Pai gɔ̀ɔn ná, phóp kan mài, phǒm rák khun

Kara Ema:

ไปก่อนนะ พบกันใหม่ ผมรักคุณ
Pai gɔ̀ɔn ná, phóp kan mài, phǒm rák khun
Adiós, nos vemos la próxima, te quiero.

ไปpaiir
ก่อนgɔ̀ɔnantes / primero
นะpartícula suavizante
พบphópencontrar
กันkanmutuamente / entre nosotros
ใหม่màide nuevo / otra vez
ผมphǒmyo (forma masculina)
รักrákamar / querer
คุณkhun

El domingo salí del hotel a las 11:50 y llegué a Sombat a las 12:10. Mi amiga Phet me estaba esperando en la biblioteca. Tan pronto como me vio me dijo «pensé que no vendrías».

Había bastante gente en la biblioteca, incluyendo unas mujeres tailandesas que según me contaron venían cada tanto como voluntarias. Esta vez habían traído snacks tipo palitos de galleta para que los niños cubriesen con chocolate y decoraran antes de comerlos. También habían preparado una actividad para enseñarles a lavarse las manos correctamente.

En un momento —antes de que arrancaran las actividades— Phet me pidió de ir con ella a 7-Eleven, como habíamos hecho un montón de veces. Pero tras haber caminado una cuadra, apareció Lek (la chica de 11 años), le cogió la mano a Phet y se la llevó de vuelta a la biblioteca antes de que ella tuviese tiempo de protestar.

Phet en la biblioteca
Niños sentados escuchando la explicación de la actividad

Phet insistió con que yo estuviese siempre al lado de ella así que eso hice, dándonos la mano e intercambiando caricias como siempre hacemos.

Voluntarias explicando a los niños el paso a paso de cómo lavarse las manos adecuadamente
Phet practicando lavarse las manos como las voluntarias le enseñaron
Loli decorando sus palitos antes de comerlos
Niños comiendo los palitos
Loli con la boca negra/chocolatosa

Creo que yo fui el único adulto en toda la biblioteca que llegó a probar los palitos, dado que tenía una amiga niña que me ofreció para probar de los suyos. Phet, sin que yo se lo pidiera, me dio uno de sus tres palitos las dos veces que fue a buscar (podían repetir las veces que quisieran).

Phet compartiendo sus palitos conmigo

Después de comer los niños volvieron a lavarse las manos de la forma que habían aprendido, y luego se sentaron en el piso del salón principal de la biblioteca para dibujar y colorear los tres palitos en un papel.

Coloreando los palitos en la hoja

Después de esto hicieron una última actividad que consistió en un poco de baile.

Niños bailando (I)
Niños bailando (II)

Al final entregaron premios a los que habían hecho los mejores dibujos.

Ganadores de premios

A las 15:00 terminaron todas las actividades programadas por las voluntarias y arrancó la hora de juego libre.

Phet me dijo กลับบ้าน (glap bâan), una palabra tailandesa que yo reconocía ya que la utilizaba seguido con los niños. Suena muy similar a «kaban» y significa «ir a casa». Me estaba diciendo que quería irse a casa y quería que yo la acompañara. Así que nos tomamos la mano y empezamos a caminar hacia la salida. Pero nunca nos pudimos ir juntos.

Lek, al ver que Phet se estaba yendo conmigo, una vez más se interpuso entre nosotros. ¿Por qué siempre las personas tienen que meterse en las vidas de otros y arruinarlo todo?

Resulta que Lek, Liw y un par de chicas más (todas de 11-13 años creo) no querían que Phet se quedara sola conmigo porque al parecer desconfiaban de mí, así que le dijeron que ellas serían quienes la acompañarían a su casa. Pero el problema es que Phet se quería ir ahora y ellas querían quedarse jugando en la biblioteca.

Lo más absurdo de todo esto es que el grupo de amigas de Lek ni siquiera eran amigas de Phet, dado que jamás las había visto jugar juntas. ¿Quién fue el que se pasó toda la jornada en la biblioteca al lado de Phet? Yo. ¿Con quién Phet compartió sus palitos? Conmigo. ¿Con quién Phet jugaba y se divertía todos los días? Conmigo y con Mali, no con Lek. Aún así no nos dejaban irnos juntos.

