Domingo de voluntariado en un hogar de niños

Kara Ema:

El domingo hice una actividad de voluntariado en un hogar de niños llamado 遙学園 (Haruka Gakuen).

Salí de casa a las 8:30 y me tomé el tren hasta la estación de Yamazaki. La organizadora de la actividad me había dicho que nos juntaríamos en esa estación a las 9:40 para ir caminando juntos desde ahí hasta el hogar.

Aparte de mí había otra voluntaria más, una chica de Ucrania que estaba viviendo en Japón desde hacía dos años. Los tres restantes eran japoneses y miembros de la organización organizadora.

Cuando llegamos al lugar nos presentaron a uno de los empleados, quien nos dio un formulario para rellenar con nuestros datos, nos pidió que le mostrásemos algún documento de identidad, y finalmente nos hizo leer y aceptar las siguientes reglas que debíamos cumplir mientras estuviésemos allí:

  1. Cuando llegue como voluntario, acérquese a la oficina y reciba una placa con su nombre. Por favor, asegúrese de llevar su placa de identificación cuando trabaje.
  2. Preste atención a su vestimenta y aspecto personal cuando trabaje con niños. Por ejemplo, no lleve ropa reveladora ni joyas excesivas.
  3. Cualquier problema que surja durante las actividades de voluntariado debe comunicarse inmediatamente y pedir instrucciones al personal. Lo mismo se aplica a los problemas entre niños. Si un niño se lesiona, notifíquelo inmediatamente y pida instrucciones.
  4. Los niños viven según las normas de la institución. Intente relacionarse con el niño de acuerdo con esas normas.
  5. Evite el contacto físico excesivo con los niños.
  6. No saque al niño de la institución ni vaya a ningún sitio que no sea el indicado por el personal.
  7. No regale dulces, dinero o bienes a los niños. Tampoco haga promesas que no pueda cumplir.
  8. No utilice el teléfono móvil delante de los niños. No facilite su número de teléfono ni su dirección de correo electrónico o redes sociales a niños de escuela media o menores.
  9. No fotografíe a los niños. Si es necesario, obtenga el consentimiento de un miembro del personal.
  10. Le rogamos que no divulgue ninguna información sobre los niños que conozca en el transcurso de su trabajo con ellos. Tenga en cuenta que la información personal relativa a los voluntarios se gestionará dentro de la institución y se comentará con usted cuando exista la posibilidad de divulgarla.
  11. Al marcharse, devuelva la placa con su nombre a la oficina.

Siempre es interesante para mí ver cómo los japoneses se preocupan tanto por todas estas reglas, mientras que en el Sudeste Asiático yo podía entrar a hogares de niños a jugar con los niños sin firmar nada, aceptar ninguna regla ni mostrar ningún documento de identidad. También podía sacar fotos a los niños sin ningún problema.

Cuando terminamos toda la parte burocrática, salimos de la oficina y nos dirigimos al piso donde estaban los niños.

Había dos puertas de entrada: una te llevaba al lado de los varones y la otra al lado de las niñas. Ambos lados eran iguales e incluían un salón, varios dormitorios alrededor del salón, una cocina, un lavabo y un baño. No me gustó mucho esto de que los separen por género. Que separen los dormitorios es una cosa, pero el salón —que también es el sitio donde comen— debería de ser único para todos.

Lo que me habría especialmente molestado es que me pusieran a mí por ser hombre en el lado de los varones, y a la chica ucraniana en el lado de las mujeres, pero por suerte eso no pasó. Nos pusieron a ambos en el lado de las niñas, mientras que los voluntarios japoneses fueron al lado de los varones. Igualmente solo entramos al interior del edificio unos minutos; dejamos nuestras cosas allí e inmediatamente volvimos a salir para dirigirnos al sector exterior de juegos.

No te puedo mostrar fotos del lugar dado que estaba prohibido por reglamento hacerlas, así que intentaré explicarte cómo era y lo que hicimos lo mejor posible en base a lo que recuerdo. Básicamente era como un parque privado, con juegos de esos que se encuentran típicamente en los parques, como columpios, barras, toboganes y demás. Aparte de eso tenían otras cosas como sogas, bicicletas y coches para que los niños se suban y los adultos los empujen desde atrás.

