Kara Ema:
Lo que habíamos comprado la noche del lunes era para desayunar el martes, dado que teníamos planeado levantarnos temprano e ir a hacer senderismo por el bosque. Pero hubo algo que acabó estropeando nuestros planes: la lluvia. Llovió intermitentemente durante todos los cinco días que estuvimos en la aldea, incluyendo la mañana del martes.
Así que nos terminamos quedando toda la mañana en la cabaña, desayunando los snacks que habíamos comprado y jugando a las cartas.
Al mediodía fuimos al comedor a comer.
Voy a hacer un paréntesis aquí para hablarte de una de las integrantes de nuestro equipo—esta mujer que ves en la siguiente foto jugando con los niños a un juego del móvil:
Es raro encontrar adultos con espíritu de niños, que disfruten jugando con niños al punto de parecer uno más de ellos. Yo soy uno, y esta mujer claramente era otra. Se notaba en la forma en que interactuaba con ellos, de igual a igual. Se notaba en el hecho de que pasaba más tiempo jugando con los niños que conversando con los adultos. No me sorprende que esté estudiando para ser maestra de primaria.
Después de almorzar yo solo fui a dar un paseo por la aldea con dos de los hermanos Krung, el niño y la niña más pequeña. En el trayecto me crucé con:
Gracias a que estaba con los niños, pude hacer el bucle que no había podido completar la jornada anterior, debido a los perros que amenazaban con devorarme. Esta vez los perros no me hicieron nada dado que vieron que estaba con niños de la aldea.
Cuando terminamos el bucle regresamos al punto donde habíamos arrancado: la cabaña. Yo quería conocer la casa donde vivían los Krung, así que aproveché que estábamos en la cabaña de vuelta para pedirle a alguien ahí que le preguntara en vietnamita al niño si yo podía ir con él a su casa. El niño dijo que sí y me condujo hacia allá.
Como te conté la otra vuelta, los Krung son —o al menos aparentan ser— una de las familias más pobres de toda la aldea. Su casa se encuentra en la periferia; hay que pasar por senderos estrechos y por varias otras casas mejor conectadas al camino principal antes de llegar.
En la casa estaba la niña mayor. La niña menor se había ido con el padre cuando nos lo cruzamos en el trayecto, aunque no tardaron en hacerse presentes nuevamente.
Cuando entré a la casa me invitaron a sentarme al lado del fogón.
La casa de los Krung tenía solo lo básico: el fogón para cocinar y un par de camas para dormir.
A las 15:00 volvimos al comedor. Los niños hmong estaban jugando a las charadas (mímicas) con los adultos del equipo.
Fue en este momento cuando aproveché para hacerle algunas fotos a la loli hmong más tierna de toda la aldea:
La chica alemana me dijo la primera noche que se la quería llevar a su casa de lo tierna que era. Yo le respondí que no antes de que me la lleve yo.
La última actividad que les hicimos hacer a los niños fue un origami de sobres, para que luego los utilizaran para escribir una carta, guardarla dentro del sobre y entregársela a alguien. Algunas de las integrantes del equipo recibieron cerca de una decena de cartas; yo solo recibí cuatro, por lo que te conté la otra vez de que nunca llegué a conectar mucho con estos niños debido a la barrera del idioma.
Estoy feliz de tener a Mai y a Kato. Amo a Mai y a Kato.
Deseo que Kato tenga siempre buena salud.
Amable y gentil. Saludable y feliz con la familia.
Me siento muy afortunada de estar cerca de Kato, estoy muy feliz y le deseo lo mejor.
Traducción de lo que decían las cartas que recibí
Y yo me siento afortunado de haber conocido unos niños de almas tan puras que parecían ángeles. Si esto es lo que me escribieron con lo poco que pudimos interactuar, no me imagino lo que podríamos haber conectado si yo pudiese hablar vietnamita o hmong…
A las 17:00 fuimos hacia la cabaña. Cuando pasamos por la tienda les dije a los niños Krung que eligiesen cualquier cosa que quisieran, que yo pagaría. Después de todo ellos eran los que habían pasado más tiempo conmigo durante los cinco días: me habían invitado a conocer su casa y me habían acompañado en paseos por la aldea, protegiéndome de los perros en el camino.
Podrían haber elegido un montón de cosas y yo se las habría comprado, pero increíblemente solo elegieron una cosa cada uno. En total terminé pagando ₫50000 (~US$2) por lo que eligieron. Estaba dispuesto a pagar diez o veinte veces más, pero ellos insistieron con que no querían nada más.
En la cabaña les presté mi ordenador a los Krung para que vean Peppa Pig y Paw Patrol un rato.
Cerca de las 19:00 salimos nuevamente hacia el comedor para celebrar la última cena.
En el trayecto nos cruzamos con algunos niños. Cada vez que yo me cruzaba con niños en la aldea, mi modus operandi era básicamente el siguiente: (1) saludarlos, (2) acercarme sonriente, (3) decirles algunas palabras en inglés que no entenderían, (4) hacerles fotos, (5) hacerme fotos con ellos, (6) jugar con ellos [no siempre; solo cuando tenía tiempo], y (7) despedirme.
En la última cena comimos hot pot. También tomamos varios vasos de un licor artesanal que nos ofrecieron los dueños del homestay. Para cuando acabamos de comer todos terminamos algo ebrios.
El «hot pot» es un conjunto de comidas que se cocinan en un caldo caliente ubicado en el centro de una mesa. Los alimentos de un «hot pot» incluyen carne, verduras de hojas, setas, wontons, huevo dumplings y diversos mariscos. La comida cocinada suele ser luego untada en una especie de salsa. En muchas áreas, los «hot pot» se sirven solo en invierno.
Wikipedia
Después de cenar vinieron los niños para hacer su show de todas las noches. A diferencia de las tres noches anteriores, dado que esta era la última noche decidí no tomar ninguna foto ni hacer ningún video, y en su lugar disfrutar del momento y bailar con los niños.
Cuando terminó el show nos despedimos de los niños y nos fuimos a la cabaña a dormir.
Ame,
Kato
Ahh pillin pillin no terminaste sacando ninguna foto.
Jajajaja este nacho..