¿Cómo te imaginas que reaccionó Phet a este comportamiento hostil por parte de Lek & Co.? Se puso a llorar, obviamente, y verla así me hizo enfadar mucho con Lek y las demás. Esa misma noche le escribí un mensaje a Liw diciéndole lo siguiente:

No está bien lo que tú y tus amigas hicieron hoy. Hiciste llorar a Phet, la hiciste sentir muy mal, y le vas a romper el corazón si no me vuelve a ver por esto.

Ayer la llevé al museo y al parque, con el permiso de su padre. Nos lo pasamos genial todo el día, como siempre lo hacemos.

¿Por qué quieres herir a Phet de esta manera? Creí que eras una buena persona.

Correspondencia personal con Liw

En un momento los adultos —las voluntarias que habían venido a realizar las actividades— intervinieron también. Yo les expliqué que Phet y yo éramos amigos, jugábamos todos los días juntos y nos queríamos mucho, y estas chicas por alguna razón nos estaban intentando separar.

Una de las mujeres voluntarias me dijo que ella era pediatra, y en su opinión los adultos pueden ser amistosos con los niños, pero no pueden ser sus amigos. ¿Ah, no? ¿Entonces cómo debería llamar a mi relación con Phet? ¿O con Kalaya, con Mali, con Minoi, Tala, Mara, Drifa, Íris, Gyða, Sophie, Suong, Diễm, Sofía, Yume, …? Que yo sepa cuando dos personas que no son familia se quieren mucho y pasan mucho tiempo juntos, se les llama «amigos».

El argumento de las chicas que se empeñaban en separarnos era que algunas de ellas me habían visto haciendo cosas «inapropiadas» con Phet. Si «inapropiado» significa dar (y recibir) besos, caricias y abrazos a alguien que uno quiere, entonces sí, me declaro culpable.

Mi argumento —lo que yo le dije a todos los que me cuestionaron e interrogaron— fue que Phet y yo nos demostrábamos cariño mutuamente como lo hacen todas las personas que se quieren mucho. Todos los que estaban en la biblioteca ese día eran testigos de cómo Phet y yo interactuábamos dado que lo habían estado viendo a lo largo de la jornada y del desarrollo de las actividades.

Les dije también que el padre me conocía y me dejaba jugar con ella; incluso me había dejado llevarla al museo y al parque el sábado. Les dije que cuando jugaba con ella también estaban casi siempre presentes su hermano y su vecina/amiga Mali, así que podían ir a hablar con ellos si desconfiaban de mi palabra. O bien podían simplemente hablar con Phet y preguntarle a ella qué es lo que ella misma pensaba de mí.

Pero no, nadie se molestó en hacer eso. La pediatra me dijo que si bien cronológicamente tiene 7 años, por si acaso yo no me había dado cuenta Phet tiene retraso madurativo y actúa más bien como una niña de 3 años. Además dijo que está por debajo de la edad de consentimiento así que su opinión básicamente es irrelevante. Así son los adultos de este mundo adultocrático: la opinión de los niños no les vale. A mí sí me vale, y mucho.

Yo sí había notado que Phet apenas es capaz de escribir su nombre, lo cual ya debería de poder hacer con 7 años (sobre todo en Tailandia donde les enseñan a escribir desde temprano). Pero fuera de su dificultad para escribir no he observado nada más en su comportamiento que diera indicio de un retraso madurativo. Todo lo contrario: cuando juega en mi teléfono al juego de mover el bloque rojo para intentar sacarlo de entre los demás bloques lo hace con destreza y aplicando raciocinio, cuando habla parecería hacerlo empleando oraciones completas, gramaticales y bien pronunciadas, etc.

