la escasa visibilidad debido a que aún era de noche, la nieve en la carretera, la ocasional nevada y ventisca, las carreteras de doble sentido ridículamente estrechas— hizo que este fuese por lejos el viaje en coche más estresante de mi vida.

Conduciendo de noche por carreteras estrechas y llenas de nieve: no te lo recomiendo.

A las 8:00 llegamos a la escuela de Svala. Pensé que íbamos a llegar un poco tarde pero al final por suerte lo hicimos a tiempo. De hecho antes de tiempo, dado que Svala me pidió de esperar unos minutos: no se quería bajar del coche hasta que no llegara el autobús escolar, dado que no quería tener que esperar sola dentro de la escuela.

A las 8:20 apareció el autobús escolar y Svala se fue a su escuela. Yo también sería el encargado de ir a buscarla cuando saliera a la tarde. Para no tener que volver a pasar por la hora hiperestresante de viaje en coche de vuelta dos veces más para regresar a la casa y luego volver a la escuela de Svala, obviamente lo que tenía mucho más sentido hacer era quedarme por aquella zona. Así que eso hice.

El municipio donde estaba la escuela de Svala era muy pequeño y no había nada para hacer o ver allí, así que decidí ir al pueblo (relativamente) grande más cercano, llamado Selfoss, a 15 kilómetros hacia el norte.

Selfoss es una localidad del sur de Islandia, a orillas del río Ölfusá y en el oeste de la región de Suðurland. La Carretera de circunvalación (Hringvegur) la atraviesa en su recorrido entre Hveragerði y Hella. El núcleo contemporáneo se formó a finales del siglo XIX, cuando se construyeron los primeros puentes de suspensión sobre el Ölfusá y se convirtió en un centro de servicios agrícolas.

Wikipedia

Diez minutos antes de las 9:00 llegué a Selfoss. No sé qué tan legal será, pero decidí aparcar el coche frente a un Krónan y dejarlo allí por varias horas mientras me iba a caminar y conocer el pueblo.

Donde dejé aparcado el coche

El Krónan abría a las 9:00, así que esperé a que se hiciera la hora para entrar a comprarme algo para comer, dado que aún no había tenido oportunidad de desayunar nada. Me compré un yogur de caramelo y un par de snacks tipo galletas/panes.

Lo que me compré en Krónan (1587 kr; ~11€).

Cuando salí de Krónan arranqué mi caminata por el pueblo.

Parque Sigtúnsgarður
Lo que parecería ser un estanque de agua congelada con un banco en el medio
Una casa
Otra casa — Se puede ver desde afuera que estaban viendo Frozen.
Un colegio
Un lugar de camping — No es raro de ver estos sitios de camping, mismo en medio de la ciudad. Parece que los islandeses los usan para vacacionar, más que nada en verano.
Un parque de juegos rodeado por varias casas
Me senté en el columpio para tomar mi desayuno
Otra escuela

A las 10:20 pasé por Sunnulækjarskóli, la escuela de la última imagen. Mientras la observaba por afuera, me dije a mí mismo: «Tengo por lo menos tres horas durante las cuales voy a tener que estar aquí en Selfoss. Hace mucho frío como para pasarme las tres horas caminando por el pueblo, con lo cual tengo que encontrar otra cosa para hacer que no involucre estar afuera (ni gastar mucho dinero). Siempre quise conocer una escuela islandesa por dentro, ¿así que por qué no probar…?»

Entré a la escuela.

Los primeros diez minutos que estuve dentro del edificio de la escuela los pasé sin hablar con nadie ni anunciar que estaba allí. Es que quería ver cuánto tiempo alguien tardaría en darse cuenta y en preguntarme quién era y qué estaba haciendo ahí. La mayoría —tanto alumnos como personal— me pasaba por al lado sin siquiera mirarme, como si fuese invisible.

Después de recorrer un poco estándo de incógnito, decidí que tendría que hablar con alguien para anunciarme y oficializar mi visita. Saludé a una mujer que venía caminando por el pasillo en mi dirección, y le pregunté (en inglés) si tenía un par de minutos. Me pidió que la esperara en la recepción. Un rato más tarde me abrió la ventana de recepción y me preguntó en qué podía ayudarme.

Le expliqué que estaba allí porque estaba interesado en el sistema educativo islandés y en cómo funcionaban las escuelas en Islandia. Le dije que quería —si era posible— que alguien del personal me diese un tour por toda el colegio para mostrármelo, al mismo tiempo que me iba contando un poco sobre su funcionamiento. Tras corroborar, la recepcionista me informó que en ese momento no había nadie disponible para darme el tour, pero que si quería podía dar una vuelta por el edificio por mi cuenta, y volver más tarde para hablar con algún profesor cuando estuviese disponible.

