Kara Ema:
El lunes salí del estudio a las 14:00 y empecé a caminar hacia el este, en dirección de Wright Park.





Frente a Wright Park estaba The Mansion (La Mansión).
La Mansión, también conocida como Mansion House, es el palacio de verano oficial del presidente de Filipinas, situado en la capital de verano del país, Baguio, y a unos 1.500 m de altitud en la Cordillera Central del norte de Luzón.
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Creo que se podía visitar, pero no me interesaba así que seguí mi paseo.
Cerca de las 15:00 llegué a Camp John Hay, una reserva forestal de acceso público y gratuito, con instalaciones tales como campos de golf, restoranes, cabañas, áreas de picnic, y rutas de senderismo y equitación.

Cerca de la entrada estaba Choco-laté de Batirol, un establecimiento famoso de Baguió, especialmente por su chocolate caliente.
Me pedí una taza de chocolate caliente y un cheese bibingka.
Bibingka es un tipo de pastel de arroz horneado en la cocina filipina que se cuece en un horno de terracota forrado con hojas de plátano y se suele comer en el desayuno o como merienda, sobre todo en Navidad.
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En la mesa contigua a la mía había una familia con una niña. La niña pasaba distraídamente los shorts de YouTube en el teléfono mientras los padres conversaban.
Las redes sociales son una droga—y no, no estoy hablando hiperbólicamente. Sus algoritmos están optimizados para ofrecerte constantemente contenido novedoso y personalizado según tus intereses, lo cual genera una gratificación inmediata estimulando los mismos circuitos de recompensa de tu cerebro. Esta dinámica crea un ciclo de dopamina análogo al de las sustancias adictivas cuanto más se consume, más se desea, aunque se experimente una creciente insatisfacción o ansiedad. Te mantienes enganchado no por necesidad real, sino por el anhelo constante de la próxima dosis de estimulación.
Así fue como casi todos los adultos se han vuelto adictos y ahora les están pasando esa adicción a sus hijos, dejándoles interactuar con YouTube y TikTok a cada tiempo muerto que tienen, como al hacer sobremesa o viajar en transporte público. El mundo se vuelve zombi mientras Zuckerberg y compañía se llenan los bolsillos y se compran mansiones, yates y jets privados.
Aclaro que yo tampoco soy inmune a caer en la tentación de la dopamina. Recientemente me instalé Instagram en el teléfono para poder hablar con algunos filipinos que conocí y que no tenían WhatsApp. Instagram enseguida se dio cuenta de mis intereses y me empezó a mostrar fotos y reels de niñas tiernas haciendo y diciendo cosas tiernas. El otro día me quedé hasta las tres de la mañana pasando estos reels. Ahí fue cuando decidí desinstalar la aplicación para no seguir alimentando el algoritmo y volviéndome dependiente de él.
Esas horas que pasaría viendo niñas tiernas en Instagram prefiero mejor pasarlas interactuando con ellas en la vida real, y haciéndome su amigo como Lewis Carroll se había hecho de Alice y tantas otras. La vida es demasiado corta para desperdiciarla frente a una pantalla.
A las 16:00 salí del restorán y continué mi caminata por la reserva forestal.



En un momento quise meterme a hacer una de las rutas de senderismo, pero un guardia de seguridad me detuvo. Me explicó que cerraban la ruta a las 14:00 porque existía el riesgo de que se desprendiera algo de los pinos y pudiera caer sobre los senderistas.
Ya que no pude hacer la ruta, me volví directo a casa. A las 16:30 salí de Camp John Hay y media hora más tarde llegué al estudio.
A las 23:00 tuve mi cuarto examen, de la asignatura Dificultades de Aprendizaje I.
El martes salí a la calle a las 14:00.
Fui primero a Baguio Center Mall. Allí había una panadería llamada Victoria Bakery que al parecer es la más popular y recomendada de esta ciudad, así que decidí entrar para probarla.

De ahí me fui al mercado a comprar más pasalubong para llevar a mis amigos en Metro Manila.

