Semana en Lai Châu – Día 5: volviendo a ser niño en Sin Suối Hồ

Kara Ema:

Frase del día en vietnamita

Hôm nay tôi muốn học thêm một điều mới.
Hoy quiero aprender algo nuevo.

hôm nayhoy
tôiyo
muốnquerer
họcaprender
thêmmás
mộtuno/a
điềucosa
mớinuevo/a

Viernes 28 de noviembre.

Me desperté a eso de las 6:00. Media hora más tarde estaba desayunando una sopa de fideos que me había preparado Lộc.

Tan pronto como terminé de desayunar salí con intención de ir a la escuela. Pero antes le tuve que pedir prestada una chaqueta a mi anfitrión porque hacían 2 ºC. Igual por suerte fue solo la primera hora de la mañana que fue extremadamente fría—cuando salió el sol ya no me hizo falta tanto abrigo.

Llegué a la escuela satélite a las siete pasadas; las clases aún no habían arrancado.

Uno de los niños limpiaba el piso del aula

A pesar de que la maestra aún no había llegado, varios de los niños ya estaban sentados en sus lugares y estaban estudiando/practicando/haciendo tarea.

Niños estudiando
Lolis estudiando
Algunos también comían snacks
Otros veían TikTok

A las 7:30 apareció la maestra y arrancó la clase. La maestra, muy simpática, me saludó y me permitió quedarme a observar la clase. Incluso me invitó a sentarme al lado de una de las alumnas, en un banco de atrás de todo. Estas cosas en Hanói no pasan.

La maestra escribiendo algo en el pizarrón

Si bien mi manejo del idioma vietnamita aún no es el mejor, pude entender de lo que trataba la clase de hoy: el recreo escolar y las actividades que los alumnos hacen en él.

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La maestra puso este video de YouTube, mostrando alumnos durante el recreo en una escuela pública vietnamita.
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También pasó este con ejercicios de actividad física para copiar. Es común que en las escuelas vietnamitas les hagan hacer ejercicios de este tipo a los niños.

La consigna escrita en el pizarrón era la siguiente:

Escribe 3–4 oraciones sobre un recreo en la escuela.

  • Patear la chincheta (đá cầu)
  • Saltar la soga (nhảy dây)
  • Dragón-serpiente hacia las nubes (rồng rắn lên mây)
  • El gato persigue al ratón (mèo đuổi chuột)
Pizarrón
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Tradicional juego infantil vietnamita: rồng rắn lên mây.

Luego la maestra les dio un párrafo para que copiaran tipo dictado:

Giờ ra chơi, chúng em rủ nhau ra sân trường. Sân trường có rất nhiều học sinh, người chơi nhảy dây, người chơi đá cầu, người đọc truyện. Em rất thích nhảy dây cùng các bạn trong lớp. Sau mỗi giờ ra chơi, em cảm thấy vui vẻ và hào hứng.

Durante el recreo, nosotros nos invitamos unos a otros a salir al patio de la escuela. En el patio hay muchos alumnos: algunos saltan a la cuerda, otros juegan a patear la chincheta y otros leen cuentos. A mí me encanta saltar a la cuerda con mis compañeros de clase. Después de cada recreo, me siento alegre y entusiasmado.

Párrafo para el dictado (original y traducido)
Niños durante el dictado (eran 19 en total).
Todos escribían con la mano derecha

En un momento le pregunté a la niña sentada a mi lado si me dejaba ver lo que llevaba dentro de su mochila. Tenía en total diez libros de texto livianos, tipo cuadernos como este:

Ejemplo de uno de los diez libros que había dentro de la mochila de la niña

Los nombres de cada uno de los libros —traducidos al español— eran los siguientes:

  1. Cuaderno de ejercicios de vietnamita 2
  2. Cuaderno de caligrafía 2
  3. Ética 2
  4. Educación física 2
  5. Actividades de experiencia 2
  6. Ciencias naturales y sociales 2
  7. Música 2
  8. Artes plásticas 2
  9. Cuaderno de ejercicios de artes plásticas 2
  10. Cuaderno de ejercicios de matemáticas 2

Cuando terminó el dictado la maestra dijo algo a los alumnos que hizo que todos saltaran de alegría. Yo no entendía lo que estaba pasando hasta que la docente se me acercó a explicarme que los niños saldrían más temprano hoy. No entendí bien por qué, aunque creería que porque era viernes.