O sea que en resumen esta mujer no solo ninguneó a nuestra relación, sino que le faltó el respeto a mi amiga tildándola de retrasada mental y diciendo que su opinión no vale nada. ¿Y supuestamente es pediatra? Pobres sus pacientes…

Seguramente te estarás preguntando cómo terminó todo este enfrentamiento. Las amigas de Lek fueron a buscar a los padres de Phet para ver qué tenían ellos para decir al respecto, y para comprobar si era verdad lo que yo había dicho que tenía el permiso del padre para jugar con su hija. Los padres no estaban en la casa, así que en su lugar vino una prima (creo, o familiar cercano de algún tipo) para pasar a buscar a Phet y llevársela a su casa. Ni siquiera nos dejaron despedirnos.

Al rato me fui yo también. Les dije a los adultos de allí que si ya no era bienvenido en la biblioteca no vendría más, pero que seguiría siendo amigo y jugando con Phet en otros sitios. La única forma de que dejara de ser su amigo es que ella misma quisiera dejar de ser mi amiga.

Me sentí supermal el resto del día porque sabía que Phet estaría confundida y triste por lo que había pasado, pero confiaba que nos volveríamos a ver y volveríamos a jugar juntos una vez más. Porque nuestra relación era mucho más fuerte que las fuerzas que intentaban separarnos.

A las 16:00 me fui de la biblioteca y decidí ir a ver a mi amiga Kalaya.

Me los encontré a sus vecinos jugando en el campo de fútbol. Kalaya no estaba con ellos, así que la fui a buscar a su casa. Me la encontré a la mamá y le pregunté por su hija, tras lo cual me señaló a una tienda enfrente: allí estaba mi amiga. Cuando me vio se acercó corriendo. La tomé de la mano y la llevé donde estaban los demás niños. La madre se quedó atrás, observando cómo su hija de 5 años se iba de la mano de un hombre. Por suerte no todos piensan como aquella pediatra.

Kalaya jugando a que lavaba el cochecito
Kalaya en el cochecito
Davika

Me da gracia que Davika siempre está vestida bien de niña (con falda) y aún así siempre se suma con los varones a jugar al fútbol. Me dijeron de jugar a mí también así que me sumé, aunque Kalaya protestó porque prefería que yo jugase con ella (al parecer Kalaya no es futbolera como Davika).

Tenía tizas en la mochila, así que les di a los niños para que jugaran.

Niños dibujando con las tizas que les di (I)
Ídem (II)
Kalaya la monita (en los dos sentidos).

A las 18:00, justo antes de irme, mi amiga me pidió si le podía comprar un snack en el quiosco, así que le di una moneda de 5 baht.

Kalaya comprando en el quiosco

Cerca de las 19:00, cuando llegué al hotel, me crucé con unas personas que estaban por salir a cenar a un restorán tipo buffet de barbacoa. Me preguntaron si quería sumarme con ellos. La verdad es que después del estrés que me hicieron pasar en la biblioteca necesitaba despejarme un poco, así que les dije que sí. Me iba a venir bien.

El restorán se llamaba Tidmunz y quedaba a menos de dos kilómetros del hotel. Éramos seis personas y para ir nos pedimos un tuk-tuk. Llegamos a las 19:30.

Tidmunz BBQ Buffet (I)
Tidmunz BBQ Buffet (II)

Además de comer un montón me la pasé charlando, sobre todo con un filipino que era gay y venía de Dávao. También conversé un poco con los demás—casi todos eran personas interesantes, multiétnicas y miembros del staff del hotel. Por ejemplo, había:

  • Una mujer española que había vivido muchos años en Japón y en Tailandia.
  • Un hombre hispanojaponés que era el dueño del hotel y el hijo de la española.
  • Un hombre francojaponés que era amigo de toda la vida del anterior.
  • Una mujer birmana que hablaba tailandés perfectamente.

En un momento nos pusimos a jugar a un juego que me gustó mucho. Era básicamente como el teléfono descompuesto, pero con una vuelta de tuerca que lo hacía más desafiante: la primera persona pensaba una frase y se la decía al oído a la siguiente en un idioma, luego la siguiente tenía que traducir la frase a otro idioma y pasarla, luego otro idioma, y así siguiendo hasta el final. Es la clase de juego que solo se puede jugar cuando tienes un grupo de personas que hablan varios idiomas, como era el caso aquí.

En total el buffet costó ฿270 (~7€) a cada uno, lo cual no está tan mal.

