Durmiendo la siesta con un ángel

Kara Ema:

Frase del día en tailandés

แมวอยู่ใต้โต๊ะและสุนัขอยู่บนเก้าอี้
maew yuu dtai tó lae sunak yuu bon gao-ii
El gato está bajo la mesa y el perro está en la silla.

แมวmaewgato
อยู่yuuestar ubicado
ใต้dtaidebajo
โต๊ะtómesa
และlaey
สุนัขsunakperro
อยู่yuuestar ubicado
บนbonencima / sobre
เก้าอี้gao-iisilla

El lunes a las 10:15 llegué a Sombat y fui directo al jardín de Duang Prateep. Había quedado con Dara que iba a ir a pasar toda la jornada ahí.

Como recordarás de la última vez que visité el jardín, durante la mañana los niños tienen clase de inglés con voluntarios extranjeros, con lo cual lo primero que hice cuando llegué fue sumarme a esa clase. Había dos maestras esta vez, una de Australia y otra de la India.

Niños haciendo dibujos
Niñas después de tener una sesión de estudio conmigo
Niños copiando pasos de baile de las maestras

A las 11:00 terminaron todas las clases de inglés. Las maestras voluntarias se fueron del jardín a esta hora; yo me quedé. Los niños estaban almorzando.

Niños almorzando

La vez anterior que había venido al jardín había estado jugando mucho con una niña en particular, llamada Minoi (en la foto anterior es la que está sentada más cerca de la cámara). Tan pronto como ella me vio me lanzó una gran sonrisa y me hizo señas de que fuese con ella.

Loli lavándose las manos después de comer
Niños cepillándose los dientes después de almorzar

A eso de las 11:30 Minoi me cogió de la mano y me llevó a su aula. Jugamos unos minutos a armar un cubo con bloques, mientras todos los demás niños a nuestro alrededor se preparaban para la siesta.

Minoi armando el cubo (lo pudo hacer perfectamente sin mi ayuda).

Tras armar el cubo, Minoi también se preparó para dormir la siesta. Apoyó su cabeza sobre mi pierna y yo lo empecé a hacer caricias.

Minoi con su cabeza apoyada en mi pierna
Minoi sonriendo y posando para la cámara
Otra loli tierna que estaba al lado de Minoi
Una tercera loli tierna que estaba cerca y también quería jugar conmigo

Esta tercera loli en un momento —a modo de juego— me empezó a intentar pegar con la mano en los testículos, así que me puse mi mochila encima para que no pudiese hacerlo (¡Duele!).

A medida que avanzaron los minutos las tres lolis se tranquilizaron y eventualmente se quedaron dormidas.

Loli quedándose dormida
Minoi seguía apoyada en mi pierna, aunque todavía no estaba dormida aquí.

Decidí acostarme yo también con mi amiga, de manera tal que mi cabeza quedara al lado de la suya, sobre la misma almohada, pero nuestros cuerpos estuviesen separados (las cabezas estaban orientadas en direcciones opuestas).

Mientras estábamos en esta posición, yo continué acariciando su cabeza y su cabellera, y ella me reciprocó las caricias. Otra cosa que hicimos los dos fue explorar la cara del otro, es decir, por ejemplo, yo pasaba mis dedos delicadamente por su cejas, luego por su nariz y por su boca. Ella hacía lo mismo conmigo. Nuestras cabezas estaban tan pegadas una de la otra que podía sentir sus exhalaciones saliendo de su boca y golpeando contra mi cara. Si esta niña tenía piojos ahora los tenía todos yo, pero mereció totalmente la pena por haber podido compartir este momento tierno con ella.

Estábamos tan conectados que pude distinguir el instante exacto en que Minoi se quedó finalmente dormida. Su mano que aún acariciaba mi nuca, de repente dejó de hacerlo y cayó al suelo. Su respiración cambió y se volvió más rítmica y constante.

Minoi dormida

La seguí acariciando. Intenté dormir yo también pero no pude, en parte porque la loli estaba usando la mayor parte de la almohada y prefería estar incómodo yo antes que molestarla a ella y correrla (como cuando una mascota se te queda dormida arriba de tu cuerpo).

Era la primera vez que dormía con una loli. Ya me había pasado varias veces de que niñas me dijeran que querían dormir conmigo, pero nunca había llegado a darse hasta hoy con Minoi.

Mientras estábamos con las cabezas pegadas, le quise decir «I love you», pero el problema con decir eso es que luego el niño se siente forzado a decírtelo también, aun cuando no lo siente realmente. Así que esperé a que fuese ella la primera en decírmelo. Un rato más tarde, cuando se despertó y estuvimos sentados juntos en una ronda con todos los demás niños, sin que yo le dijese nada ella me dijo «I love you».

A las 14:00 ya la mitad de los niños estaban levantados, y la otra mitad despiertos pero aún remoloneando.

Algunos estaban estudiando / practicando escritura de tailandés.
Otros remoloneaban
Las tres lolis con quienes jugué antes de la siesta ahora estaban estudiando
Y jugando conmigo

A las 14:30 hicimos una ronda en el aula para finalizar la jornada escolar. Los niños agradecieron a cada uno de los maestros, incluyendo las dos maestras tailandesas que tienen siempre, y el maestro honorario que se había colado en su clase solo por un día.

A las 15:00 me fui del jardín. Pasé por la biblioteca de Sikkha Asia pero estaba cerrada (¿Cerraba siempre los lunes? No lo recuerdo.). Pasé por 7-Eleven y me compré algo para comer (฿72; ~2€), ya que aún no había almorzado. En el jardín me habían ofrecido almorzar, pero es que estaba tan a gusto acariciando a y siendo acariciado por un ángel que no pude parar ni siquiera para comer.

