Kara Ema:
El sábado salí del hotel a las 6:00 y caminé hasta la estación de Nueva Delhi. La ciudad en sí estaba todavía tranquila a esa hora: no había mucha gente ni tránsito en la calle. Pero la estación estaba totalmente abarrotada.
Tenía que tomarme un tren hasta la estación Hazrat Nizamuddin, ya que era esta estación desde donde saldría a las 7:00 el tren que había reservado para ir a Agra. Entre tanto lío de gente y plataformas, no pude encontrar el tren correcto, así que rápidamente decidí salir de la estación, volver a la calle y pedir un Uber.
Vi que Uber me daba la opción de pedir una moto, la cual costaba apenas ₹80 (~1€), así que opté por esa. Se trataba de una distancia de diez kilómetros y según la app tardaría más o menos media hora en llegar hasta allí con la moto. Dado que ya eran las seis y veintipico, eso significaba que llegaría justo para atrapar mi tren.
Mientras estaba en la moto solo podía pensar dos cosas. Primera cosa: «¿Llegaré a tiempo al tren? Ojalá que sí, si no todos los planes que tenía para hoy se arruinarán y los billetes que ya compré no me servirán para nada». Segunda cosa: «Un momento, ¿si estoy pagando un euro por un viaje de media hora significa que este hombre que me está llevando gana dos euros cada hora que trabaja?».
Me sentí mal por el hombre. Cuando llegamos a la estación me pidió propina, y no le pude dar dado que realmente llevaba prisa. Faltaban apenas cinco minutos para las 7:00 y todavía tenía que llegar a la estación y encontrar la plataforma correcta, el tren y el vagón que tenía reservado. Aún no estaba dicho se llegaría o no.

Me senté en la cama —había reservado primera clase, en una cabina con cuatro camas— justo en el mismo instante en que el tren empezó a moverse. Las otras tres camas estaban ocupadas por un indio, un francés y un estadounidense. Nos pusimos a charlar. El estadounidense, un chico joven, contó que sus padres eran auxiliares de vuelo, con lo cual podía viajar gratis o por muy bajo costo. El francés trabajaba en una multinacional a través de la cual viajaba gratis en clase ejecutiva y se quedaba en los mejores hoteles. Actualmente se estaba alojando en el Marriott de Nueva Delhi (~180€ por noche).

Estaba con pantalón largo a pesar del calor porque no quería que me pasara lo mismo que en Akshardham el día anterior. El estadounidense la hizo mejor que yo igual: tenía un pantalón corto de esos que se pueden transformar en largos con una parte que se fija con una cremallera.
Me llegó una notificación de Uber preguntándome cómo me había ido en el viaje y ofreciéndome dejar propina. Era mi oportunidad de agradecerle al hombre por haberme salvado la jornada. Le dejé ₹50.
A las 9:30 llegamos a la estación de Agra Cantonment, la principal de Agra.
Agra (hindi: आगरा; urdu: آگرہ) es una ciudad situada a orillas del río Yamuna, en el estado de Uttar Pradesh, en la India. Es una de las ciudades más pobladas del estado de Uttar Pradesh y la vigésima cuarta más poblada del país. Fue la capital del Imperio mogol entre 1556 y 1658.
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Agra es la ciudad donde está el Taj Mahal. Visitar este famoso monumento y maravilla del mundo era la principal razón por la cual todos habíamos viajado dos horas y media en tren desde Delhi.
El francés pensaba ir directamente desde la estación en un taxi. Me ofreció ir con él así que acepté. Le quise dar la mitad del dinero pero la rechazó.
Cerca de las 10:00 llegamos a la entrada del Taj Mahal.
El Taj Mahal es un monumento funerario construido entre 1632 y 1654 en la ciudad de Agra, estado de Uttar Pradesh (India), a orillas del río Yamuna, por el emperador musulmán Shah Jahan de la dinastía mogol. El imponente conjunto de edificios se erigió en honor de su esposa favorita, Arjumand Banu Begum —más conocida como Mumtaz Mahal—, que murió en el parto de su decimocuarto hijo. Se estima que en su construcción trabajaron unos 20 000 obreros bajo dirección de un conjunto de arquitectos liderados por el arquitecto de la corte, Ustad Ahmad Lahori.
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«Esposa favorita», «decimocuarto hijo»—sí que se vivía diferente en aquella época…
En la entrada se nos acercó un guía queriendo vendernos sus servicios. Dijo que costaba ₹1800 (~18€), lo cual a mí sinceramente me pareció bastante caro para un guía en la India. Pero al francés —siendo una persona que se hospeda en el Marriott y viaja en clase ejecutiva— le pareció bien, así que acabé aceptando yo también. Como ambos íbamos a tener al mismo guía, pagaríamos ₹900 cada uno.
Para entrar al complejo tuvimos que pasar por una máquinas de rayos X y por unos militares que te revisaban todo lo que traías en la mochila. Al francés no le dejaron pasar con su mochila porque era demasiado grande. A mí sí me dejaron llevar la mochila pero la Kindle y el paquete de galletas que tenía adentro me dijeron que los tenía que dejar en el guardarropa.







