Kara Ema:
En mis viajes por el mundo y mi continua interacción con niños he llegado a la siguiente conclusión. No importa de qué cultura o de qué país sean, hay ciertas cosas que todos los niños del mundo hacen. Ponerse un hielo en la boca hasta que se derrita, jugar a que el suelo es lava, perseguir una mariposa, chapotear en un charco, reventar plástico de burbujas, perseguir burbujas de jabón, dibujar en vidrios empañados, oír el mar dentro de los caracoles, lamer la cuchara mientras se cocina algo dulce, hacer una cueva o fortaleza con una manta.
Mientras los adultos de Rusia se matan contra los de Ucrania, y los de Israel contra los de Palestina, los niños rusos, ucranianos, israelíes y palestinos hacen todas las cosas que mencioné en el párrafo anterior. Mientras los adultos se ven como enemigos, los niños se ven como potenciales compañeros de juego. A los niños no les interesa de qué país vienes, qué edad tienes, de qué raza o religión eres. Los más pequeños muchas veces ni siquiera se preguntan el nombre la primera vez que se ven, sino que van directo a lo importante: jugar y divertirse entre ellos.
Los niños nos recuerdan a los adultos que más allá de nuestras diferencias aparentes, en el fondo todos somos iguales—todos somos humanos.
El programa diario de actividades de voluntariado en el orfanato donde estoy voluntariando es el siguiente:
Hora | Actividad |
---|---|
06:30 – 07:00 | Llegada al orfanato |
07:00 – 08:00 | Ayuda a los niños con sus estudios |
08:00 – 08:30 | Desayuno |
08:30 – 09:00 | Preparación para ir a la escuela |
09:00 – 09:30 | Lleva a los niños a la escuela |
09:30 – 13:00 | Tiempo libre |
13:00 – 14:00 | Almuerzo |
14:00 – 16:00 | Tiempo libre |
16:00 – 16:30 | Ve a buscar a los niños a la escuela |
16:30 – 17:00 | Merienda |
17:00 – 18:00 | Tiempo de juego |
18:00 – 19:00 | Ayuda a los niños con sus tareas |
19:00 – 20:00 | Cena |
20:00 – 21:00 | Tiempo de terminar las tareas/estudios |
21:00 | Hora de irse a la cama |
¿Qué es lo que te llama la atención de este programa?
Supongamos que los niños duermen ocho horas (entre las 22:00 y las 06:00). De las 16 horas que les quedan del día, 7 están en la escuela —de las cuales solo tienen 45 minutos de recreo/hora para almorzar—, 4 se la pasan estudiando, haciendo tarea o preparándose para la escuela, luego tienen 2 horas para las diferentes comidas (incluyendo ayudar a preparar, distribuir los platos y lavar), y quizás ~2 horas más para otros preparativos, aseo personal, ayuda con la limpieza y demás. Eso solo les deja una hora libre para jugar por día.
Y por cierto, ¿sabías que los nepalíes trabajan y van a la escuela los domingos? Yo tampoco: me enteré hoy. Eso significa que esta rutina en la cual los niños se la pasan estudiando y solo tienen una hora para jugar, se repite en sus vidas seis días por semana, dejándoles solo un día de feriado (el sábado) en el que sí tienen más tiempo de relajación y ocio.
Así y todo los veo felices a los niños del orfanato, sobre todo porque se tienen los unos a los otros, en la gran familia de hermanos y hermanas que conforman. Me encanta ver cómo interactúan entre ellos, prestándose útiles escolares, ayudándose con las tareas, llamándose «hermano» o «hermana», y haciéndose burlas de esas que van acompañadas de un guiño o una sonrisa pícara, esas que se hacen los hermanos para demostrarse cariño sutilmente, construyendo una complicidad única que fortalece el vínculo entre ellos. Y como a mí me tratan como a un hermano más, yo también soy partícipe de estas burlas afectivas.
El martes llegué al orfanato a las 6:30. Debo confesar que me costó despertarme tan temprano, sobre todo porque venía despertándome casi siempre a las 8:00–9:00 o incluso más tarde.
Los niños ya estaban todos despiertos y haciendo cosas. A los primeros que vi fueron a los que estaban sentados en la entrada, quienes me saludaron cuando me vieron entrar por el portón.
Subí hasta la cocina y saludé a Menaka, quien me ofreció un té con galletas como una especie de predesayuno, antes del desayuno de las 8:00 que tendría con los niños. Le agradecí pero le dije que para el día siguiente preferiría café en lugar de té. Si voy a tener que arrancar mi día a horas tan tempranas mejor que sea con un café, ¿no?
Después de tomar el té bajé a ver qué estaban haciendo los niños. Me encontré con que estaban todos en la sala de estudio, haciendo tareas o estudiando. Pregunté si alguno necesitaba ayuda, y uno de los chicos de 15 años me hizo sentar al lado de él y me pidió ayuda con un problema de análisis matemático.
Ahí fue cuando me di cuenta, horrorizado, de que a pesar de que pasé alrededor de una década de mi vida —entre la secundaria y la universidad— haciendo análisis matemático, ya casi no podía recordar nada. Me sentí impotente al no poder ayudarlo en algo que debería saber, y que en algún momento no solo supe sino que también me gustaba y era relativamente bueno en ello.
Realmente me hizo pensar en para qué los humanos modernos dedicamos tanto tiempo de nuestra juventud aprendiendo cosas que al final acabamos olvidando y en la práctica casi nunca empleamos, cosas que muchas veces ni siquiera nos gustan o nos interesan, sino que las aprendemos solo porque el sistema educativo nos obliga, porque la sociedad considera que si no sabemos análisis matemático o historia no seremos personas civilizadas y cultas.
El problema consistía en factorizar la expresión matemática 9a² – 30a + 24 – 8x – 16x². Más tarde, con más tiempo y menos presión, me puse a buscar la solución al problema y me di cuenta de que no era tan difícil. La clave estaba en saber agrupar correctamente los términos y aplicar propiedades como completar cuadrados y diferencia de cuadrados:
Expresión original | 9a² – 30a + 24 – 8x – 16x² |
Agrupación de términos | (9a² – 30a + 25) + (-16x² – 8x – 1) + (24 – 25 + 1) |
Completar cuadrados | (3a – 5)² – (4x + 1)² |
Diferencia de cuadrados | [(3a – 5) – (4x + 1)] [(3a – 5) + (4x + 1)] |
Expresión factorizada | (3a – 4x – 6) (4x + 3a – 4) |
Después de ayudar a este chico me fui un raton con Kwina. Ella se puso a hojear las hojas de su libro y cada tanto paraba en alguna página para señalarme las ilustraciones y decirme los nombres que sabía. Yo también a veces le preguntaba («What is this one? And this one?»).