Empecé entonces a recorrer la escuela, esta vez con autorización oficial, con lo cual si alguien me preguntaba qué estaba haciendo allí podía simplemente decir que era un visitante y tenía el permiso de la recepción. Una sola vez me pasó que un adulto (probablemente un profe) se me acercara a preguntarme si necesitaba algo; el resto simplemente me ignoró, o me saludó pero no me interpeló.

Hall central de la escuela, donde están las mesas donde los estudiantes almuerzan.

Las escuelas islandesas son tan geniales por dentro como lo aparentan por fuera. Desde el primer día que vi como eran por fuera (con los terrenos totalmente abiertos) supe que si había un país en Europa donde tendría chances de entrar a visitar una escuela por dentro iba a ser este. Me encanta que tanto los alumnos como los profes puedan ir con la ropa que quieran, entre muchas otras cosas que aprendí sobre cómo funcionan las escuelas aquí y que te contaré en breve.

Clase de gimnasia
Cartel recordando a los estudiantes que en esta escuela no está permitido el uso del teléfono móvil
Aula de… ¿carpintería?

Decidí que no podía estar en una escuela y no aprovechar para interactuar un poco con los alumnos y preguntarles cosas. Vi que había un grupo de niñas sentadas en el hall central, así que me acerqué y les pregunté si me podía sentar un rato con ellas. Me dijeron que sí y me senté.

Al principio simplemente observé lo que hacían, sin decir nada. Tenían abiertos cuadernos en una página que mostraba figuras geométricas, lo cual me dio la pauta de que estaban estudiando geometría. No tardé mucho en entablar una conversación ellas, en particular con una que claramente era la que más inglés sabía.

Me contaron que estaban en clase de matemáticas. Les pregunté por qué no estaban en el aula y me contestaron que era porque un niño había comido algo allí dentro que había dejado mucho olor, entonces preferían hacer la clase afuera (el profe les había dado permiso). Cuando les pregunté en qué grado estaban me dijeron séptimo, es decir que tenían entre 12 y 13 años. Otras cosas que me dijeron:

  • Esta escuela (grunnskóli) tiene clases de primero a décimo grado, es decir que los alumnos tienen entre 6 y 16 años.
  • El almuerzo es gratuito para todos los estudiantes, pero no es de lo mejor (las niñas me contaban que no les gustaba mucho la comida que les servían, y que les daban mucho pescado).
  • A veces hacen actividades fuera de la escuela o interescolares, pero no tienen nunca excursiones a sitios alejados como otras ciudades o pueblos en Islandia o en el exterior.

Estoy intentando acordarme todo lo que hablamos pero me está costando. Desearía haber grabado la conversación, como cuando entrevisté a aquellas niñas que me crucé en la calle.

Una cosa graciosa fue que en un momento de repente la niña que más sabía inglés me preguntó: «so… who are you?» («pues, ¿y tú quién eres?»), porque claro, yo me había venido a sentar con ellas y empezado a hablarles sin nunca haberme presentado. Así que cuando me preguntó eso les expliqué quién era y por qué estaba allí. Enseguida me empezaron a preguntar muchas más cosas, como a qué partes de Islandia había viajado, de dónde venía, a dónde iba a viajar después y demás.

En un momento apareció el profesor de las niñas, pero no pareció molestarle demasiado que yo estuviese con ellas, así que me quedé donde estaba un rato más. Me encanta lo relajado que se notaba el ambiente, con las niñas estudiando afuera del aula y charlando conmigo, el profesor con una taza de café en la mano, todos vistiendo ropa informal, una de las niñas arrojando un lápiz a otra desde el segundo piso, etc. Mientras tanto en otras partes del mundo existen escuelas donde a los niños ni siquiera les permiten salir del aula para ir al baño (o tienen un número limitado de «pases» que pueden usar para ir; una vez que se les acaban pues mala suerte).

Más tarde me crucé con otro profesor, quien me preguntó si había hablado con el director. Le dije que no, así que me llevó a su oficina a conocerlo. El director me estrechó la mano y me hizo sentarme en su despacho. Estuvimos hablando entretenidamente por un rato sobre diversos temas, incluyendo el sistema educativo islandés (vs. los de otros países), el funcionamiento de la escuela, y mismo sobre su propia vida y cómo fue que terminó convirtiéndose en director de escuela.

Resulta que originalmente había entrado a trabajar en la escuela como carpintero (en 2011) y había estudiado programación. En un punto se dio cuenta de que la programación no era lo suyo y quiso probar la enseñanza, así que hizo la carrera, obtuvo su título de profesor y empezó a enseñar en esta escuela. Unos años más tarde obtuvo el cargo de jefe de departamento de los alumnos más grandes y trabajó a la par junto con el director. Eventualmente el director anterior renunció, con lo cual él se postuló junto con unas cinco personas más y terminó consiguiendo el cargo.

