El día que me mudé a un apartamento en Shōwachō

Kara Ema:

El jueves me mudé del APA Hotel donde estaba al norte de Osaka, a un apartamento en la parte sur de la ciudad, en un barrio llamado 昭和町 (Shōwachō).

No podría estar más contento con el apartamento este. Me salió más barato que el hotel y es tres veces más grande (30 m²), incluyendo todo lo necesario para vivir: microondas, nevera, sillón, mesa, jabón y hasta detergente (tanto para la vajilla como para la ropa).

A partir de las 16:00 tenía permitido hacer el self check-in, así que a las 15:30 salí del St. Marc Café donde estaba y me fui a tomar el metro hacia Shōwachō.

Una cosa que quiero resaltar sobre el metro (y los trenes en general) de Japón es la siguiente. Es increíble la accesibilidad que tienen, la cual permite que —a pesar de que esté lleno de escaleras y plataformas en diferentes pisos— puedan ser usados por personas en sillas de ruedas, con coches de bebé, o como era mi caso el jueves con maletas grandes y pesadas.

Desde el nivel de la calle tomé un ascensor que me dejó en un pasaje subterráneo. Desde ese pasaje subterráneo tuve que tomar otro ascensor que me dejó en el piso donde estaban las puertas para pasar la tarjeta y pagar el viaje. Tras pasar las puertas tuve que tomar un ascensor más el cual finalmente me dejó en la plataforma.

A las 16:00 pasadas llegué a la puerta del apartamento. El administrador me había enviado un correo electrónico con el código que tenía que poner para abrir el buzón correspondiente a mi apartamento y obtener la llave para entrar. Esta misma llave servía para abrir la puerta de abajo —la cual daba acceso al pasillo con el ascensor y las escaleras— y la de mi apartamento.

[Para no seguir diciendo «mi apartamento» cada vez, a partir de ahora lo voy a llamar Arachi.]

Así es como luce Arachi:

Cocina, salón y dormitorio. Si bien es todo un mismo ambiente, tiene puertas deslizantes que se pueden cerrar para separar el dormitorio del salón y la cocina de la entrada.
Cuarto de baño y lavabo. Donde estoy parado yo tomando la foto está la lavadora, que en cualquier momento le voy a dar el primer uso.
Entrada/genkan y acceso a lavabo y cocina

Ahora que he estado en la suficiente cantidad de casas y apartamentos japoneses como para empezar a notar patrones, te puedo mencionar la siguiente lista de cosas interesantes/convenientes que suelen encontrarse en residencias japonesas pero no en otros países:

  1. Luz del genkan con sensor para encendido automático (y temporizador para apagado automático), cosa de que apenas entres a tu casa no tengas que estar buscando el interruptor de la luz.
  2. Lugar para dejar el calzado en el genkan antes de entrar a la casa.
  3. Control remoto para la luz del dormitorio, cosa de que puedas encendarla y apagarla (y regular la temperatura y el brillo), sin levantarte de tu cama.
  4. Termostato para regular la temperatura del agua caliente. Opción para mantener caliente (o recalentar si se enfrió) el agua de la bañera.
  5. Posibilidad de usar el cuarto de baño como un cuarto de secado, colgando la ropa mojada y encendiendo la funcionalidad de secado.
  6. Inodoro con bidé incorporado, entre otras funciones como asiento con calefacción, etc. También es típico que tengan un lavabo incorporado atrás, cuyo grifo se abre automáticamente cuando se tira la cadena.
  7. Puerta del cuarto de inodoro con indicador para saber si alguien adentro. Este indicador a veces es en la forma de un círculo que cambia de blanco a rojo cuando se echa el pestillo, o bien en la forma de una ventana traslúcida.
  8. Posibilidad de extender los grifos gracias a la manguera que tienen escondida dentro del caño.
  9. Posibilidad de reutilizar el agua de la bañera para la lavadora.
  10. Puertas deslizantes separando distintas secciones de la casa, que pueden dejarse siempre abiertas o cerrarse.

A las 17:30 salí de Arachi y me fui a tomar el metro hacia Sakai, para ir a ver a mi amiga de vuelta dado que era jueves y había reunión de Komi.

Llegué al lugar a las 18:20 —diez minutos antes de hora— y lo encontré cerrado, con las luces apagadas y sin nadie dentro. A los cinco minutos apareció un coche en donde venían mi amiga Yume con su mamá Rina y su hermano mayor Akio.

Apenas salió del coche Yume me vino a saludar y me devolvió un collar mío que me había pedido el jueves pasado y yo le dije que se lo prestaría por una semana bajo la condición de que me lo cuidara bien. Mientras Rina aparcaba el coche yo me fui con los niños a abrir el salón.

