Jornada con los niños del Barangay 40

Kara Ema:

Estos últimos tres días mi rutina ha sido siempre la misma: levantarme a eso de las 9:00, bajar a desayunar, escribirte, ver clases de la universidad, y a las 15:00 salir hacia los barangays para hablar con la gente y jugar con los niños.


El jueves a las 15:00 salí del hotel.

Perros enjaulados en un vehículo, posiblemente siendo llevados a un depósito municipal.

Esta vez decidí visitar el Barangay 40, es decir el de Luis, pero no para ver a Luis sino para ir al campo de baloncesto con la esperanza de encontrar algunos niños con quienes jugar. Todos los barangays tienen un campo multipropósito (o como lo llaman los residentes, «gym» o gimnasio), el cual utilizan como espacio para jugar al básquet, al vóley, o simplemente para reunirse y charlar o hacer stand-by.

El gimnasio del Barangay 40

En el gimnasio en sí no había niños cuando pasé —bueno sí, pero estaban ocupados jugando al baloncesto—, así que continué caminando un poco más y enseguida me encontré con estas dos niñas:

Niñas haciendo stand-by en la calle

Me recibieron con sonrisas y nos pusimos a charlar. Me impresionó su nivel de inglés; no recordaba que los niños filipinos hablasen inglés lo suficientemente bien como para mantener una conversación.

Poco a poco fueron apareciendo más niños. Después de hablar con ellos por un rato, me fui, pero no había hecho más de 100 metros que de repente aparecieron varios de los niños y me dijeron que querían venir conmigo.

Me acabo de dar cuenta de que es posible que te estés haciendo algunas preguntas tales como «¿Los padres de estos niños a dónde están?» o «¿Por qué estos niños no están en la escuela un día se semana?», así que antes de seguir te las respondo.

La cosa es así. Actualmente en Filipinas son vacaciones escolares, con lo cual los niños no tienen que ir al colegio. Es por eso que los niños de los barangays se pasan el día en el gimnasio o en las calles haciendo stand-by o jugando con sus kabayan (vecinos). Durante el día los padres generalmente están trabajando, con lo cual los hermanos mayores suelen cuidar de los hermanos menores, además de los mismos kabayan.

A las 16:30 pasamos por la escuela primaria Cesareo Villa-Abrille. Yo quería entrar a visitarla pero la de seguridad me dijo que los niños no tenían permitido ingresar conmigo, entonces para no hacerlos esperar en la puerta decidí volver en otro momento en que no estuviese en compañía de niños.

Escuela primaria Cesareo Villa-Abrille

También pasamos por un jardín de infancia, el cual era básicamente una casa, como los jardines que había visto en Vietnam.

Casa reconvertida en jardín de infancia

En un punto tuvimos que cancelar el paseo y volver sobre nuestros pasos, dado que nos topamos con una calle totalmente inundada (había estado lloviendo bastante más temprano).

Calle inundada

Si no recuerdo mal eran cuatro los niños que me estaban acompañando. Antes de volver al gimnasio, me pidieron si les podía comprar algo para comer y beber, lo cual acepté.

Comprando a los niños samalamig

Samalamig, también conocido como palamig, es un término colectivo que designa diversas bebidas dulces frías filipinas que suelen incluir ingredientes gelatinosos. Las hay de varios sabores y suelen venderlas los vendedores ambulantes como refresco. Los ingredientes típicos de estas bebidas son gulaman (agar), perlas de sagú, kaong, perlas de tapioca, nata de coco y coco (incluido el macapuno).

Wikipedia

Además del samalamig, les compré un tokneneng (huevo duro rebozado y frito) y una porción de patatas fritas. También pedí unos cheese sticks para mí. Todo me costó ₱170 (~3€).

A las 17:00 volvimos al gimnasio. Habían colocado una red y estaban jugando al vóley.

Jugando al vóley

Había una chica de 13 años (la de la izquierda en la última foto) que no me dejaba hacerle fotos pero que me contó que era mitad japonesa y mitad filipina. Era muy bonita, o como le dicen aquí: gwapa. En general todas las filipinas son bastante gwapas, y siempre me aseguro de hacérselo saber. Ellas también a veces me dicen que soy gwapo.

Sí, gwapa suena igual que guapa, y no es casualidad. Tiene que ver con el hecho de que las Filipinas fue colonia de España durante más de 300 años. Hay un montón de palabras en uso corriente aquí que suenan igual o muy similar a palabras en castellano. Por ejemplo: kotse, basura, eskwela, tsinelas, mansanas, merienda, sweldo, kabayo, banyo, keso, sapatos, baka, kutsilyo, silya, kamiseta, katedral, museo, tsokolate, yelo, kwento, etc.

Ya que estamos hablando de lenguaje, los niños me enseñaron algunos términos de su propia lengua, incluyendo «kuya» (hermano mayor) y «tito» (tío). Yo les pedí que conmigo utilizaran siempre kuya.

A las 18:00 me acerqué a la tienda sari-sari del gimnasio, no para comprar nada sino porque había dos lolis adentro y quería saludarlas. La más pequeña se la pasó mirándome fijo con los ojos como platos y la boca herméticamente sellada, como si estuviese viendo un fantasma. Supongo que sería la primera vez que veía a un hombre blanco/extranjero.

Así me miraba la peque

A las 19:00 me invitaron a jugar al vóley con ellos, lo cual accedí un rato. Una de las niñas me pidió prestado el teléfono para filmarme mientras yo jugaba.

