Jornada en Khlong Toei: visita a las fundaciones Duang Prateep y Slum Child Care

Kara Ema:

El martes salí del hotel a las 9:00 y fue a MaxValu a comprarme algo para desayunar. De ahí caminé hasta Khlong Toei.

El primer sitio que visité en Khlong Toei fue la fundación Duang Prateep.

Duang Prateep Foundation

Me presenté en la recepción y pedí hablar con alguien que supiera inglés. Al rato apareció una mujer, quien me recibió muy cálidamente. Le pregunté si podía visitar el jardín que estaba enfrente —el cual pertenecía a la fundación— y me dijo que sí, así que la seguí hasta el jardín.

En la clase de inglés tenían tres profesoras extranjeras (del Reino Unido y Estados Unidos), que estaban viviendo en Bangkok y trabajando allí enseñando inglés a los pequeños. La clase tendría alrededor de una quincena de niños; es decir no era muy grande y había una buena cantidad de profesoras, con lo cual yo no tuve que hacer mucho—simplemente observé la rutina que ellos ya tenían.

Programa de inglés para estudiantes de jardín
Los niños saliendo del aula cuando terminó la clase
Las profes haciéndoles practicar números

Cuando tomé esta última foto una de las profesoras extranjeras me dijo que no estaba permitido hacer fotografías, lo cual me llamó la atención dado que jamás me había pasado de que me dijeran eso durante las muchas veces que visité escuelas y jardines en el Sudeste Asiático (Japón por el contrario sí suele tener esta regla).

Más adelante, cuando una de las profesoras tailandesas me dio un tour por el jardín y me mostró una de las clases donde los niños estaban aprendiendo con el método Montessori, le pregunté si podía tomar una foto y me dijo que sí.

Clase Montessori

A eso de las 11:00 me volví a las oficinas de la fundación, donde me presentaron a algunos de los que trabajaban allí, incluyendo el marido de la fundadora que era japonés. Me dijeron que necesitaban que los ayudara a corregir el inglés del informe anual a los patrocinadores.

Corrigiendo el inglés del informe

A las 12:00 bajé a almorzar al comedor de los empleados. Almorcé junto al marido de la fundadora y me la pasé hablando en japonés con él. Se sorprendió bastante cuando descubrió que yo hablaba japonés y que había vivido en Japón.

Después de comer me invitaron a ver un vídeo de diez minutos sobre la fundación y lo que hacen.

Viendo el vídeo de la fundación

A las 13:00 me fui. Me preguntaron si volvería otro día y les dije que a lo mejor sí.

El siguiente lugar por el que pasé fue la escuela de Janusz Korczak, donde había estado ayer. Los niños inmediatamente me reconocieron y me saludaron con sonrisas. Me invitaron a sentarme a presenciar una clase, pero les dije que no, que solo venía a saludarles un minuto y ya me iría. Algo interesante fue que les pregunté de qué país venían, y algunos me dijeron Cambodia y otros Myanmar. Es decir que no todos eran tailandeses.

Quince minutos más tarde pasé por la Foundation for Slum Child Care (Fundación para la Atención a la Infancia en los Barrios Bajos). Una mujer en la puerta me reconoció enseguida —al parecer se acordaba de cuando había estado allí el año pasado— y me hizo pasar.

Sabía que los niños estarían durmiendo la siesta en aquel horario, dado que ese había sido el caso el año pasado. Pero no importó mucho porque los bebés estaban todos despiertos, así que me hicieron pasar con ellos primero mientras esperaba a que se hicieran las 14:00, hora en que los otros tendrían que despertarse.

Jugando con los bebés (0-2 años)

A las 14:00 me fui a saludar a los niños de 3-4 años, que recién se estaban despertando. Algunos me tomaron cariño enseguida y me pedían que los alzara o se peleaban para sentarse en mi regazo.

Niños de 3-4 años tomando un tentempié después de la siesta
El de la derecha era medio andrógino así que nunca supe si era niña o varón. En todo caso no quería que nadie más se subiera a mi regazo aparte de él/ella.

A las 14:30 una de las trabajadoras (las llamo trabajadoras en lugar de profesoras dado que no era una escuela y no enseñaban a los niños, sino que más bien cuidaban de ellos, les hacían jugar, les daban de comer y los bañaban antes de entregárselos de vuelta a sus padres a la tarde) me indicó que bajase a la planta baja, que era donde estaban los niños más grandes, de 4-5 años.

Me sorprendió ver a varias personas (adultos tailandeses) con los niños de 4-5 años, haciéndoles fotos y entregándoles donaciones. Incluso había dos niñas de edad primaria formando parte del grupo que había venido a regalarles cosas a los niños.

Niños de 4-5 años sentados en las mesas y rodeados por personas que venían a hacerles regalos
Niñas de primaria repartiendo los regalos (las dos que están paradas con la mascarilla)
Esta niña —la de la izquierda— me robó el corazón varias veces con esas sonrisas y ojitos que me hacía. Llamémosla Yim («sonrisa» en tailandés).

Yim no tardó mucho en tomarme cariño y acomodarse en mi regazo. Estaban todos los niños sentados en las sillas menos ella, que estaba sentada encima de mí y yo a su vez estaba sentado en el piso.

Yim
Yim en mi regazo
Mano de Yim sobre la mía

A las 15:30 les sirvieron a los niños otro refrigerio.

Yim comiendo un tentempié

Después de comer era hora de que los niños tuvieran su baño dado que a partir de las 16:00 pasarían los padres a buscarlos.