A las 21:30 nos volvimos al hotel. La mayoría decidió volverse en BTS (metro), excepto el filipino y yo que nos volvimos caminando, puesto que eran solo veinte minutos y la noche estaba súper plácida.

El filipino me contó algo muy curioso que yo no sabía. ¿Viste que en Tailandia están los llamados ladyboys? Bueno, parece que Filipinas tiene otra cosa llamado babyboys:

En Filipinas, «babyboys» es un término que se utiliza para describir a jóvenes varones, generalmente adolescentes o jóvenes adultos, que se involucran en actividades sexuales con hombres mayores, a menudo a cambio de compensación financiera.

Estos arreglos pueden variar ampliamente, desde encuentros casuales hasta relaciones más estructuradas. Los «babyboys» pueden obtener beneficios como apoyo financiero, regalos, y acceso a redes sociales y oportunidades profesionales. Además, pueden experimentar una sensación de seguridad y estabilidad si el «sugar daddy» es generoso y atento a sus necesidades.

El equivalente femenino de «babyboys» son las «sugar babies», que también entablan relaciones con hombres mayores a cambio de beneficios financieros. Estas jóvenes mujeres, generalmente en la misma franja de edad, buscan apoyo económico y regalos, y a menudo disfrutan de una mayor estabilidad y acceso a oportunidades que de otro modo podrían no estar disponibles para ellas.

Explicación provista por un agente de IA

Me dijo el filipino que en su pueblo natal era relativamente común esta práctica de que hombres homosexuales les ofrecieran 150 pesos (~2€) a los babyboys a cambio de favores sexuales. Los babyboys en general eran heterosexuales pero no tenían problema en aceptar la oferta con tal de recibir algo de dinero. Normalmente tenían entre 15 y 17 años.

Como sabes —ya que te lo conté alguna vez— las Filipinas ha elevado la edad de consentimiento hace bastante poco (en 2022). Solía ser 12 y ahora es 16. Eso significa que a veces los babyboys están por debajo de la edad legal. Cuando le pregunté por este tema, el filipino me dijo que por eso en la ciudad ahora es complicado, pero en las provincias a nadie le importa mucho lo que dice la ley. Él mismo me dijo que lo hizo con sus vecinos adolescentes.


El lunes cerca de las 9:00 me tomé una moto para ir a Sombat. ¿Por qué no fui caminando como siempre? Porque soy un idiota.

Quería llegar rápido pero al final terminé tardando lo mismo que habría tardado caminando, dado que la mujer que me llevó en su moto no encontraba el hotel, luego no tenía cambio así que tuvo que ir a buscar, y además había tráfico y semáforos. Mi pensamiento ingenuo fue «si hago este trayecto en 20-25 minutos a pie, entonces con una moto seguro que llego en 10 minutos y puedo estar en el jardín a las nueve en punto». No fue así.

En fin. Le pagué los ฿53 (1,4€) y entré al jardín a las 9:10. La saludé a Minoi y me fui con su grupo, que es con el que siempre estoy.

Grupo de Minoi

Estaban todos sentados esperando pacientemente a que el otro grupo terminara su clase de inglés para que ellos pudiesen entrar a la suya.

En clase de inglés (I)
En clase de inglés (II)

A las 10:00 terminó la clase. Como siempre, las maestras voluntarias se van del jardín tan pronto como acaba la clase de inglés y yo me quedo hasta el final de la jornada.

En un momento me los crucé a los más peques del jardín:

Los más peques

Estaban yendo a comer; parece que comen un poco antes que los demás. Les ayudé a algunos de ellos llevándoles la cuchara a la boca, y luego me volví al grupo de Minoi que estaba coloreando una hoja de trabajo.

Coloreando
Minoi haciendo su característica seña con la mano

Me encanta cuando los niños demuestran atributos únicos de personalidad, es decir, cosas que ellos solos hacen. Uno de Minoi que me gustaba mucho es esto que hacía con la mano y que me enseñó a hacer a mí también. Para hacerlo había que primero levantar una mano con la palma abierta y todos los dedos extendidos. Luego, los dedos mayor y anular se llevaban hacia el pulgar, dejando arriba solo el meñique y el índice. Era muy tierno cada vez que lo hacía.

