Visita a un asentamiento del grupo étnico bajau

Kara Ema:

El domingo salí del hotel a las 13:30.

Antes de ir a los barangays pasé primero por el supermercado Felcris, donde compré algunas cosas que pretendía dar a los niños, pero al final nunca llegué a hacerlo dado que no encontré un momento en el que estuviese con pocos niños como para repartir los chocolates que compré (bueno en realidad sí hubo momentos, pero no me acordé de hacerlo).

Lo que compré en el supermercado (₱266; ~4€)
Llegando a los barangays

Dado que hoy era mi último día completo en Dávao, antes de irme quería saludar a Luis una última vez, así que lo fui a buscar a su casa.

Este pasaje estrecho que ves en el medio de la foto es la entrada a la casa de Luis

Luis y su familia estaban durmiendo una siesta cuando llegué. Se despertaron y me saludaron, contentos de volver a verme. La pequeña Ligaya estaba en TikTok con el teléfono de su padre. La llamé para decirle que tenía un regalo para ella, pero no me prestó la más mínima atención. Le di una de las chocolatadas, la cual cogió sin agradecerme y empezó a tomar unos minutos después, todo sin quitar sus ojos del teléfono.

Su padre y su hermano intentaron sin éxito hacerla interactuar conmigo en lugar de con la pantalla. Me pareció un poco triste ver una niña tan pequeña ya tan dependiente del chute de dopamina que genera scrollear las redes sociales. Mi consuelo es pensar que al menos los otros niños que conocí en el barangay salen bastante a jugar afuera con sus amigos, hermanos y vecinos, en lugar de pasarse el día encerrados en el cibercafé o en su casa con el teléfono de sus padres o abuelos.

Me senté a charlar con Luis durante unos veinte minutos, tras lo cual me despedí y continué mi rumbo por el barangay. A los dos minutos de salir de su casa me topé con dos niñas que estaban vendiendo halo-halo. Eran primas y muy simpáticas.

Las primitas vendedoras de halo-halo

Mientras esperaban a tener clientes, se entretenían haciendo TikToks. Les pregunté si alguna vez las habían banneado (i.e. suprimido la cuenta), y me respondieron que un montón de veces. No me sorprende. A los niños les encanta TikTok y muchos de ellos se crean cuentas y suben videos —sobre todo las niñas bailando—, pero a los dueños de las redes sociales no les gusta que los niños se creen cuentas dado que les puede traer problemas legales cuando inevitablemente alguno sube algún video demasiado sensual o sin la suficiente ropa. Como de costumbre la adultocracia limitando las libertades de los niños con la excusa de «protegerlos».

Les dije a las niñas que quería ir a ver a los bajau, un grupo étnico minoritario que me habían contado que tenía un asentamiento cerca de allí. Ellas me señalaron el camino que debía tomar para encontrarlos. Me despedí y seguí mi rumbo.

Sendero costero que llevaba al asentamiento bajau (I)
Ídem (II)

Mientras caminaba por este sendero me encontré con unas personas muy majas. Una mujer, dos chicas adolescentes y un niño que claramente era bayot (gay). Es curiosa la cantidad de homosexuales que hay en esta comunidad. Se nota enseguida por la forma en que hablan y se expresan, y porque a veces me preguntaban si yo también era bayot.

Personas majas

Les dije que estaba yendo a ver los bajau, y los tres chicos de ofrecieron acompañarme.

Yendo hacia la comunidad bajau con los tres chicos que me encontré en el camino

Sinceramente no sabía qué esperar de esta comunidad. Algunas personas me habían dicho que olían mal pero eran simpáticos, otros que eran como los gitanos de Asia. Me encanta adentarme en grupos étnicos minoritarios y aprender de ellos, así que estaba muy ansioso por conocerlos.

Los Bajaus (sama en bajau; bayao en español) son un grupo étnico originario de la parte meridional de Filipinas, instalados principalmente en el archipiélago de Joló, la península de Zamboanga y Gran Manila.

[…]

Son conocidos como los «gitanos del mar» a causa de su estilo nómada […]. Igualmente, los bajaus son conocidos por sus grandes destrezas en el buceo, ya que logran descender hasta 30 metros de profundidad cuando sus cuerpos están totalmente relajados.

[…]

Al ser nómadas, viven en carpas, visten ropa colorida hecha a mano con tela Dastar tradicional, su música y danzas son similares a las de los gitanos, que tienen algo de similitud en las danzas típicas de España como el flamenco.

Wikipedia

Eran las 15:00 cuando llegamos a la comunidad.

La entrada estaba repleta de niños, muchos de los cuales portaban solamente o un pantalón o mismo un calzoncillo. La ropa que traían era bastante colorida. Algunos tenían mechones de pelo marrón claro, como si el color oscuro natural de su cabellera se hubiese desteñido.