Estuvimos dos horas en total en ese parque (desde las 10:00 hasta las 12:00). Las dos horas me la pasé casi siempre con la misma niña, que no paraba de tomarme la mano y llevarme a dar vueltas y corretear por todo el sitio. En un momento agarró una bicicleta y me pidió que la empujara. Luego hizo lo mismo con el coche. Se llamaba Miyu y si no me equivoco tenía 5 años.

Algunas niñas más se encariñaron conmigo, pero ninguna tanto como lo había hecho Miyu. Una me preguntó se podía ser mi ペア (pea; par/pareja), que según tengo entendido es una jerga que usan todos los lugares de cuidado de niños en Japón y se refiere a una combinación de uno de los niños con uno de los profesores/cuidadores. A fines prácticos lo único que significaba era que íbamos a ir de la mano desde el parque hasta el edificio de vuelta.

Pero las parejas ya estaban todas asignadas y no se podían cambiar, así que luego de que le explicaron esto me tuvo que soltar la mano e irse con su pareja asignada. A mí me habían asignado a Miyu y uno de los niños (que creo que era el hermano de Miyu), así que volví al edificio con ambos tomándome las manos.

Cuando regresamos al salón noté que habían colocado unas mesas y unas sillas, dado que era la hora de almorzar. Los cocineros habían preparado arroz al curry y ensalada para todos los niños, el personal y los voluntarios.

Tres de las niñas insistían en sentarse al lado de mí, incluyendo Miyu. Terminé sentándome en un pequeño espacio en una esquina, cosa de tener a Miyu a mi izquierda, a las otras dos que querían estar cerca a mi derecha y enfrente. Miyu no paró de observar mi cara durante todo el tiempo que estuve sentado comiendo. También se inclinaba hacia mí, apoyando su brazo en mi pierna.

Cuando terminé de comer me dijeron que podía repetir si quería. Podría haber comido un plato más dado que las porciones no eran acordes al tamaño de mi estómago sino el de los niños, pero preferí aprovechar el tiempo para jugar con las niñas. Había una que ya había terminado de comer así que me fui a sentar con ella. Al cabo de un rato vino Miyu y se puso cómoda en mi regazo.

Miyu —al igual que muchos niños antes que ella— sintió curiosidad por mi nariz y los pelos en mis brazos, así que se puso a examinarlos un poco con la vista y el tacto. En un momento se abalanzó sobre mí de manera tal de hacerme caer recostado sobre el piso con ella encima. No paraba de reírse mientras yo hacía de cuenta que no tenía fuerzas para levantarme. Una vez que pude levantarme, era mi turno de hacerla caer al piso a ella, pero no la solté sino que rápidamente la volví a traer hacia mí, y luego a alejar, y a traer, y alejar, y así siguiendo varias veces. Parecía estar bastante a gusto conmigo, al igual que yo con ella.

Mientras jugaba de esta manera con Miyu estaba completamente al tanto de que estaba rompiendo una de las reglas de la institución, en particular la número 5: «Evite el contacto físico excesivo con los niños». No me importó. Las risas de Miyu eran más importantes para mí que respetar aquella estúpida regla. Era ella la que se abalanzaba sobre mí, y yo no la pensaba detener. Los niños necesitan el contacto físico.

La actividad de voluntariado tenía una hora de finalización estipulada: las 13:00. Cuando se hizo esa hora una chica del personal de la institución se acercó a donde estábamos jugando con Miyu para avisar a todos que los voluntarios ya se tendrían que ir. Yo me quería seguir quedando un rato más, y Miyu claramente quería que me quedara también, pero lamentablemente no se podía.

Cuando me levanté del piso donde habíamos estado jugando, noté que Miyu tenía los ojos lacrimosos. Me di cuenta de que estaba intentando retener las lágrimas de la tristeza de que yo me tenía que ir, lo cual me conmovió muchísimo. La chica del personal la recogió en sus brazos. Mientras me estaba poniendo las zapatillas para salir del edificio, la chica del personal me dijo que Miyu quería darme un último abrazo de despedida, lo cual por supuesto acepté.

Más tarde, mientras caminábamos de regreso a la estación con el equipo de voluntarios, la organizadora me contó que Miyu es una niña bastante reservada, tímida, y que le cuesta apegarse a las personas. Así y todo se encariñó conmigo en un lapso de dos horas, al punto de casi ponerse a llorar al final.

Yo también me encariñé con ella. Ojalá podamos volvernos a ver.

Ame,
Kato