Así que los niños este día solo tuvieron una hora de clases. A las 8:40 ya estaban todos afuera del aula, disfrutando del oficial inicio de su fin de semana.

Si esto fuese la ciudad, los niños al salir temprano de la escuela habrían ido directo a sus casas a jugar a la Play, al iPad, etc. Pero por suerte no era la ciudad sino la aldea, y los niños no se iban a sus casa todavía. Así que aproveché y me quedé jugando con ellos un rato.

Lo primero que hicimos fue jugar al mèo đuổi chuột (gato persigue a ratón), en otras palabras el clásico juego de la mancha o el pilla pilla. Jugamos en la calle frente a la escuela.

En la calle frente a la escuela
Esta loli tenía la piel seca y con texturas alrededor de las mejillas y la nariz

Sherlock Holmes probablemente diría que debido al aspecto áspero y texturizado de su piel, es posible concluir que esta niña se la pasa jugando al aire libre, lo cual me parece genial. Ojalá los niños de ciudad hicieran lo mismo.

En un momento les dije a los niños que quería ir a echar un vistazo al jardín, el cual quedaba a pocos metros de donde estábamos jugando—así que me llevaron hasta allá. Cuando llegamos vi como los niños pasaban dentro del jardín no por la puerta principal (la reja, la cual estaba cerrada), sino por un hueco que había en el costado. Ahí fue cuando me di cuenta de que este jardín no estaba más operativo y el edificio había sido abandonado.

Niños jugando en el columpio oxidado frente al edificio abandonado del jardín
Loli subida a un árbol

Me encantan los niños hmong y los niños vietnamitas, pero una cosa que lamento de ellos es que en general son algo reservados y reacios al contacto físico y a generar vínculos emocionales. Aunque también aprendí que esto depende mucho de la personalidad individual de cada niño. Una niña de alrededor de 4 o 5 años se me apegó enseguida: me dejó alzarla y no se quiso bajar más. Llamémosla Neng.

Intentando hacerle una foto a Neng mientras ella estaba subida a mis brazos

Yo también me apegué a ella enseguida. ¿Cómo no hacerlo con lo cariñosa y tierna que era? No solo se había colgado de mis brazos sino que ella también me abrazaba con sus bracitos pasándolos por detrás de mi cabeza. Los demás niños caminaban todos a mi alrededor mientras yo cargaba con la peque hasta que ella misma decidiera que quería bajarse.

Así salimos del jardín, por el mismo hueco al lado de la reja por el que habíamos entrado.

Amé a estos niños porque al permitirme jugar con ellos me hicieron sentirme un niño de vuelta. Pienso que todos los adultos deberían hacer esto al menos una vez en sus atareadas y complicadas vidas adultas. Olvidarse de todos sus problemas, dejar todo de lado por unos minutos y ponerse a jugar con niños como si nada más importara, como si el tiempo no hubiese pasado y tuvieses otra vez siete años, como si tu mayor preocupación fuese cuántas mariposas y mariquitas vas a encontrar antes de que se ponga el sol y tengas que volver a casa, que tus padres te esperan con un plato caliente de sopa y un bol de arroz.

Lo que para un adulto es un mero paseo a pie por la aldea, para un niño es una aventura, una odisea, una misión de exploración llena de acción y diversión. Cuando le pregunté a los niños a dónde estábamos yendo, me respondieron «đi tham quan» (yendo a hacer turismo). ¿Qué mejor manera de conocer una aldea de la mano de un grupo de niños lugareños de 5-8 años? Me sentía enormemente afortunado de estar allí en aquel momento, compartiendo aquel hermoso día soleado con ellos en aquel hermoso lugar.