Sí: los filipinos también tienen alfajores, aunque son de caramelo y no de dulce de leche como en Argentina. Los choco flakes al parecer son un clásico de la región, al igual que la pasta de ube (que también compré al día siguiente, por ₱90, para regalarle a Mark). Luego estaban las pastillas, cuyo sabor clásico es leche, pero estas que compré también venían en sabor ube.
A las 16:30 volví al estudio para dejar lo que compré y descansar un rato. Dos horas más tarde volví a salir.
El examen que tenía hoy era bastante tarde (después de la medianoche), con lo cual tendría tiempo para explorar la ciudad de noche, cosa que hasta ahora no había llegado a hacer.

Más temprano había visto unas peluquerías en la zona de mercado que cortaban por solo ₱100 (~1,5€), así que lo primero que hice fue ir allí a cortarme el pelo.
A las 19:30 fui al parque Burnham.



A pocos metros de este cartel que ponía «No massage in the park» (Prohibidos los masajes en el parque) había una señora ofreciendo masajes.
En un momento me senté en un banco y al rato se me acercó un hombre joven y se me puso a hablar. Estaba mascando nuez de betel y tenía todos los dientes negros. Me dijo que era igorote.
Los pueblos indígenas de la Cordillera, en el norte de Luzón (Filipinas), a menudo conocidos por el exónimo de pueblo igorote o, más recientemente, como pueblos cordilleranos, son un grupo étnico compuesto por nueve grupos etnolingüísticos principales cuyos dominios se encuentran en la Cordillera, y que a principios del siglo XXI contaban en total con unos 1,8 millones de personas.
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Me mostró una bandera de Estados Unidos en su chaqueta y me dijo que amaba a ese país, debido a la influencia que tuvo en Filipinas. También me contó que era cristiano y me preguntó si yo también lo era. Cuando le dije que no me preguntó por qué. Los igorotes (y filipinos en general) eran todos animistas antes de la colonización por parte de los españoles que llevó a la cristianización del país.
Yo le comenté que en Papúa Nueva Guinea había visto mucha gente mascando nuez de betel, incluso niños pequeños, lo cual me sorprendió dado que se trata de una droga con un componente psicoactivo y adictivo. Él me dijo que en su cultura los niños también consumen nuez de betel, y me explicó que el hábito se había originado en Filipinas y luego se había expandido a otros países como PNG.
Quise visitar el parque infantil también pero ya estaba cerrado. El parque Burnham permanece abierto las 24 horas pero el parque infantil solo abre de 8:00 a 18:00.
A las 20:30 me fui del parque a caminar por Session Road.

A las 21:00 arrancó el mercado nocturno; funcionaba todos los días entre las 21:00 y las 2:00, y estaba ubicado entre el parque Burnham y Session Road.


En el mercado me compré dos panes rellenos, uno de yema y otro de ube, más que nada para probar la pasta de yema y de ube de Baguió.

También me compré una camiseta por ₱150 (~2€).

A las 21:40 volví al estudio.
A la 1:30 tuve mi quinto examen, de la asignatura Familia, Escuela y Sociedad.
El miércoles desayuné un pan con queso y yema que me había comprado en la panadería el día anterior.

A las 13:00 fui al Museo de las Culturas y Artes Igorotes, el cual estaba ubicado dentro de uno de los edificios de la Universidad de Saint Louis. La entrada me costó ₱50 (0,75€).








Al parecer los responsables de la cristianización de la región de las Cordilleras no fueron los españoles sino un grupo de misioneros llamado CICM.
La Congregación del Inmaculado Corazón de María (oficialmente en latín: Congregatio Immaculati Cordis Mariae) es una congregación religiosa católica masculina, clerical, misionera y de derecho pontificio, fundada por Teófilo Verbist, en un suburbio de Bruselas llamado Scheut, el 28 de noviembre de 1862. […]
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A las 14:30 salí del museo y vi que estaba lloviendo, así que me fui a visitar otro centro comercial: Porta Vaga.