A las 16:00 me encontré con mis amigas Phet y Mali, quienes tan pronto me vieron corrieron hacia mí y me abrazaron. Jugamos un rato.

A las 17:00 les dije que me tenía que ir a ver a mi amiga Kalaya (es que le tenía que dar la invitación para el evento del sábado). Como no me dejaban irme, les dije que si querían podían venir conmigo. Aceptaron. Empezamos a caminar.

En un momento pasamos frente a un puesto en la calle que estaba vendiendo panqueques estilo tailandés. Las niñas querían así que les compré unos minipanqueques a cada una (฿40; ~1€).

Phet poniendo lo que imagino era leche condensada en sus minipanqueques

A las 17:30 llegamos a la parte del barrio donde vive Kalaya. Estoy seguro de que Phet y Mali no tenían permitido irse tan lejos de sus casas (igual tampoco es que era tan lejos—para mí era una caminata de 10 minutos, para ellas con sus piernas pequeñas quizás más cerca de 20 minutos).

Kalaya no estaba, pero sí Davika. Las niñas charlaron un minuto con Davika y le pidieron prestada su patineta.

Phet, Mali y Davika

Al rato nos pasamos al parque infantil que quedaba por ahí; el mismo donde había estado jugando con Kalaya el viernes.

Phet jugando en el parque infantil (I)
Phet jugando en el parque infantil (II)

No tardamos en volver a la parte del barrio donde viven las niñas, porque Phet sobre todo se empezó a preocupar de que estaba lejos de su casa y que si sus padres se enteraban la iban a regañar.

Nos pusimos en una calle que quedaba a media cuadra de la casa de Phet y seguimos jugando ahí hasta las 19:00 aproximadamente. Yo estaba haciéndole caballito a Phet cuando de repente alguien apareció para advertir a los niños sobre algo y los niños me dijeron «bye-bye!» y salieron corriendo hacia el callejón. Por lo que pude percibir, lo que había pasado es que la madre de Phet acababa de llegar —o estaba a punto de llegar— a la casa, entonces Phet tenía que dejar de jugar conmigo e irse para que no la retaran.

Tras despedirme de mis amigas, antes de volver al hotel decidí pasar una vez más por la parte donde vive Kalaya, esperando encontrármela. Allí estaba en el mismo corredor de siempre. Estaban solo ella y su hermanita. Sus padres ni siquiera estaban en la casa, dado que habían salido a comprar.

Me acuerdo la primera vez que mi papá me dejó solo en mi casa, cuando yo tenía alrededor de 10 u 11 años, que lloré y me sentí supermal. Mientras tanto estas niñas de 5 y 3 años se quedan solas en la calle mientras sus padres salen a hacer las compras. Claro, lo que pasa es que ellas están acostumbradas y yo había estado siempre acompañado, ya sea con una niñera, con mi abuela o con mis padres. Los padres occidentales no confían en que los niños puedan quedarse solos, a diferencia de los padres asiáticos, por eso los niños asiáticos suelen ser mucho más independientes que los occidentales.

Charlando con Kalaya, al fin descubrí la razón por la cual ya no me deja alzarla como antes. A través de Google Translate le pregunté, y ella me respondió que una persona del vecindario le dijo que no me dejara. ¿Por qué siempre las personas tienen que meterse en las vidas de otros y arruinarlo todo?

Recuerdo que a Kalaya le gustaba que la alzara, tanto como les gusta a Phet y a Mali. Pero ahora ya no me deja porque alguien —que definitivamente no es ninguno de sus padres, que son majos y siempre me saludan y sonríen— se lo prohibió.

Esto me hizo acordar a aquella vuelta en Vietnam en la escuela de Bảo, cuando me dijeron que estaba siendo «demasiado cercano» con los niños, todo porque una minoría vocal se había quejado. Me pidieron que dejase de alzarlos, abrazarlos, etc., tras tres semanas de haber estado haciendo eso con ellos y que a los niños les gustara y me pidiesen hacerlo. Cuando los niños inevitablemente me volviesen a pedir alzarlos o sentarse en mi regazo, ¿cómo les explicas que de repente ya no pueden hacerlo por culpa de unos adultos paranoicos y prejuiciosos?

¿Te acuerdas de Anh, la nieta mayor de Bảo? Mi relación con ella era supercercana. Siempre jugábamos juntos y charlábamos un montón, dado que su inglés era perfecto. Un día, durante una clase, ella se me acercó y se sentó en mi regazo. Recuerdo que la maestra nos miraba mal, pero no nos dijo nada y siguió enseñando. Ese mismo día vino Bảo a decirme que había recibido quejas de que yo estaba siendo demasiado cercano con los niños, y al día siguiente cuando fui a jugar con Anh y su hermanita Chi como todos los días, ellas me dijeron que ya no tenía permitido abrazarlas. Desde ese momento mi relación con Anh nunca fue la misma. Es evidente que sus abuelos le dijeron algo sobre mí y eso hizo que ella ya no quisiera jugar más conmigo. Su hermana Chi siguió jugando conmigo hasta el último día, pero eso sí: nada de abrazos porque la abuela dice que no.

¿Por qué siempre las personas tienen que meterse en las vidas de otros y arruinarlo todo?

En fin, volviendo a Kalaya. Cuando su madre volvió de hacer las compras, le di dos invitaciones para el evento, una para cada una de sus hijas. Le dije que ella también estaba invitada si quería y podía venir. Me respondió que sí, que irían las tres: mamá, Kalaya y Prisana. ¡Genial! ♡

A las 20:00 volví al hotel.

Ame,
Kato