Jugando con los niños (I)
Jugando con los niños (II)
Jugando con los niños (III)
Jugando con los niños (IV)
Jugando con los niños (V)

En un momento empezamos a caminar hacia la entrada de la aldea. Yo les pregunté si sus padres les dejaban salir completamente de la aldea e irse a la carretera y me respondieron que sí, lo cual me sorprendió ligeramente. Así que caminé con los niños un rato por el costado de la carretera.

Mi amiga Neng me dijo que tenía mucha sed y quería tomar agua. Ni yo ni nadie tenía más agua, así que le pregunté a uno de los varones si sabía dónde había una tienda donde pudiésemos parar para comprar unas botellas. Me hizo señas de que si seguíamos caminando un poco más daríamos con una tienda. Cuando llegamos compré cuatro botellas de agua y las repartí entre los niños. De ahí pegamos media vuelta y volvimos hacia la aldea.

Volviendo a la aldea por la carretera
Lolis de la mano

Era muy tierno ver como varios de los niños caminaban de la mano, o bien agarrando una parte del abrigo de otro. En un momento dado tuve en total unos 5 o 6 niños aferrándose a mí de alguna forma u otra: algunos me tomaban la mano directamente y otros iban detrás de mí agarrados a mi chaqueta.

Parando para admirar la vista

Cuando llegamos de vuelta a la aldea nos sentamos un rato en los columpios. Fue en ese momento cuando de repente apareció la abuela —o al menos pienso que era la abuela— de Neng para llevársela a su casa, probablemente porque era la hora del almuerzo y seguramente después la siesta (aunque según me dijo uno de los niños, por lo general no duermen siesta aquí sino que se la pasan jugando afuera).

Tres niños en el columpio de madera (Neng en el medio).
Abuela llevándose a Neng

No llegué a hacerle una foto, pero durante unos cinco minutos Neng caminó frente a su abuela para atrás, cosa de poder ver a los demás niños y a mí que las seguíamos unos 10 o 15 metros detrás. Yo la saludé silenciosamente con gestos de la mano y con sonrisas; ella solo se limitó a mirarme mientras seguía caminando, dando pasitos cortos hacia atrás y cuesta arriba. En algún punto se dio media vuelta y empezó a caminar normal. Instantes más tarde la perdí de vista; esa fue la última vez que la vi.

A las 11:40 pasamos frente a la escuela, donde habíamos estado jugando tres horas antes.

Las aulas ahora estaban vacías y cerradas

El grupo grande de niños con quienes había estado jugando toda la mañana ahora se había reducido solamente a cuatro varones.

Los cuatro varones jugando en una especie de carrusel casero

Los niños tenían hambre (normal, considerando que era mediodía y se habían pasado la mañana caminando un montón, «haciendo turismo» conmigo) así que me pidieron que les comprara algo en el mercado mientras ellos se quedaban jugando en el carrusel.

Camino del mercado me topé con estos dos lolis adorables

Me hice unas fotos con estas niñas, y ahí fue cuando conseguí hacer una de mis fotografías favoritas de niños que jamás he hecho hasta ahora:

¿Acaso no se dan cuenta lo absurdamente adorables que se ven llevándose la mano a la boca de esa forma?
Mercado de la aldea

Les llevé a los niños unos panes que compré en el mercado, los comimos juntos y luego me despedí de ellos y volví al homestay.

Montaje de mi mañana jugando con los niños de la aldea

Hay cosas que deberían de ser ilegales. Una es lo tiernos que son los niños a veces (sobre todo las niñas, como lo demuestra la foto de las manos en la boca). Otra es lo bondadosas que son ciertas personas, en particular mi anfitrión Lộc. Cuando se enteró de que me había venido caminando desde la ciudad y que no tenía forma de volver, me dijo que me llevaría de vuelta él en su moto. Yo no lo podía creer. El tipo me había invitado (gratis) la cena, el desayuno, y ahora me quería llevar 30 kilómetros en su moto también sin esperar nada a cambio.

A las 13:00 me fui del homestay y de la aldea, montado atrás en la moto de Lộc.