Mi fotógrafa personal

Después de jugar al vóley nos sentamos a charlar un rato. Tanto en este momento como antes del partido nos divertimos de diferentes maneras: hicimos karaoke, las niñas me mostraron cómo bailaban, nos enseñamos idiomas (ellos a mí bisaya/tagalo y yo a ellos castellano), entre otras cosas. Una cosa que me pareció curiosa es que básicamente todos sabían contar del uno al diez en español.

Montaje: cantando, bailando, contando en español. Hay una niña que tiene una voz que me encanta cómo suena, y otra una risa. A ver si te das cuenta de quiénes son.
Niñas sentadas posando para la foto

A las 21:00 me fui del barangay, no sin antes prometerles a los niños que volvería al día siguiente, dado que varios me habían pedido que por favor volviese.

Esta calle (San Pedro) por alguna razón siempre está llena de triciclos. Quizás sea porque aquí es donde la gente se baja de los jeepneys y se sube al triciclo para ir a su casa dentro del barangay.

Estaba cansado, sediento y hambriento, dado que no había comido ni tomado nada en toda la tarde (salvo por los cheese sticks). Decidí que pasaría por un 7-Eleven antes de volver al hotel.

Camino del 7-Eleven me crucé con un grupo de niños que estaban a mitad de calle en una calle que cruzaba a la que yo venía transitando. Normalmente cuando veo niños soy yo el que quiere ir a saludarlos y jugar con ellos, pero en este caso —tras haber estado jugando y charlando con niños durante las últimas seis horas— estaba tan cansado, hambriento, sediento y vejigallenaiento que decidí seguir caminando.

A dos pasos de haber cruzado la intersección, oí unas vocecillas diciendo simpáticamente «hello!». Eran los niños saludándome. Me habían visto, así que ahora no me quedaba otra que saludarlos y charlar con ellos unos minutos. Mis necesidades corporales tendrían que esperar un poco más para ser cubiertas.

Igual me alegra que me hayan abordado, dado que estaban todos hipermegacontentos de haberse cruzado con un extranjero, al punto de que se ponían a gritar como locos, como si se hubiesen encontrado con un cantante famoso o un futbolista.

Niños que me abordaron en la calle para saludarme

Al igual que con los otros niños, les pedí que me contaran hasta diez en español y que me bailaran un poquito. Ambas cosas las hicieron estupendamente. Las niñas me pidieron que buscase en mi teléfono un TikTok mashup para que ellas bailaran, y algo de música budots.

Budots es un género de música electrónica de baile (EDM) de base que se originó en la ciudad de Dávao, Filipinas y es considerada hiphop de estilo callejero. Con el tiempo, se extendió en las regiones de habla bisaya. Está basada en la música house y los ritmos de tangonggo Sama-Bajau y se considera la primera música electrónica «filipina», caracterizada por su uso intensivo de percusión, bajos hipnóticos, silbidos agudos, y ruidos naturales que rodean la ciudad.​ Es creada para complementar una forma de baile callejero de estilo libre que lleva el mismo nombre.

Wikipedia
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Niña bailando budots (I)
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Niña bailando budots (II)
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Niña bailando budots (III)

En un momento uno de los niños me preguntó si me podía tocar la mano. Cuando accedí a su singular petición, todos los niños me tocaron la mano al mismo tiempo y luego salieron corriendo y chillando de alegría. No podía creer que estuviese causando semejante estado de euforia y excitación en niños con el simple hecho de dejarles tocar mi mano.

Montaje: contando en español, bailando budots, tocando mi mano y gritando.

Me preguntaron si me podían acompañar al 7-Eleven. Les advertí que no les iba a comprar nada a ellos sino solo a mí. Me dijeron que no tenían problema, o sea que básicamente solo me querían acompañar para verme cenar.

Mientras estábamos yendo una persona (filipino) que pasaba por al lado les advirtió a los niños que tuviesen cuidado dado que yo podía ser un secuestrador. Los niños no le hicieron caso, y la mujer que estaba con ellos tampoco. Me miró, me sonrió y me dijo que confiaba en mí.

Entré al 7-Eleven yo solo mientras los niños me esperaban sentados en una de las mesas de afuera. Compré una botella de agua grande, un sándwich de jamón y queso, y dos paquetes de patatas fritas (₱253; 4€). Tan pronto como salí del local, la mujer que acompañaba a los niños (probablemente la madre de alguno de ellos) se volvió a su casa, dejándome a mí solo con siete niños, seis de los cuales eran niñas, una de las cuales tenía seis años.

A todo esto ya eran más de las 22:00, que es la hora a partir de la cual supuestamente los niños no pueden estar en la calle (toque de queda). Me senté con ellos, abrí uno de los paquetes de patatas fritas y les dije que agarraran todas las que quisieran. Abrí mi sándwich de jamón y queso y lo completé poniéndole patatas fritas adentro. Estaba por abrir la segunda bolsa de patatas cuando los niños insistieron con que no la abriese ahora sino que me la quedase para comer más tarde yo solo.

Al cabo de unos minutos, cuando nos terminamos toda la primera bolsa de patatas, los niños me indicaron que querían irse a sus casas, así que les dije que yo iría con ellos, dado que mi hotel quedaba cerca de donde nos habíamos encontrado.

Caminamos juntos hasta la intersección donde ellos me habían abordado, y allí fue donde nos despedimos. Como había pasado con los otros niños, estos también me pidieron que volviese a pasar por ahí al día siguiente así nos podíamos volver a ver.

De ahí me fui para el hotel. Habré llegado a eso de las 22:30.

Ame,
Kato