A las 11:00 pasadas le tocó el turno del almuerzo al grupo de Minoi.

Minoi almorzando

Después de comer, el grupo de Minoi se volvió a ir a sentar al suelo, para esperar instrucciones de las maestras. La forma en que todos estos niños tan pequeños respetan las reglas y las rutinas del jardín es hermoso de ver y presenciar.

En un momento al parecer una niña volcó al piso un poco de la leche que estaba tomando, así que ella misma —sin que ninguna maestra le dijera nada— fue a buscar la fregona y lo limpió solita.

Niña limpiando el piso con una fregona

A las 11:30 subimos a la planta superior, donde estaba el aula de Minoi. Antes de volver al aula todos los niños pasaron por el baño para lavarse los dientes.

Lavándose los dientes

Tocaba la hora de la siesta. Una vez más me dijeron que si yo me quedaba ahí los niños se distraerían y no dormirían su siesta. No estuve de acuerdo con eso dado que yo observaba que algunos niños no dormían la siesta estuviese o no yo presente en el aula con ellos. Además, como recordarás la semana anterior hubo un día en que sí pude quedarme con ellos y aun así mi amiga Minoi y los demás que estaban cerca pudieron dormirse perfectamente.

Tampoco estoy de acuerdo con que los obliguen a dormir o a quedarse en el aula en silencio si no quieren, pero bueno, no es mi jardín así que no hay mucho que pueda hacer al respecto. Así que acaté las reglas y me fui para abajo.

Me puse a charlar un rato con una mujer japonesa que me encontré por ahí, que justo estaba de visita en el jardín al igual que yo. Me contó que estaba haciendo un estudio de investigación periodística, y como los lunes tenía tiempo libre le gustaba venir al jardín a jugar e interactuar con los niños.

A las 12:00 pasadas me ofrecieron almorzar en el jardín.

Almuerzo en el jardín

Almorcé arriba, frente al aula de Minoi. Cada tanto salía un niño pidiendo ir al baño. Más o menos la mitad de los niños estaban durmiendo, mientras los otros remoloneaban o hablaban por lo bajo entre ellos.

Niños durmiendo la siesta

La maestra me dijo que cuando yo terminase de comer, que necesitaba que la ayudara poniendo unos sellos en los cuadernos de los niños. Normalmente son dos maestras por curso, pero justo hoy ella estaba sola, así que yo me sentí contento de poder servirle de ayuda.

Poniendo los sellos en los cuadernos de la forma que me había indicado la maestra

Mientras ponía los sellos, la maestra me contó que lamentablemente no era raro que los niños estuviesen en situaciones familiares complicadas, por ejemplo con familias enfermas o con padres separados, o padres que no se podían ocupar de sus hijos y entonces eran los abuelos los principales cuidadores.

A las 13:30 ya había terminado con todo lo que la maestra me había dado para ayudarla y ya no quedaba más nada para hacer, pero los niños aún tenían que seguir durmiendo hasta las 14:00. Así que me fui para abajo de vuelta.

Me encontré con una loli que estaba sacando punta a los lápices con un sacapuntas.

Loli sacapuntas
Loli con las manos manchadas con grafito

A las 14:00 pasadas volví a subir y me encontré con una de las lolis de la clase de Minoi que estaba afuera del aula con su manta de dormir. Creo que esto lo hacen cuando ven que uno de los niños está hablando mucho con otro y no duerme, entonces los separan llevándose a uno afuera del aula.

Loli con su peluche
Loli plegando su manta

A las 14:20 los niños guardaron todas sus cosas y fueron al baño a lavarse las manos y a ponerse talco en la cara.

Loli llevándose las manos empolvadas a la cara

De ahí volvimos todos al aula para hacer una actividad final grupal antes de dar por concluida la jornada escolar.

Sentados en ronda en el cierre de jornada
Practicando escritura (la maestra decía una letra y dos de los niños tenían que pasar al pizarrón a escribirla).

A las 14:40 bajamos a esperar a los padres cerca de la salida.

