Kara Ema:
El martes me pasé la mañana en casa descansando.
Cerca del mediodía salí a la calle. Originalmente tenía planeado pasearme un rato por Baseco y luego ir a otro sitio, pero al final me terminé pasando toda la tarde aquí.
Enseguida me di cuenta de que las calles estaban llenas de niños, a pesar de que ahora ya habían arrancado las clases. Esto se debía a que hoy era el Día de Manila, un feriado local solo para los manileños.


En la última foto hay dos cosas a notar: la mezquita en el fondo y el grupo de niños jugando a la sombra de un toldo. Me acerqué a ellos sin que me vieran, me agaché para estar a su misma altura y exclamé «¡Oh, estáis jugando a los Pogs!». Una de las niñas me miró perpleja por un instante, y al siguiente se levantó y echó a correr.



Es una pena que los niños de Manila —sobre todo los de barrios bajos, salvo pocas excepciones— no hablen bien inglés como sí hablaban en Dávao. Me habría gustado poder entender todo lo que me decían. Muchas veces me preguntan si yo hablo filipino y se muestran desilusionados cuando les tengo que decir que no.


Después de estar un rato allí charlando con los niños y los otros vecinos, a las 13:00 me fui a la playa.





A las 13:40 salí de la playa y continué mi paseo por el barangay de Baseco. Cada esquina que doblaba, cada calle que tomaba me cruzaba con grupos de niños, muchos de los cuales me saludaban.








A las 14:30 pasé frente a una familia que estaba haciendo stand-by en unas mesas. Una niña de 12 años de la familia me llamó desde lejos diciendo «americano» y «daddy». No sé bien por qué, pero más de una persona me llamó daddy hoy mientras andaba por el barrio. Me ofreció sentarme al lado de ella, lo cual acepté. Además de ella había cuatro niñas más allí. Entré sí eran hermanas y primas.


Veinte minutos más tarde la niña de 12 se ofreció llevarme hasta la calle para salir de la parte donde estaba (la cual por cierto siempre está bastante inundada).



En esta calle me encontré con dos niñas pequeñas que no paraban de reírse y alejarse cada vez que yo intentaba acercarme a ellas, en plan tímidas. En un momento estaban las dos paradas en la puerta de su casa. Amagué a acercarme y ellas retrocedieron hacia el interior. La puerta se abrió, pero el interior no estaba al mismo nivel que el exterior sino unos ~20 centímetros más abajo; esto hizo que las dos niñas se cayeran al piso. Una parece que se pegó tal golpe que se puso a llorar. La madre apareció y se rió cuando se dio cuenta de lo que había pasado. Yo me sentí con un poco de culpa. Espero que estén bien.


A las 15:30 en la tienda de la tía de unos de los niños con quienes estuve hablando, me ofrecieron siomai y gulaman, aunque no gratis (₱28; ~0,4€).
Gulaman, en la cocina filipina, es una barra, o forma en polvo, de agar seco o carragenina extraída de algas comestibles que se utiliza para hacer postres gelatinosos. En el uso común, también suele referirse al refresco sago’t gulaman, a veces denominado samalamig, que se vende en puestos y vendedores ambulantes.
Wikipedia

A las 16:00 pasé por el mercado.



Al rato me topé con un hombre que me reconoció de la última vez que visité Baseco, unos diez días atrás. Yo también me acordaba de él (Datu) y de su nieta adorable, Tali (7). Le pregunté si la peque estaba en la casa y la llamó para que viniese a saludarme. La niña me lanzó una sonrisa y bajó a hacer stand-by conmigo. Datu me contó que los padres de Tali se habían separado y no estaban presentes en su vida, con lo cual él se había quedado a cargo de ella.
Había otra niña más —de 4 años llamada Mila— que vivía en el piso de abajo. Tali la llamó para que ella también viniese a saludarme y a hacer stand-by. Nos sentamos en una mesa que había allí y nos hicimos unas fotos. Mila se sentó en mi regazo. Les ofrecí chupetines, recordando que justo me quedaban dos.




En un momento Datu me ofreció un café con leche. Él también tenía el suyo, y pude ver cómo le daba una cucharada a su nieta Tali. Yo hice lo mismo con Mila: le ofrecí una cucharada de mi café para que lo probara.

Siento que más de un occidental viendo esta foto o escuchando esta historia se escandalizaría, puesto que por aquella parte del mundo suelen ser bastante estrictos con darle café a los niños. Lo que más me pasmó a mí no fue el presenciar niños tan pequeños tomando café, sino el hecho de que no hayan reaccionado con cara de asco y que les haya gustado (probablemente porque era café instantáneo Kopiko, el cual viene con algo de leche y azúcar).
Mientras estaba allí con las niñas, pasaron dos marchas por la calle de al lado que era una de las principales (Gasangan Hispano Jr.): una procesión cristiana y un desfile LGBT.



Estos bidones los he visto bastante por el barrio; finalmente hoy me explicaron su propósito. Resulta que muchas casas aún no tienen conexión directa con el sistema de tuberías, con lo cual tienen que pagar un servicio para que alguien le lleve agua en estos bidones.


A las 19:00 volví a casa.
Ame,
Kato
Que lastima que vivan tan rodeados de basura 😔