A las 8:30 desayunamos. Los nepalíes comen igual que los indios: sin cubiertos; solo usando las manos, incluso para cosas como dāl bhāt, uno de los alimentos más clásicos de este país (y el plato nacional).
Dāl bhāt es una comida tradicional del sur de Nepal. Consiste en arroz cocido al vapor y un guiso de legumbres llamado dal. Es un alimento básico en estos países. Bhāt o chāwal significa «arroz hervido» en varias lenguas indoarias.
Wikipedia


Yo ya había probado comer con las manos la noche anterior y la sensación no me había gustado para nada, así que decidí que usaría siempre cubiertos. Esto es raro en mí, dado que normalmente no me cuesta adaptarme a los usos y costumbres de cada cultura que visito, y de hecho me gusta probar hábitos distintos. Pero en este caso preferí abstenerme.
Después de desayunar cada uno lavó su plato y se fueron a sus respectivas habitaciones para cambiarse y prepararse para ir a la escuela. La preparación de las niñas era algo más laboriosa que la de los varones dado que incluía peinarse y arreglarse el cabello.

A las 9:00 pasadas arrancamos la caminata hacia la escuela. Me gustó cómo los niños se ordenaron naturalmente del más pequeño (Kwina) al frente y el más grande por detrás, cosa de que los más grandes pudiesen ver y cuidar de los más peques. Los más pequeños también siempre iban de la mano de uno de los más grandes. Yo iba delante de todo, con lo cual era quien debía marcar el paso. Sakhi iba detrás. Los más grandes a veces daban órdenes como «ahora crucemos la calle» o «vayamos un poco más de prisa», y todos las acataban.