Fin de jornada
Minoi con un diente que se le está por caer
Minoi jugando conmigo y otras dos lolis

En un punto mi amiga me dijo que tenía hambre y quería una กล้วย (kluai; banana). Le respondí que esperara unos minutos que iría a 7-Eleven a comprarle una. Eso hice.

Minoi comiendo la banana que le compré

A las 16:30 las maestras cerraron el jardín, con lo cual nos tuvimos que mover a otro sitio. Si no me equivoco era la casa de una de las maestras.

Yendo a la casa de una de las maestras

Más temprano había pensado que sería bonito pasar a visitar a Minoi en su casa, así que tenía pensado preguntarle a la madre si podía ir un rato a su casa con ellas. Pero la madre tardó demasiado en llegar.

Así que estuvimos desde las 16:30 hasta las 18:00 sentados en una silla en la puerta de la casa de la maestra. Minoi estaba sentada en mi regazo mientras yo la abrazaba, acariciaba y jugaba/charlaba con ella. Jugábamos con mi teléfono, a veces a dibujar, a veces a escuchar alguna canción, a veces con la app para generar imágenes con IA, y otras con la app para poner filtros en la cámara.

Resulta que hoy era el último día que podría jugar con Minoi y mis demás amigas del barrio, por eso es que había querido ir temprano para poder aprovecharlo al máximo. Al día siguiente me iría de Tailandia. Pero antes de irme tenía que encontrar a todas mis amigas y hacerles saber que me iría, ya que de lo contrario estarían preocupadas y me seguirían esperando todos los días sin saber si vendría o no.

Así que la miré a Minoi a los ojos durante unos segundos, luego cogí mi teléfono, abrí el traductor y le expliqué que hoy era el último día que podríamos vernos. También le dije «gracias por jugar conmigo y ser una niña tan buena, te echaré de menos». Ahora era ella la que me miraba a los ojos sin decirme nada. Mantenía la sonrisa. Nos abrazamos y le di mi teléfono para que siguiera dibujando.

Es gracioso. Pensé que ella lloraría quizás un poco al enterarse, pero al final el que acabó llorando fui yo. Un hombre adulto derramando lágrimas frente a una niña de 6 años, una de las niñas más tiernas que conocí en mi vida (y eso que conocí muchas niñas tiernas, así que estoy diciendo mucho).

Traté de evitar que ella se diera cuenta ya que no la quería hacer sentir mal, y quería seguir viendo esa hermosa sonrisa esculpida en su cara. Así que antes de que se diese vuelta me sequé las lágrimas con un pañuelo. No sé si habrá sido suficiente para que no lo notara.

La otra vuelta en Mr. DYI compré un set de cuatro gomas de borrar con la forma de Capybara (un carpincho que está de moda en los niños). Mi idea era darle una de estas gomas a cada una de mis amigas de Sombat al momento de despedirme de ellas.

Le pedí a Minoi que escogiese una de las cuatro y se la ofrecí. Ella sintió la necesidad de reciprocarme el regalo, así que me quiso ofrecer lo único que tenía a mano en aquel momento: un lápiz. Primero le dije que no, que ese lápiz era suyo y le serviría más a ella que a mí. Pero luego me di cuenta de que ella quería que lo aceptara y se iba a sentir mal si no me daba algo a cambio de la goma que le di yo. De esta forma ella tendría algo para recordarme, y yo tendría algo para recordarla a ella. Terminé aceptando su regalo y dándole otro fuerte abrazo.

A las 18:00 me fui porque ya no podía seguir esperando a que viniera la madre de Minoi, dado que tenía otras amigas a las que despedir también.

Enseguida me la encontré a Mali, quien vino corriendo a abrazarme. Le pregunté por Phet. Me dijo que ella había estado esperándome y buscándome en el campo de fútbol, pero obviamente no me encontró porque yo estaba con Minoi. Fuimos juntos a buscarla a la casa.

Phet estaba en su casa y también estaba su padre. El papá la dejó salir a ella y a su hermano a jugar conmigo donde solíamos jugar: en la intersección entre el callejón de su casa y una calle principal. Cerca de allí había una mesa con asientos.

