Kara Ema:
El domingo a las 8:30 partimos del hotel. Ya no teníamos la moto así que tuvimos que caminar hasta el pueblo.
Habíamos quedado con la mujer hmong (llamémosla Mang) que nos juntaríamos a las 9:30 frente a la iglesia. Antes de ir pasamos por una cafetería para desayunar.
Mang estaba con otra joven hmong de 20 años—una chica muy hermosa con quien me habría gustado platicar, pero lamentablemente ella no tenía muy buen nivel de inglés así que no pudimos hablar mucho. Mang sí hablaba inglés; nos contó que básicamente lo aprendió a lo largo de los años conversando con los turistas que venían a Sapa. También había una tercera mujer hmong, quien cargaba con un bebé en su espalda. Además de los hmong compartimos la excursión con una pareja de estadounidenses.
La vista que empezamos a ver cuando salimos del pueblo y nos acercamos a la montaña
En un momento se nos sumaron dos niñas al grupo de trekking: eran las hijas de Mang. Tenían 9 y 11 años.
En la última foto notarás que ambas niñas tienen una marca circular en la frente. Le pregunté a Mang de qué se trataba, y me dijo que era el muñón de un cuerno de búfalo que había sido calentado y presionado contra la frente de las niñas hasta dejar esa marca. Esto se hace cuando alguien tiene un dolor de cabeza, dado que existe la creencia de que el cuerno de búfalo ayuda a sanarlo rápidamente. Supuestamente la marca deja de ser visible pasadas un par de semanas.
A medida que avanzábamos en la excursión, el panorama iba cambiando: se iba poniendo cada vez más hermoso pero al mismo tiempo más difícil de atravesar debido a la gran cantidad de laderas con barro resbaladizo por las que teníamos que pasar.
Mang era la única que iba en zapatillas de las hmong, dado que el resto estaba con botas, lo cual hacía que pudiesen caminar por el barro mucho más fácilmente sin resbalar. Todas las hmong que nos acompañaban —incluyendo las dos niñas— nos ayudaron dándonos la mano en las partes barrosas para que no nos resbaláramos. Era muy tierno tener una niña dándome la mano para que no me cayera.
Yo aproveché la excursión para hacerle un montón de preguntas a Mang sobre los hmong y sobre su vida. Así fue como me enteré de que ella se casó a los 16 años con un hombre de 18, y concebió a su primogénita poco tiempo después de casarse. La forma en que arrancó su vínculo con su marido fue a través de una tradición conocida como «el rapto de la novia».
El rapto de la novia, también conocido como matrimonio por secuestro, es una práctica tradicional repetida a lo largo de la prehistoria y la historia en todo el mundo. Consiste en un hombre que secuestra a una mujer con intención de casarse con ella. Los efectos del secuestro pueden incluir violación conyugal, embarazos no deseados y abuso físico del hombre contra la esposa (esclava). Esta práctica sigue dándose en países que abarcan desde el Asia Central, el Cáucaso, zonas de África, Pakistán, Kirguistán y la selva amazónica en Sudamérica. También entre pueblos tan diversos como el gitano en Europa, los Hmong en Asia o los Tzeltal en México. En la inmensa mayoría de los países el rapto de la novia está considerado un delito más que una forma válida de matrimonio. En algunos de sus usos el término puede referirse a las fugas para contraer matrimonio sin consentimiento y puede incluir también matrimonios pactados. Concretamente en Kirguistán y Chechenia si bien está contra la ley, esta se muestra laxa al respecto.
Wikipedia
A la gente suele chocarle cuando se entera de lo «temprano» que todavía se casan en los grupos minoritarios como los hmong, pero ¿tiene sentido decir que se casan temprano cuando durante el 99% de la historia de la humanidad —antes de la invención de la adolescencia— las mujeres se casaban entre los 12 y los 16 años, tan pronto como entraban en la pubertad (por consiguiente la adultez biológica)?
Tras tres horas de senderismo por la montaña, a las 12:30 finalmente llegamos a la aldea de los hmong, llamada Lao Chai.
Afuera de una de las casas había un grupo de niñas haciendo básicamente nada, lo cual me recordó a los niños de la tribú indígena que visité en Indonesia. Me acerqué a ellas y les pregunté si les podía hacer una foto.
Mang nos contó que en Lao Chai viven alrededor de 5000 personas y son prácticamente todos hmong. Yo le pregunté si era posible que una persona no hmong viva con ellos —e.g. si se casara con algún hmong de la aldea—, y me dijo que sí. También nos dijo que además de las casas de los habitantes había una escuela y un pequeño hospital.
Los aldeanos trabajan en la agricultura y el ganado, aunque también algunos de ellos viven del turismo, por ejemplo organizando excursiones como la que estábamos haciendo nosotros con Mang.
Cerca de las 13:00 llegamos al restorán donde paramos para almorzar.
Mientras almorzamos algunas chicas hmong se nos acercaron a nuestra mesa para vendernos sus artesanías.
Una hora más tarde reanudamos la marcha. Las niñas ya no estaban con nosotros —se habían ido con el padre— y una de las jóvenes hmong tampoco. Quedábamos la pareja estadounidense, la pareja italiana, la chica hmong de 20 años, Mang y yo.
Mientras atravesábamos un campo de arroz Mang se detuvo, cogió un grano de arroz del arrozal y me lo ofreció para comer.
En un punto del recorrido Mang nos hizo visitar una casa hmong por dentro.
A las 14:30 llegamos a otra aldea, llamada Ta Van.
A las 15:00 terminó la excursión, así que cada uno le dio ₫400000 (~US$15) a Mang, la despedimos y nos volvimos a Sapa con unas motos que había contratado nuestra guía.
A las 16:00 dimos un nuevo paseo por el pueblo. La pareja italiana se fue a una tienda a intentar alquilar una moto, mientras yo me fui a curiosear una escuela primaria. Quedamos en que nos encontraríamos de vuelta un rato más tarde en el hotel.
Había unos niños haciendo taekwondo, que me saludaron cuando me vieron.
Cuando salí de la escuela me puse a caminar un poco al costado del lago.
Cerca de las 17:00 volví caminando hacia el hotel. En el trayecto me crucé con:
A las 18:00 volvimos a salir para el centro, esta vez todos juntos y con una moto que habían alquilado Idalia y Renzo.
No tardamos en empezar a cruzarnos nuevamente con los niños —o las niñas, dado que el 90% eran niñas— hmong bailando en la calle.
Algunas fotos del paseo vespertino que hicimos por el pueblo:
Los italianos andaban con ganas de cenar comida india, así que buscamos un restorán indio y fuimos a cenar allí.
A las 20:15 terminamos de cenar y continuamos la caminata por el pueblo.
Una hora más tarde estábamos nuevamente en el hotel. Nos pusimos a jugar a un juego de naipes llamado Burraco, el cual es bastante popular en Italia y por lo que tengo entendido es similar al juego conocido en Argentina como la Canasta.
Diez minutos antes de las 23:00 me despedí de Idalia, recogí mis cosas y dejé que Renzo me llevara con la moto hasta el sitio en el pueblo donde me tenía que tomar el autobús para volver a Hanói. Los italianos se quedarían una noche más en Sapa, mientras que yo me volvería ya aquella noche dado que había quedado con Linh que la ayudaría con el club el lunes.
A las 23:30 me tomé el autobús, el cual también tenía cabinas privadas para poder dormir, pero esta vez eran simples y no dobles como el autobús del amor que nos habíamos tomado a la ida.
Ame,
Kato
Muy buena excursion! Que tal el arroz del arrozal?