Niña pequeña caminando sola por la carretera, cargando con su hermana menor en la espalda. Estas cosas no se ven en la ciudad. Admiro muchísimo a los niños de aldea / zonas rurales.
Pasando por la zona donde estaban las piedras en el camino el día anterior

A las 14:00 llegamos a Lai Châu. Le dije a Lộc que yo aún no había almorzado (él sí), tras lo cual me llevó a un restorán y pagó por mi almuerzo. Qué gran corazón que tiene este hombre, y qué afortunado me sentí en haberlo conocido. Estoy 100% convencido de que todo lo que hizo por mí estos dos días, habría estado feliz de hacerlo sin recibir absolutamente nada a cambio, incluyendo la estadía en su homestay que él me había dicho que costaba ₫100k pero en ningún momento me los reclamó. Si yo no se los hubiese dado, no me los habría pedido.

Pero por supuesto yo quería reconocerlo y recompensarlo por todo la hospitalidad desinteresada que me había brindado, así que no solo le pagué los ₫100k (~3€) que le debía sino que además le di otro billete de ₫100k adicional a modo de agradecimiento. No lo quiso tomar al principio pero yo insistí.

Igualmente, poniéndome a pensar un poco, creo que no es tanto el hecho de que yo haya tenido suerte en dar con una persona tan amable y simpática como Lộc, sino que en general la gente de las aldeas remotas y pequeñas en las montañas —como los hmong— tiende a ser así. Vivir en una aldea no te brindará las comodidades que te da la ciudad, pero por el otro lado te permite estar rodeado de gente simpática que te saluda y se interesa por ti. Mientras tanto en las grandes ciudades nadie se conoce, nadie se saluda, nadie se mira a la cara.

Mi almuerzo, pagado por Lộc.

Mientras estaba almorzando, tras darle el dinero le dije a Lộc que cuando quisiera se podía ir, que yo ya estaba bien y desde allí podría ir caminando hacia mi hotel. Así que Lộc se despidió de mí, se subió a su moto y se volvió a su aldea.

El camino de regreso al hotel habrán sido unos tres kilómetros. Durante todo este trayecto no paré de cruzarme con jóvenes —en su mayoría adolescentes que acababan de salir del colegio— que me saludaban al pasar, ya sea a pie o en motoneta. Una vez más: estas cosas en Hanói no pasan. Los vietnamitas son ridículamente amistosos, cálidos y hospitalarios, siempre y cuando no estés en la gran ciudad como Hanói o Ho Chi Minh.

A las 15:30 llegué al hotel, y a las 17:00 volví a salir porque a las 17:30 tenía clase. Hoy tendría las mismas dos clases que había tenido el martes: Sun S y Sun 3.

Niña andando sola en bici que me crucé en la calle yendo al centro
Niñas en clase: la estudiosa.
Niñas en clase: la traviesa (jugando con la cortina).
Niñas en clase: la bella durmiente.

Los últimos minutos de clase intenté implementar un juego que había preparado, pero me di cuenta de que quizás les faltaba un poco más de nivel como para poder hacerlo bien. La idea era que metieran la mano en una bolsa mía donde dentro yo había puesto diferentes cosas (e.g. pañuelo, lápiz, etc.). Lo primero que tocaran tenían que decir que era sin mirarlo.

Una niña cubriéndole los ojos mientras la otra intentaba adivinar lo que tenía en la mano (letra T).
Otra loli jugando al juego de adivinar lo que era sin verlo

A los de la segunda clase también les hice jugar un poco, pero a otros juegos.

Por ejemplo a este en que tenían que encontrar cosas en una imagen

Creo que a mi compañero ucraniano le había tocado una clase de Galaxy, es decir de los más grandes (adolescentes/secundaria). Cuando terminaron todas las clases a las 21:00, justo vi que unas alumnas de Galaxy estaban yendo al garaje para subirse a sus motonetas y volver a casa.

Esta es la forma en que casi todos los adolescentes vietnamitas se transportan: por medio de motonetas. En zonas urbanas pequeñas, remotas o rurales es común que lo hagan a partir de los 12, mientras que en las grandes ciudades como en Hanói es a partir de los 16.

A las 21:30 ya estaba en el hotel.

Ame,
Kato