También me dio un tour por algunas partes de la escuela donde yo no había entrado, como las aulas, las cuales tenían una particularidad especial: eran abiertas, es decir que en lugar de cuatro paredes tenían tres, y frente a un aula había otra. La idea de hacerlo así era para poder tener una mejor comunicación con otros cursos y hacer actividades en grupo. Otra cosa interesante que me contó es que en general las clases no las da un solo profesor sino varios al mismo tiempo.

Aula abierta

A las 11:30 ya estaba servida la comida y los niños podían bajar al comedor y hacer la fila para servirse lo que quisieran.

Recipientes desde donde los niños se servían

Otro lugar que el director me mostró fue el aula especial para niños con necesidades especiales, ya sea discapacidades mentales o físicas. Me dijo que estos niños tenían la libertad de elegir si querían formar parte de las clases con los niños sin discapacidades, o bien si preferían estar en esta aula especial para ellos. Podían ir alternando según se sintieran cómodos, lo cual me pareció fenomenal.

Esta es la parte de la entrada donde dejan los abrigos y el calzado. Notar las sillas de ruedas.

A eso de las 12:00, después de que el director estuviese charlando y paseándose por la escuela conmigo durante más de media hora, finalmente me dijo que tenía una reunión así que tendría que dejarme. Le pregunté si me podía quedar un rato más paseando por mi cuenta y me dijo que sí, y que si alguien me preguntaba simplemente que dijese que tenía el permiso del director para quedarme como visitante. En otros países me habrían dado una placa de visitante, pero aquí en Islandia esas cosas no hacen falta dado que todo es muy relajado y la gente confía en el otro.

Continué mi recorrida por la escuela solo. Pasé por un pasillo donde estaba el aula de arte a un lado, y al otro lado varios estantes exhibiendo obras de arte realizadas por los alumnos.

Monopoly con los países de Europa. Me divierte que hayan puesto a Islandia como el país más caro y al resto de los países nórdicos (excepto Dinamarca) como unos de los más baratos.

Hablando de Dinamarca, los niños islandeses tienen clases de danés en el colegio, además de inglés e islandés. Esto es por razones históricas, debido a que Islandia solía ser una colonia de Dinamarca.

Más arte (I)
Más arte (II)

En un momento entré a un sector de aulas y me crucé con una profesora. Nos estrechamos la mano y me dijo que era profe de inglés de los alumnos más grandes (décimo grado). Hablamos un par de minutos y luego fuimos a la sala de profesores, donde había tres profesoras más. Me quedé allí charlando con las profes un buen rato.

Cerca de las 13:00 me fui de la escuela, muy contento de haber finalmente tenido la oportunidad de visitar y conocer un colegio en Europa, tal como lo había hecho muchas veces en Asia. Gracias Islandia, te quiero ♥︎.

De la escuela caminé hacia un Nettó para comprarme algo para almorzar. Encontré dos productos de panadería que estaban al 50% de descuento así que aproveché y compré eso. Terminé gastando 448 kr (~3€).

De Nettó caminé hacia el Krónan donde había dejado el coche. Pasé por el baño y a las 13:30 me subí al coche y conduje hasta la escuela de Svala. Llegué justo a las 13:50; la hora en que habíamos acordado que nos encontraríamos en el aparcamiento. Svala ya estaba allí cuando aparqué el coche.

Le pedí que me esperara unos minutos dado que aún no había almorzado y tenía hambre. Saqué mis dos panes y me puse a comer. Ella sacó sus golosinas —que le había dado un compañero de clase que cumplió años— y también se puso a comer. A eso de las 14:00 emprendimos viaje de regreso a Mosfellsbær, el pueblo donde viven Stefán, Freyja y sus hijas.

El trayecto de regreso se me hizo mucho más tranquilo (léase: menos estresante) que el de ida, más que nada porque esta vez era de día y podía ver bien toda la carretera. Además otra cosa que me gustó es que arrancó con la parte difícil (las calles hiperestrechas) y a medida que avanzábamos se iba haciendo más fácil, con el agregado de carriles y rotondas. Durante la ida había sido todo lo contrario: visibilidad mínima y dificultad gradualmente en aumento. Svala creo que durmió un poco durante la ida y a la vuelta se la pasó leyendo un cómic.

Antes de llegar a la casa pasamos por el trabajo de Freyja para recogerla. Habremos llegado a casa a eso de las 15:30.

Había una amiga (compañera de clase) de Drifa en la casa, llamada Eva—rubia de ojos claros al igual que todas las otras niñas y que nueve de cada diez islandeses.

Eva hablaba muy bien inglés. Cuando le pregunté cómo es posible que ella hablé bien inglés y Drifa no tanto, a pesar de que las dos van a la misma clase y tienen la misma edad, me dijo que es porque ella ve mucho YouTube Shorts. Tiene sentido, la verdad. De hecho, la niña que mejor inglés hablaba en la escuela que visité me dijo exactamente lo mismo: que la razón por la cual habla bien es porque ve YouTube.