En este centro comercial vi algo muy bizarro. En la última planta había un CR (comfort room; aseo) en cuya entrada había una mujer sentada en una mesa con un cartel que decía: «URINATE ₱5 – DEFECATE ₱10». Es decir que te cobraban la entrada al aseo dependiendo de lo que tuvieras que hacer: si solo tenías que orinar eran 5 pesos; si tenías que defecar, 10. Me preguntó cómo harán para saber si les estás diciendo la verdad. ¿Entran al cubículo contigo?
Encima lo más fantástico es que en otra de las plantas del mismo centro comercial, había otro aseo que no te cobraba nada por entrar, así que obviamente ese fue el que utilicé. Nunca voy a entender esta manía que tienen algunos lugares por cobrar entrada para el baño, menos cuando la separan en orinar y defecar como hacen aquí.
Cerca de las 15:00 pasé por un restorán que ofrecia buffet ilimitado de samgyeopsal (barbacoa coreana) por tan solo ₱200 (3€).

Al final cuando subí me enteré de que el precio promocional de ₱200 solo aplicaba si ibas con otra persona; si ibas solo te cobraban ₱289 (~4€), que seguía siendo barato, pero no me gustó que no aclararan eso en el cartel en la calle, dado que lo hacía engañoso. Además sentí como que me estaban penalizando cobrándome un euro más solo por no haber venido acompañado. Igual cuando vi que tenían tteokbokki terminé aceptando.

A las 16:00 me fui, sintiéndome bastante lleno y satisfecho.
Pasé por una tienda de ukay-ukay en Session Road.
Un ukay-ukay o wagwagan es una tienda filipina donde se vende una mezcla de artículos de segunda mano y excedentes, como ropa, bolsos, zapatos y otros accesorios, a un precio más asequible. Los artículos que suelen venderse en ukay-ukays se importan de Hong Kong, Corea del Sur, Japón, Estados Unidos y el Reino Unido.
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Parece que la práctica del ukay-ukay comenzó en Baguió, y es por eso que el centro de la ciudad está repleto de este tipo de tiendas.

Estaba intentando conseguir unos juguetes para regalar a mis amigas niñas, pero no veía nada que me convenciera.
A las 16:30 pasé por el parque Burnham. Estaba bastante neblinoso.


De ahí me fui al parque infantil, el cual estaba lleno de grupos de estudiantes de secundaria. Me senté un rato en uno de los bancos. Noté que varios de los estudiantes hablaban entre ellos en inglés. Ninguno me abordó ni me saludó, lo cual confirma mi teoría de que la gente de Baguió es más reservada que la de otras ciudades filipinas.
Una cosa que me molestó fue que había una guardia de seguridad parado al lado de los columpios, y cada vez que un grupo de estudiantes se acercaba para subirse a ellos no les dejaba. No sé por qué. Había carteles arriba de los columpios que ponían que solo podían ser utilizados por niños menores de 12 años, así que quizás sea por eso. Qué tontería la verdad.

En un momento el guardia de seguridad abandonó su puesto frente a los columpios. No habría pasado más de un minuto desde que el guardia se fue que los columpios se llenaron de estudiantes. Me puso contento ver eso.
A las 17:00 me fui del parque infantil, pero me seguí cruzando a estudiantes saliendo de Baguio City National High School.

Decidí ir a SM City Baguio para ver si podía encontrar los juguetes para mis amigas en alguna juguetería de allí.

Dado que mis amigas tenían 3-4 años, el juguete no podía contener piezas pequeñas. Además no debía ser muy caro ni muy grande. Después de mucho vacilar y alternar entre Toy Kingdom y Miniso, al final acabé comprándoles algo llamado Choco Pals (₱200 c/u; 3€). Era un paquete rectangular, plano y de plástico que al abrirlo salía un peluche pequeño que aparentemente tiene gusto (¿olor?) a chocolate.

A las 18:30 me fui del centro comercial. A la salida había una enorme fila de gente esperando para tomarse un taxi. Creo que los taxis en Baguió son bastante baratos ya que veo que los usan un montón. Es eso o todos los baguioanos son ricos.

Diez minutos más tarde estaba de vuelta en casa.
A las 23:00 tuve mi sexto y último examen del primer semestre, de la asignatura Educación Temprana.
El jueves a las 8:30 desayuné mientras veía el último episodio de la serie Squid Game. Una hora más tarde hice el check-out y me fui a la terminal de autobús.
Me dijeron que el autobús que me quería tomar salía recién a las 10:45, así que tuve que esperar una hora. Cuando me subí, pagué el billete de ₱415 (~6€).
Ame,
Kato
Lindo parque de John!