No se nota mucho en la foto, pero delante de las alumnas había también alumnos varones. Lo que no entendí era por qué tenían que estar separados así por sexo. Más adelante este mismo día me volví a topar con otros grupos donde solo había niñas o solo había varones. Ojalá algún día cambie esta mentalidad que tienen los indios de separar artificialmente a la gente (sobre todo a los niños) por sexo, dado que solo genera problemas, como lo ilustra el siguiente artículo escrito por un hombre indio:
Una vez, en mi 10.º curso, fuimos castigados por faltar a Educación Física y nos hicieron escribir una imposición: «No faltaré a clase de Educación Física» 500 veces. Qué castigo más inútil. De todos modos, lo hicimos. Al día siguiente, al presentar mi imposición, otro profesor dijo en voz alta: «Ponle 500 veces más de imposición; ¡lo he visto hablando y saliendo con chicas!». Perdí el control y salí corriendo sollozando desconsoladamente delante de todo el colegio. Fui un espectáculo delante de toda la escuela y muchos me llamaron mariquita. Vergüenza a raudales. Me llamaron al despacho de la directora, que era una señora encantadora, pero me dejó muy claro: «He oído que sales y hablas con chicas fuera del horario escolar. Te han visto con una chica en la parada del autobús. No permitimos ese tipo de comportamiento en nuestra escuela y espero que dejes de hacerlo inmediatamente. Estás arruinando la reputación de la escuela.»
[…] Desde entonces, durante años he luchado por establecer relaciones sanas con el sexo opuesto. Mis primeras relaciones con chicas estaban cargadas de culpa y vergüenza. Mi visión de mí mismo, cuando miraba a las mujeres o me sentía atraído por ellas, siempre me dejaba culpable y avergonzado. Nunca supe cuándo les vino la primera regla a mis hermanas, dónde podían haber desaparecido misteriosamente las compresas y por qué ciertos días del mes mis hermanas faltaban al colegio. No quiero ni imaginarme la culpa y la vergüenza con las que habrán crecido.
Sin embargo, a cierta edad, se esperaba que me casara con una chica, que hiciera el amor con ella, que la comprendiera, que construyera una relación de por vida con ella y que pasara el resto de mi vida con ella. Se esperaba de mí que pudiera comunicarme con esa persona, compartir un hogar con ella y convertirla en mi mejor amiga. También tengo muchas compañeras de trabajo que son mujeres y se espera que me comunique y tenga una relación laboral sana con ellas.
[…] Crecer en un mundo con desequilibrio de género y luego esperar tener una relación sana con el género opuesto es una locura. Hoy me cuesta entender a mi mujer, sus puntos de vista y opiniones, sus sentimientos y necesidades, y a ella le cuesta entender los míos. A menudo hablamos y nos preguntamos cómo nos hemos criado en un entorno en el que apenas nos comunicamos con el sexo opuesto y, sin embargo, se espera que resolvamos mágicamente todos nuestros conflictos cuando seamos adultos. Mientras seguimos empeñados en resolver esta paradoja, ¿cuántas parejas se quedan estancadas en matrimonios infelices o los abandonan porque no saben cómo tratar con el otro?
La creación de entornos saludables en las escuelas para que los niños de distintos sexos hablen, compartan, interactúen y jueguen juntos podría resolver los retos a los que se enfrentan en sus relaciones cuando sean adultos. Crear espacios y conversaciones que fomenten las relaciones sanas, la empatía mutua, el respeto y la dignidad ayudará a construir relaciones adultas sanas. Disipar los estereotipos, la culpa y la vergüenza en torno al amor, el sexo y las amistades entre géneros ayudará a construir una autoidentificación positiva y un comportamiento responsable.
Sé que he tardado años en curar las cicatrices que me dejaron aquellas primeras experiencias de género llenas de culpa y vergüenza, y desearía que dejáramos de perpetuar estas experiencias entre los niños de hoy.
«Boys and Girls Can Never Be Friends» de Vishal Talreja