Lo primero que hice fue sentar a Phet en la mesa, sentarme al lado de ella y preguntarle si estaba bien. Le pedí perdón por lo que había pasado el domingo en la biblioteca, y le pregunté qué le habían dicho las otras chicas.

Simplemente me dijo que les habían dicho que no querían que ella se involucrara más conmigo, y como ella no aceptó eso, ahora estas chicas no la aceptan a ella. Quizás sea para mejor. Siempre van a estar Mali y su hermano.

Les compré unos snacks a los tres en un quiosco cercano, luego le di un Capybara a Phet y me despedí de ella con un sentido abrazo. La acompañé hasta la puerta de su casa.

Comprando snacks para los tres niños

Nos quedamos Mali y yo solos. Me pidió que la acompañara a su casa también, pero primero fuimos al campo de fútbol a jugar unos minutos más. Fui aquí cuando Mali me dijo una de las cosas más dulces que alguien me había dicho jamás: «Cuando te vayas, te recordaré. Cuando vengas al ring de boxeo, te recordaré. Te esperaré allí y no iré a ningún lado. Te esperaré todos los días.»

La abracé y le di su Capybara. También la alcé y la hice girar un par de veces, como jugábamos siempre antes y como a ella le gustaba. Luego también me dijo esto: «Albóndiga de pescado muerto, recordaré tu rostro para siempre». No estoy del todo seguro si es un error de traducción o si realmente me llamó «albóndiga de pescado muerto» a modo de broma.

Solo me quedaba un Capybara más para entregar. Solo me quedaba una niña más para despedir.

Kalaya.

A las 19:20, mientras caminaba rumbo a la casa de mi amiga de 5 años, pasé por el mercado nocturno de Sombat. Decidí comprar unos takoyaki para comer a modo de cena, y en otro puesto también me llevé unos snacks de panqueques tailandeses con leche condensada. Todo me costó ฿75 (~2€).

Takoyaki del mercado de Sombat (solo ฿5 cada bola).

A las 19:30 llegué al corredor y me lo encontré vacío. ¿Había llegado demasiado tarde? ¿Y ahora qué hago? Por lo pronto voy a cenar porque tengo hambre y se me enfrían los takoyaki.

Cuando terminé de comer las once bolas (10 + 1 de regalo), me acerqué a la puerta de lo de amiga y vi que había una luz encendida dentro de la casa. Toqué tímidamente a la puerta pero nadie me contestó. No podía escuchar ningún sonido, así que no parecía haber nadie.

Mientras me paseaba por el corredor pensando qué hacer, apareció una mujer que se ve que me reconoció y se dio cuenta de que la estaba buscando a Kalaya. La llamó a la madre por teléfono y la madre le dijo que me dijera a mí que por favor esperara unos cinco minutos.

Le agradecí a la mujer y me fui a sentar en el banco que había en el corredor, cerca de la escalera. Los minutos se hicieron largos.

Cerca de las 20:00 un coche blanco se aparcó en la calle y rompió el silencio de la noche serena en el barrio. La puerta del asiento delantero se abrió y bajaron dos personitas de menos de un metro de alto: Kalaya y Prisana.

Kalaya y Prisana bajando del coche

Así como antes no había podido evitar contener las lágrimas, ahora no podía evitar contener la enorme sonrisa, viéndola a Kalaya corriendo hacia mí.

Le di su Capybara, la alcé, jugué con ella, jugué con su hermana, la hice reír como nunca antes la había escuchado reír. Mientras tanto el abuelo nos hacía fotos y nos filmaba.

Kalaya mostrando su Capybara (lo movía mucho, por eso sale borroso).

En un momento fuimos al quisco cercano a comprar snacks, tal como había hecho con Phet y Mali. Las dejé a Kalaya y a Prisana que eligiesen lo que ellas quisieran y lo pagué.

Kalaya mostrándome los snacks que había elegido
Comiendo los snacks
Jugando con una caja

¿Recuerdas que te había contado que a Kalaya alguien de su barrio le había dicho que no dejase que yo la alzara? Claramente se olvidó de eso o no le importó más, porque este día me la pasé alzándola y revoleándola para todos lados, con tal de hacerla reír y divertirla.