Niños en la puerta de la comunidad

Enseguida apareció el líder de la comunidad, un hombre llamado Basir, y me hizo señas de que lo siguiera. Me despedí de los tres chicos que me habían acompañado hasta allí y entré al asentamiento bajau.

Percibía que había al menos treinta pares de ojos observando cada uno de mis movimientos, pero al mismo tiempo me sentía totalmente cómodo dado que el clima no era tenso sino todo lo contrario: todos me sonreían y parecían contentos de recibir la visita de un hombre blanco. Yo ya estaba acostumbrado a la hospitalidad de los filipinos y podía darme cuenta de que con los bajau iba a ser igual o mejor.

Las casas eran de madera y chapa, a veces con pisos de azulejos y paredes tapizadas. La casa del líder era pequeña, no muy diferente que de las demás familias. Tenía dos plantas. La de abajo tenía un equipo de música (como te conté, los filipinios —incluyendo a los bajau— no pueden vivir sin su preciado karaoke), una nevera y materiales para cocinar, no mucho más que eso. Había una escalera recta que llevaba al piso de arriba.

Me indicaron que me quitase el calzado y que me sentara en el suelo de la planta inferior. A mi alrededor se sentó Basir junto con su esposa e hijas. La planta inferior solo tenía dos paredes completas y enfrentadas. Donde habrían estado las otras dos paredes había más bien paneles y aberturas grandes que permitían que todo aquel que estuviese afuera viera hacia adentro de la casa. Las otras familias de la comunidad se congregaron entonces alrededor de la casa del líder, curiosos por este nuevo invitado que acababa de llegar.

Una de las primeras cosas que me preguntaron fue si era vlogger, y se sorprendieron cuando les dije que no. Al parecer la mayoría de los extranjeros que vienen a visitar son vloggers, y seguramente vienen con el objetivo de hacer un vídeo para su canal de YouTube. Me preguntaron cuál era mi propósito entonces para estar allí, a lo cual respondí que simplemente quería compartir un momento agradable de intercambio cultural con ellos.

La persona con la que más hablé —mientras el resto de la treintena de personas presentes observaban silenciosos— fue con la hija mayor del líder, llamada Laila, dado que era la que mejor nivel de inglés tenía. Tenía alrededor de 20 años y estaba estudiando administración de empresas.

Mientras conversábamos Basir me ofreció un paquete de galletas y una botella de agua. También me dejó elegir un brazalete de unos que vendía y me lo regaló.

Mi colección de pulseras es cada vez más grande. De izquierda a derecha son de Filipinas, Japón, Vietnam, Nepal, Nepal e India. Salvo la de Japón que me la compré yo, todas las demás son regaladas. Me estaría faltando una de Tailandia; tengo que pedirles a mis amigas de ahí que me hagan una.

También me mostraron un biblia escrita en su lengua local:

Biblia en bajau

Curiosamente, según Wikipedia la gran mayoría de los bajau son musulmanes, pero estos en particular eran católicos.

Cuando les pregunté qué hacen los niños para divertirse, me mostraron un bote de juguete que armaron los propios niños bajau para hacer flotar en el río:

Bote de juguete construido por los niños bajau con materiales tales como partes de chinelas, alambres, etc. Era bastante liviano.

Acoté que cosas como este bote de juguete son dignas de estar un museo, y de hecho muy probablemente una pieza similar esté siendo exhibida en algún museo etnológico de las Filipinas. No podía creer mi suerte de poder estar allí interactuando personalmente con los bajau, aprendiendo de ellos y siendo tratado como un rey.

Algunas de las cosas que aprendí de mi conversación con Laila fueron:

  • Esta comunidad está formada por unas 50 familias.
  • Se ganan la vida vendiendo artículos varios (carteras, pulseras, etc.) frente a la catedral.
  • Solo tienen un aseo para todos.
  • Basir quiere construir una iglesia y una escuela dentro de la comunidad.
  • Algunos niños van a la escuela en uno de los barangays cercanos, pero no todos.
  • El promedio de niños en cada familia es 4-5.
  • El promedio de edad en que las personas se casan es 14-15 años.
  • Las fiestas de casamiento duran tres días.

Siento que esto es solo la punta del iceberg de todo lo que podría haber preguntado y me podrían haber contado. Ahora mismo se me están ocurriendo un montón de preguntas más que me habría gustado hacerles, como por ejemplo a dónde van a vivir las nuevas parejas casadas, cómo es el ritual cuando alguien tiene un bebé y cuando alguien fallece, si la homosexualidad es aceptada, etc.

Lo de que las personas se casan a los 14 años ya me lo veía venir, dado que esa también es la edad promedio de casamiento en los gitanos en España y otras partes de Europa, y en muchas otras sociedades con estilos de vida más simples y tradicionales que las familias en ciudades industriales modernas.