Hasta este momento todo iba perfecto. Había podido acompañar a los niños en todas las actividades de su rutina diaria: la siesta, los tentempiés y los juegos. Los niños parecían estar tan contentos con mi presencia como estaba yo con la de ellos. Les encantaba jugar conmigo, sentarse en mi regazo, chocarme las manos, curiosear mis pulseras y mi reloj, y tocarme los pelos en mis brazos.

Algunos niños se me acercaron para que les ayudara a quitarse la ropa antes de entrar al baño. Levantaron sus brazos y yo les quité la camiseta, luego algunos también me pidieron ayuda con el pantalón.

Sector de baño (foto tomada unas horas antes de que los niños entraran a bañarse).

Al lado de la bañera que ves en la foto estaba parada una trabajadora, que era la que los enjabonaba y limpiaba. Luego había otra trabajadora más parada en la entrada, que era la que los secaba. Los niños estaban formando una fila desde la altura de la bañera hasta la altura de los inodoros que se ven en el fondo de la foto. Yo estaba parado afuera del sector de baño, pero la pared era lo suficientemente baja como para poder ver hacia dentro y que los niños me vieran a mí.

Mientras esperaban su turno, tres de las niñas (incluyendo mi amiga Yim) me miraban, sonreían y me extendían sus manos para que yo se las tomara y les hiciera choques. Así estuvimos jugando hasta que de repente apareció una trabajadora y me dijo que no hiciera eso, supuse que porque las estaba distrayendo a las niñas y después de todo era la hora del baño y no de jugar.

Pero no, esa no era la razón por la cual la trabajadora había venido a regañarme. A través de su inglés cortado entendí que lo que quería no era que dejase de jugar con las niñas sino que me fuera. Me dijo que debido a que yo era un hombre, no podía estar en frente de las niñas pequeñas desnudas.

Nunca en mi vida había escuchado un comentario más sexista y que me ofendiese tanto, y eso que yo no soy una persona de ofenderse rápido y por cualquier cosa. Aparentemente en este lugar no hay ningún problema con que las mujeres trabajadoras estén presentes con niños varones desnudos, pero sí lo hay con la presencia de un hombre entre niñas desnudas.

En mi experiencia interactuando con niños mientras ellos están desnudos, he aprendido que ningún niño de 6 años o menos se siente incómodo con su propia desnudez, independientemente de quienes estén a su alrededor presentes en la misma habitación. Al contrario: a los niños pequeños les encanta estar desnudos. A los únicos que les incomoda esto es a los adultos, y esa incomodad es lamentablemente transmitida a los niños, y termina evolucionando en la vergüenza y complejos por el cuerpo desnudo que casi todos empezamos a tener a los 8 años. Esta vergüenza no forma parte de la naturaleza humana sino que es sociogénica (producida por la sociedad).

Por eso me molestó tanto que me dijeran eso. No solo porque el comentario era sexista y moralista, sino porque cualquiera que estuviese allí podía notar a simple vista que los niños estaban completamente cómodos con mi presencia frente a su desnudez, jugando conmigo y pidiéndome que los ayudara a quitarse la ropa.

Eventualmente me alejé del sector de baño, pero no me fui de la fundación como las trabajadoras claramente querían que hiciera, sino que entré a la sala donde los niños entraban a medida que iban saliendo del baño y continué jugando con ellos. Mismo en la sala la mitad de los niños aún estaban desnudos dado que todavía la trabajadora no había llegado a vestirlos.

Fue gracioso (por no decir penoso e indignante) ver cómo las niñas desnudas se me acercaban para jugar conmigo o mostrarme sus mochilas, y al mismo tiempo una trabajadora intentaba interponerse entre ellas y yo, dado que en su mente era inmoral que un hombre estuviese en la presencia de niñas desnudas.

Yim saliendo del baño y yendo a la sala. Notar el talco que les ponen a todos los niños tailandeses en la cara y el cuerpo.

A las 16:45 finalmente me fui de la fundación, dado que ya casi no quedaban niños con quienes jugar.

Lo único que lograron las trabajadoras con su comportamiento moralista y sexista es hacer que yo no quiera visitar más ni volver a donar. Por suerte hay un montón de fundaciones más por la zona, así que tengo para elegir. Aunque echaré de menos a Yim…

El siguiente sitio que visité en el barrio fue la parte donde me había hecho varios amigos, para ver si me los encontraba de vuelta. Y sí, allí estaban todos, contentos de volver a verme y tener una nueva oportunidad de jugar conmigo (yo igualmente contento).

Kalaya, la niña que me llama «pi» (hermano mayor).

No hice muchas fotos dado que empezaba a ser de noche y estaba más preocupado por jugar y pasar un rato grato con los niños. Carpe diem: disfruta el momento. En un par de días más me estaré yendo de Bangkok y no los volveré a ver nunca más, al igual que tantos niños con quienes me encariñé y tuve oportunidad de jugar y conocer en otros países…

Kalaya apoyada contra mi cuerpo mientras nos balanceábamos en una de las estructuras lúdicas
Kalaya transportando mi mochila—no hay nada más dulce que cuando un niño ofrece su ayuda sin que se la pidas.
Kalaya andando en bici, lo cual hacía bastante bien y sin necesidad de ruedas de entrenamiento. Pensé que tenía 4 años dado lo tierna y diminuta que era, pero puede que me equivoque y tenga 5 o 6. Ni siquiera ella sabe su propia edad, así que supongo que nunca lo sabremos.
Niños del barrio
Kalaya contando sus monedas

A las 19:00 me despedí de los niños y emprendí el trayecto a pie hacia el hotel. En el camino por el barrio me seguí cruzando a varios niños más, que estaban jugando solos a pesar de ser ya de noche.

Niños jugando en el barrio
Niña tomando un helado

Cerca de las 20:00 llegué al hotel.

Ame,
Kato