Kalaya también quiso hacerme un regalo a mí, así que me dio uno de esos ventiladores eléctricos de mano. Siempre quise tener uno de estos así que me venía bien. Y ahora cada vez que lo usara me acordaría de mi amiga.

A las 21:30 finalmente me fui, después de muchos abrazos y besos voladores.

Mientras estaba caminando por la calle principal de Sombat, rumbo a mi hotel, de repente apareció el abuelo de Kalaya en su moto, con la niña sentada delante. Me hizo señas de que me subiera detrás. Tan pronto como me subí, Kalaya se pasó atrás también para poder estar cerca de mí.

El abuelo me llevó hasta mi hotel, donde una vez más nos despedimos. Me dijo que tenía planeado jubilarse dentro de cinco años y mudarse al campo, es decir que en años Kalaya ya no viviría más en Sombat. Pero no importaba, porque ahora habíamos intercambiado contactos así que siempre podríamos volver a encontrarnos. Siempre podríamos seguir siendo buenos amigos.

Ya en el hotel, a eso de las 23:00 recibí una videollamada de Kalaya. Pensé que ya estaría dormida a esa hora, pero no. «Hablamos» —lo pongo entre comillas porque no podemos hablar mucho debido a la barrera del idioma— durante unos minutos. Le mostré un poco de mi hotel, incluyendo una pecera con peces. Su hermanita también estaba despierta y viendo lo que yo les mostraba.

En un momento Kalaya se quedó silenciosa y con la mirada seria. Yo creía saber exactamente lo que pasaba por su cabeza. «Esta persona a quien quiero tanto, y con quien hasta hace un rato me estaba diviertiendo un montón frente a mi casa, con él levantándome y revoleándome para todos lados… Ahora mis interacciones con esta persona van a estar reducidas a esta pantalla, no nos vamos a poder tocar más ni hacer el bplae phaa-saa (traducir con Google Translate) para poder comunicarnos…».

¿Sabes que es lo primero que me dijo apenas me vio cuando salió de ese coche blanco? Me dijo:

คุณคุณจะไปไหนทำไมทำไมถึงเป็นวันนีต้องรีบกลับ
Khun khun jà pai năi? Tham-mai tham-mai? Thǔeng bpen wan-níi dtông rîip glàp
Tú, ¿a dónde vas? ¿Por qué, por qué? ¿Por qué justo hoy tienes que irte con tanta prisa?

คุณจะมาวันไหนฉันอยากเจอคุณ
Khun jà maa wan năi, chăn yàak jooe khun
¿Qué día vas a venir [de vuelta]? Quiero verte.

Más tarde también me dijo:

หนอยแต่ฉันเลี้ยงขนมทุกอย่างแล้วเหมาทั้งร้านเลย
Nǒi dtàe chăn líiang khà-nǒm thúk yàang lɛ́ɛo mǎo tháng ráan loei
¡Oye, pero ya te invité a todos los dulces y hasta compré toda la tienda!

No me preguntes qué quiso decir con eso porque yo tampoco lo entiendo. A veces los niños dicen cosas extrañas como esa.

Pero quizás el mejor momento para mí fue cuando, estando ella subida a mis brazos, y con nuestras cabezas a solo unos pocos centímetros una de la otra, yo le dije a ella ผมรักคุณ (phǒm rák khun; te amo [forma masculina]) y ella me respondió con ฉันรักคุณ (chǎn rák khun; te amo [forma femenina]). Luego yo le volví a decir lo mismo y ella me devolvió la misma respuesta. Así estuvimos varios instantes.

Al final yo le dije también otra frase tailandesa que me había aprendido para la ocasión: พบกันใหม่ (phóp kan mài). Significa «hasta la próxima».

Todo esto pasó hace nada más dos días y ya la echo de menos muchísimo. A ella, a Prisana, a Phet, a Mali, a Minoi… Me he dejado varias piezas de mi corazón en Sombat, y algún día tendré que volver a recuperarlas.

Este artículo va dedicado a la pediatra y a todos los que no creen en la amistad entre un adulto y un niño, o en las relaciones intergeneracionales.

Ame,
Kato