Por cierto, Basir el líder tiene siete hijas mujeres y cero varones, y las siete son hermosas:

Las siete hijas del líder

Ese lugar que estás viendo en esta foto es la planta de arriba, la cual está dividida en cuatro pequeños espacios. Prácticamente no tienen muebles ni nada en los espacios. Las chicas me contaron que aquí es donde duermen ellas. La forma en que duermen es de lo más simple: en el piso envolviéndose con una sábana. Nada de colchones, ni colchonetas, ni siquiera esteras como las que tenía Luis. Redes antimosquitos tampoco tenían.

Su forma de vida no podría ser más básica, sin hacer uso de muebles, durmiendo y comiendo en el piso, y lavando la ropa manualmente. Este estilo de vida simple y en comunidad me resulta absolutamente fascinante. Me encantaría vivir con ellos por un tiempo (de hecho me lo ofrecieron, así que a lo mejor en el futuro cercano…).

Me senté con las siete chicas en la segunda planta y nos pusimos a charlar y a jugar.

Jugando con las hijas de Basir

Hablamos de cosas como música favorita, si tenían novios (algunas tenían), cómo era un día en sus vidas, etc. Me mostraron una canción llamada Arung Song, la cual era cantada en idioma bajau:

YouTube player
Arung Song

De pronto me acordé que en mi mochila tenía papel de origami (lo había puesto allí para jugar con los niños de los barangays), así que le pedí a una de las chicas que me trajera la mochila que había quedado en la planta inferior, y les enseñé lo que era origami dado que no lo conocían. Les repartí un papel a cada una y nos pusimos a hacer una grulla de papel.

Las chicas haciendo origami por primera vez en su vida
Chicas mostrándome su origami
La más pequeña de las hermanas. Me encanta lo pronunciados que eran sus rasgos faciales: las cejas tupidas, los ojos arrebatadores, la sonrisa deslumbrante, y la perfecta simetría solo interrumpida por los stickers que tenía pegados en las mejillas.
Grulla finalizada

Fui muy feliz compartiendo este tiempo con estas chicas. De esto se trata la vida para mí—de compartir momentos con otros seres humanos más allá de las diferencias culturales, de aprender mutuamente unos de los otros, de intercambiar sonrisas, palabras de afecto, abrazos, regalos, fotos, …

A las 17:00 salimos de la casa y las chicas me acompañaron hasta la entrada de la comunidad.

Tres de las hijas de Basir entre las casas de la aldea
Un hombre y una mujer cenando y haciendo stand-by en la puerta de su casa

Los niños de la aldea seguían todos en la entrada, esperándome. Tan pronto me vieron empezaron a saltar superalegres y a gritar algo que sonaba parecido a americano. Claramente se referían a mí —extranjero y de piel blanca—, que para ellos era el «americano».

Niños en la entrada gritando como locos, contentos de recibir visitas.
Niños bajau
Botes bajau
Niños bajau saludándome y haciéndome el gesto de mano

En la segunda parte de este vídeo puedes ver a los niños acercando su frente a mi mano. Este gesto se llama «mano» y es una tradición filipina mediante la cual una persona menor muestra respeto hacia una persona mayor.

A las 17:30 me despedí de todos y me fui de la aldea bajau hacia los barangay.

Una calle de los barangay
Entrada a un cibercafé. El cartel en la puerta ponía: «prohibido el hacking, las apuestas y la pornografía». Estos claramente nunca escucharon la canción The Internet Is For Porn.
Niños jugando en la calle

A las 18:00 llegué al Barangay 76 y me encontré con mis amigos de allí. Di una vuelta con ellos por el barrio, luego volvimos al gimnasio y jugamos al Simón dice.

El gimnasio del Barangay 76 lamentablemente no tiene luz, con lo cual cuando se hace de noche está todo bastante oscuro.

Cerca de las 19:00 me pasé al Barangay 40. Después de todo era mi último día así que tenía que ver a todos mis amigos antes de volverme al hotel.

Frente a la capilla del Barangay 40

Una vez más les repartí a los niños papel de origami, pero esta vez les enseñé a hacer una rana saltarina en lugar de una grulla como a las chicas bajau. El problema fue que entre que los niños no habían hecho nunca origami, no era muy fácil de hacer y que eran casi todos pequeños (menores de 12 años), al final me la pasé haciendo yo las ranas de casi todos ya que a ellos no les salía.

Niños jugando con las ranas de papel

A las 20:00 me fui con estos dos niños de la foto, del B76. Compré tres porciones de cheese sticks (₱30 cada una), una para cada uno. Después de comer los cheese sticks continuamos caminando hasta llegar a su gimnasio, donde nos despedimos. Uno de los niños no paraba de decirme que me echaría mucho de menos, y que le gustaría que volviera algún día.

A las 20:30 llegué al hotel.

Ame,
Kato