Es gracioso porque los padres de Drifa son superestrictos no dejando a ninguna de sus hijas usar dispositivos con pantalla por mucho tiempo, pensando que esa es la mejor forma de criar a un niño hoy en día, pero como todo en la vida tiene sus ventajas y desventajas, no se han dado cuenta de que al hacer esto están impidiendo que Drifa saque provecho de las ventajas de interactuar con pantallas, como justamente la posibilidad de mejorar drásticamente su nivel de inglés.

En una época, durante mis últimos años de secundaria y mis primeros de universidad, yo también me pasaba horas y horas viendo videos de YouTube en inglés, y pienso que eso contribuyó considerablemente en mi habilidad para con este idioma. Bueno, eso y los videojuegos, la gran mayoría de los cuales estaban en inglés. Y los libros, aunque en mi adolescencia no leía mucho en inglés.

A las 16:00 Gyða me vino a buscar para jugar con ella a armar el mismo rompecabezas del día anterior.

Gyða jugando conmigo a armar el rompecabezas de Stitch y Angel

A las 17:00 tomamos una merienda con Gyða.

Gyða untando pasta de cacao y avellanas en un pan

Me encanta cuando los padres dejan a niños de cinco años usar cuchillos y otras cosas que muchos otros adultos considerarían demasiado peligrosas para ellos. Como cuenta Jessica Braidwood:

A mi hija de cinco años le encanta ayudar. Ayudar de verdad. No en plan «aquí tienes un cuenco para que le eches harina». Quiere formar parte del verdadero trabajo que hacemos. Tenemos un negocio y cuando viene a la tienda con nosotros barre y friega el suelo, limpia las paredes y los platos. Estas son las cosas que puede hacer allí y que realmente contribuyen y son las que más quiere hacer. La versión diluida de «fingir» no es suficiente. Por supuesto, sigue teniendo cinco años y también quiere jugar, y eso siempre está bien. Jugar y trabajar son sinónimos para los niños.

Nuestros hijos son mucho más capaces de lo que creemos. Pasamos gran parte de su infancia tratando de garantizar su seguridad, y a menudo es en su detrimento. Somos sobreprotectores. Les insistimos en que «tengan cuidado» y al final empiezan a dudar de sí mismos. ¿Significa esto que creo que deberíamos dejarlos correr libres (y hacia el tráfico)? Por supuesto que no, pero nuestros constantes gritos de ‘ten cuidado’ y ‘déjame ayudarte con eso’ les hacen un gran daño.

Así que me esfuerzo por intentar sentirme cómoda con un cierto grado de riesgo en la vida de mis hijos. Nuestra hija de cinco años corta con un cuchillo afilado, utiliza tijeras de verdad, cocina y enciende velas. Quiere cocinar comida de verdad. Quiere pasar la aspiradora de verdad. Quiere clavar clavos de verdad. Las versiones de juguete de las herramientas nunca han sido lo suficientemente buenas en nuestra casa.

Así que le regalamos un juego de herramientas de verdad cuando cumplió tres años. Cuando jugamos a los médicos, jugamos con instrumentos de verdad. Cocina comida de verdad con nuestros utensilios de cocina. Todavía me pongo un poco nerviosa cuando le doy un cuchillo de cocina para que corte cosas, pero lo hago porque quiere aprender y es cuidadosa.

[…]

Nuestros hijos quieren trabajar de verdad. Tenemos que darles herramientas reales e invitarles a que corran el riesgo que ello conlleva.

Esto es la vida real, dejemos que nuestros hijos la vivan.

The Natural Parent Magazine

Mientras Gyða se preparaba su pan con pasta de chocolate yo me hacía una tostada con queso, salame y mantequilla. Cuando la niña vio que yo me estaba poniendo eso, se me quiso copiar y se puso queso y salame también, encima de la pasta de cacao y avellanas. No me pareció la mejor combinación, pero ¿quién soy yo para juzgar los gustos de una niña de cinco años?

Gyða intentado cubrirse la cara con su pan de queso, salame y chocolate.

A los pocos minutos apareció Íris, una niña uno de cuyos pasatiempos favoritos es hurgar por comida en la cocina. Cogió el tarro de pasta de chocolate, le clavó el cuchillo y se lo metió en la boca.

Íris chupando el chocolate del cuchillo

El resto de la tarde me la pasé jugando con las cinco niñas que había en la casa en aquel momento: Svala, Drifa, Íris, Gyða y Eva. Me volvieron loco pero fue divertido.

A la noche cenamos unos espaguetis que cocinó Stefán. Luego nos fuimos a dormir.

Ame,
Kato