Lo bueno de esta escuela —además de tener el idioma inglés como principal— es que incluía todos los niveles —infantil, primaria y secundaria—, con lo cual todos los niños del orfanato venían aquí.
Tras despedir a los niños y desearles una bonita jornada escolar, me fui para la casa de Ruchir a descansar un rato. A las 13:00 me fui al orfanato para almorzar.

Aprovechando que estaba vacío, me puse a dar una vuelta por el orfanato y a inspeccionar los carteles y afiches que estaban pegados en las paredes.


El horario es parecido al que te mostré más arriba, solo que en este por ejemplo se puede ver que los niños se levantan a eso de las 6:00 o incluso antes. Lo de rezar y meditación yo le pregunté a uno de los niños si lo hacían y me dijo que no lo estaban haciendo. Luego, en el papel de la izquierda puedes ver que cada habitación tiene entre tres y cuatro niños, y uno de ellos es designado «capitán».
Pero el papel más interesante para mí fue el del medio, en donde figuran todos los niños del orfanato, junto con sus calificaciones escolares y el rango dentro de su curso (es decir, si es el primero de la clase, o segundo, tercero, etc.). Esto del rango es algo muy común en muchos países asiáticos, donde la educación es altamente competitiva. Fíjate cómo le asignan una calificación numérica y un rango incluso a Kwina, la niña de 4 años que va al jardín. Mientras tanto en Finlandia no les empiezan a asignar calificaciones numéricas a los niños hasta que llegan a la secundaria…
A las 13:30 almorcé unos fideos que me preparó Menaka.
Cerca de las 16:00 salimos con Sakhi a buscar a los niños a la escuela, y volvimos con ellos al orfanato.
En un momento le pedí a una de las niñas que me enseñara su horario escolar.

Los niños más grandes en Nepal es común que hagan actividades de escultismo (scouting) una vez por semana. Ese día tienen que ir a la escuela con su uniforme de scouts, que es distinto del uniforme común y el de gimnasia.
Eso que habíamos hecho el día anterior de ir a ver la tele después de cenar parece que había sido excepcional debido a que el lunes había sido feriado. El martes después de cenar los niños fueron todos a la sala de estudio en lugar de la sala de la tele, a terminar de hacer sus tareas.

Tanto esta noche como todas las subsiguientes, una cosa que hacemos a menudo con los niños mientras ellos hacen la tarea es que yo pongo canciones en mi teléfono para escuchar y a veces también cantar con ellos. Algunas veces las elijo yo, y otras son ellos los que me piden que ponga un tema en particular que conocen y les gusta, a lo cual yo suelo responder: «lo pongo pero lo tienes que cantar». Si me dicen que no saben la letra se las busco.
A eso de las 20:30 me despedí de los niños y me fui a la casa de Ruchir a dormir.
En un momento del día —creo que mientras los niños se alistaban para la escuela— me lo crucé a Ruchir y le pedí que me contara sobre cómo fue que había decidido fundar este orfanato, cómo arrancó todo, cuáles son los costos operativos y demás detalles gerenciales.
Me dijo que todo arrancó cuando su hermana quedó discapacitada. Eso le hizo querer crear un espacio donde pudiera cuidar de ella. Al principio —en 2016— arrancó alquilando un edificio mucho más pequeño que el que tiene ahora, en el cual cuidaba de su hermana y de cuatro niños. Hoy en día su hermana ya no está en el orfanato, y hay cuatro veces más de niños.
El edificio actual también es alquilado. Le pregunté cuánto pagaba de renta y me dijo aproximadamente 500€, lo cual es prácticamente regalado para un edificio de cuatro pisos y más de diez habitaciones/espacios.
Además del costo de la renta tenía que pagar también el personal, los servicios, las salidas ocasionales con los niños, los ingredientes para la comida, las inspecciones médicas de rutina y las tasas académicas. El costo total mensual para mantener el orfanato operativo es de 3000€, es decir menos de 200€ por niño.
Con esos valores tan bajos y asequibles me tienta la idea de tener mi propio orfanato…
Ame,
Kato
Hay que ver cuanto cobra un nepali