Le pedí disculpas a Rina por haber llegado antes que ella —se supone que ella al ser la organizadora tiene que ser la primera en llegar—, aunque en parte también estuvo bueno dado que me permitió ver cómo los niños ayudaban a poner todo en marcha para la reunión (los micrófonos, los parlantes, el iPad, la selección de los temas que íbamos a bailar ese día; todo esto estaba a cargo de ellos).

Al igual que la vez anterior Yume se la pasó pegada a mí, en mi regazo, pidiéndome que la levantara, que la persiguiera por todo el salón, que la hiciera girar hasta marearnos. También aproveché para jugar con los otros niños, y para hablar con una chica italiana que estaba haciendo la secundaria en Japón y considerando estudiar en la Universidad de Kioto o en la Doshisha, la que fui a visitar la otra vez con Akane.

En un momento Yume le dijo a su mamá que quería ir a comprarse algo para tomar en la máquina expendedora que había afuera, así que yo le dije que la acompañaría (no porque no creyera que pudiese ir sola, sino simplemente porque quería acompañarla y a lo mejor comprarme una bebida yo también). Ella se compró una botella de chocolatada fría y yo una de café con leche. Cuando entramos de vuelta al salón yo le di de probar un poco de la mía y ella de la suya. No le gustó.

Otra cosa que no le gustó para nada fue la Vauquita. Es que la semana anterior yo había llevado para repartir a todos una golosina argentina de dulce de leche llamada Vauquita. Yume me mostró que todavía tenía la suya y me dijo que la iba a probar ahí enfrente de mí. Mordió un pedazo pequeño e inmediatamente lo escupió y tomó chocolatada para quitarse el gusto. Me terminé comiendo el resto yo. Supongo que las golosinas argentinas son demasiado dulces para los paladares no acostumbrados de los japoneses.

A las 22:00, cuando ya se habían ido todos y una vez que habíamos terminado de ordenar, nos subimos todos al coche y Rina me alcanzó hasta la estación. Al igual que la vez pasada Yume me hizo sentar atrás con ella. Cuando llegamos a la estación Yume salió del coche para despedirme con un abrazo. Quedamos en que nos volveríamos a ver el sábado.

Cuarenta minutos más tarde ya estaba de vuelta en Shōwachō. Tras salir de la estación noté que había un supermercado Life que aún estaba abierto, lo cual me sorprendió dado que no recordaba haber visto nunca un supermercado abierto tan tarde en Japón. Aproveché para comprarme algo para cenar.

Life a una cuadra de Arachi

Esta cadena de supermercados me encanta. Tienen buena variedad de productos, buenos precios y abren hasta tarde. ¿Qué más puedo pedir? Ah sí, canastos para niños, pero eso también lo tienen:

Canastos pequeños para que los niños también puedan hacer compras

A las 23:00 pasadas llegué a Arachi.


Por cierto, a lo largo de todo el día —en mis ratos libres, por ejemplo mientras viajaba en el metro o mientras estuve en el café— estuve viendo una película supertriste llamada みぽりんのえくぼ (Miporin no Ekubo; Los hoyuelos de Miporin). Trata de una niña que desarrolla un tumor maligno en el cerebro y fallece a los 13 años. Lo peor fue cuando me enteré que está basada en una historia real.

Mientras Miporin luchaba contra la enfermerdad hacía dibujos y escribía cartas. En total llegó a hacer más de trescientas, las cuales fueron publicadas postmortem por sus padres, en un libro titulado Miporin no Ekubo. Este libro fue la inspiración para la película.

Te cuento lo que más me impactó de la peli. Miporin se la pasaba internada en el hospital, y se quejaba de que quería salir a ver a sus amigos y hacer vida de chica normal. Los padres aceptaron todo tratamiento que los médicos les ofrecían con la esperanza de salvar a su hija, pero ninguno dio resultado. Cuando finalmente les anunciaron que no había nada más que se pudiera hacer, los padres la sacaron del hospital diciéndole que ya estaba curada (mentira blanca). Se fueron a hacer el último viaje con toda la familia junta. Cuando volvieron del viaje el estado de Miporin empeoró y la llevaron al hospital donde falleció.

La siguiente foto la saqué de Internet. En ella se puede ver a la verdadera Miporin (con sus hoyuelos) y una de las cientos de cartas/dibujos que hizo:

Esta carta aparece en la peli también. En ella se ve un dibujo de un durazno y un texto que pone:「早くたべたい、もも一個」(«Me encantaría comer un durazno»).
Más de las 絵手紙 (etegami; carta/dibujo) de Miporin

El viernes solo salí un rato a la tarde para pasear un poco por mi nuevo barrio y para ir al supermercado Life de vuelta a seguir comprando cosas para llenar la nevera de mi nuevo apartamento.

Lo que me compré en el súper (~US$20)

Ame,
Kato