A las 11:00 nos fuimos. La visita guiada duró una hora en total, y el guía se llevó 18€—nada mal para él, la verdad. 18€ la hora es un salario interesante en la India, nueve veces más de lo que ganan los motociclistas Uber.
A la salida del Taj Mahal, el francés se pidió un Uber para volverse a Nueva Delhi, el cual le costó alrededor de 40€. Me ofreció volverme con él, pero yo preferí seguir recorriendo la ciudad. Además ya tenía reservado mi tren de regreso a las 21:00.
A las 12:00 llegué a mi siguiente parada programada: el Fuerte de Agra. La entrada me costó ₹600, la mitad de lo que me había salido el Taj Mahal.
[…] El fuerte [de Agra], construido en piedra de arenisca roja (a lo que se debe el nombre), por el emperador mogol Akbar entre 1565 y 1573, puede ser descrito con mucha más exactitud como un palacio amurallado, que encierra en su interior un impresionante conjunto de palacios y edificios señoriales con estilos arquitectónicos que varían desde la complejidad de lo construido por el emprerador Akbar hasta la simplicidad de lo construido por su nieto Shah Jahan y rodeado de un profundo foso que se llenaba de agua del río Yamuna.
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Tan pronto como me acerque a la taquilla para comprar la entrada, me empezaron a abordar guías desde todas las direcciones, queriendo que yo les diese dinero a cambio de que ellos me muestren el lugar y me contaran algunas cosas de su historia. La verdad que no me interesaba y no quería gastar más dinero, así que rechacé a todos.










A las 13:00 pasadas me fui y caminé durante una hora hasta llegar al restorán donde almorcé.




El restorán se llamaba Mugh Chi y formaba parte de un hotel. Me pedí naan de queso y salsa de pollo con mantequilla, el cual es un plato clásico indio y uno de los que ya había comido varias veces en restorantes de comida india antes de visitar la India por primera vez. Me costó ₹850, que es un poco caro para la India pero estaba dentro de mi presupuesto así que me lo permití.

A las 15:00 pasadas me fui del hotel y caminé hacia la última atracción turística que tenía planeado visitar en esta ciudad: el mausoleo de Itimad-ud-Daulah.


A las 16:00 llegué a Itimad-ud-Daulah. La entrada me costó ₹300.
El mausoleo de Itimad-ud-Daulah es un pequeño mausoleo de la India de la época del Imperio mogol que se encuentra situado en la ciudad de Agra en el estado de Uttar Pradesh. Se le conoce también como «el pequeño Taj» ya que algunos lo consideran como un boceto del Taj Mahal.
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Lo que más me gustó de este es que había mucha menos gente comparado con los dos anteriores, y tampoco estaban los guías en la entrada. Además el lugar en sí era agradable, dado que básicamente se trataba de un parque con el mausoleo en el medio. Había gente sentada en el césped, pero nadie haciendo pícnic ya que no se permitía comer dentro del predio.
A los veinte minutos me fui y emprendí otra larga caminata de una hora, esta vez hacia una cafetería. Ya había terminado con todo lo que quería ver en Agra, así que ahora lo único que me quedaba era hacer tiempo hasta la hora de mi tren de regreso a Delhi.


A estos niños los saludé justo después de hacerles la foto. Me miraron con cara de «¿Y este hombre blanco con gorra y mascarilla quién es y por qué nos saluda?» y empezaron a trotar. Pero luego aparecieron otros niños que venían en el sentido opuesto que sí me saludaron. El pequeño varón del primer grupo me miraba, se reía y me decía «bye!»; las niñas eran más tímidas.

La cafetería donde paré se llamaba Bob’s. Allí me pedí un café frío de caramelo salado. Un par de horas más tarde pensé primero pedir algo para comer, pero no tenía hambre sino más bien sed así que me pedí otro café frío, esta vez de avellanas. Finalmente, cuando ya faltaba poco más de media hora para mi tren, pedí un sándwich de paneer para llevar. Todo me costó ₹628.



A las 21:30 me subí a mi tren. El billete lo había reservado por internet, y me costó alrededor de 10€. El de ida habrá sido unos 5€ más porque era de primera clase.

Una cosa que definitivamente no estaba esperando y que me tomó por sorpresa fue cuando me dieron una bandeja con comida para cenar. Incluso pasaron dos veces más para darme un botella de agua y un helado de postre.

De haber sabido que me darían todo esto no habría comprado aquel sándwich en la cafetería. En fin.
A las 23:40 llegué a la estación Nueva Delhi y diez minutos más tarde ya estaba en el hotel.
Ame,
Kato
Inmneso el Taj Mahal!!