Kara Ema:
Hoy (domingo) fue un día de mucha caminata, pasando por decenas de sitios históricos increíbles. Me he dado cuenta de que en Roma hay tantas atracciones turísticas impresionantes para ver y apreciar en lugares públicos y gratuitos, que tranquilamente uno podría llenar un itinerario de una semana entera en Roma visitando estos sitios sin necesidad de pagar un solo céntimo. De hecho mi jornada de hoy fue un claro ejemplo de eso: casi todas las cosas que vi que ahora te voy a mostrar en fotos, las vi gratis dado que estaban en la calle o en parques. Para lo único que pagué fue para entrar a las Termas de Caracalla.
Antes de comenzar a narrar mi jornada, tengo un par de curiosidades para contarte sobre Roma en general:
- Comparado con las otras ciudades de Italia que visité, en Roma está haciendo considerablemente más calor. De hecho hasta ahora no tuve necesidad de usar un abrigo —mientras que en Florencia por ejemplo me lo ponía siempre por las mañanas y por la tarde tras irse el sol—, aunque siempre lo llevo en la mochila por las dudas.
- Hay miles de fuentes públicas de agua potable (bebederos) distribuidas por todos lados en la metrópolis. Son conocidas como fontanelle o nasoni («narizotas»), por el diseño característico que tienen. Aparentemente también hay algunas más modernas llamadas «casa dell’acqua», que son distribuidoras gratuitas de agua natural o gasificada, como las que hay en París. Lo más peculiar de los nasoni es que no tienen grifos: el paso de agua está constantemente abierto todo el tiempo.
El flujo constante de agua evita que el agua de las tuberías se estanque, lo que de otro modo permitiría la proliferación de bacterias. Aunque esto ha sido criticado por algunos como un despilfarro de agua potable, sólo el 1 % del agua se pierde por el funcionamiento continuo de los nasones, en comparación con casi el 50 % del agua que se pierde por las tuberías viejas y con fugas. Según estimaciones, el funcionamiento de un nasone le cuesta a la ciudad de Roma aproximadamente entre 3 y 5 euros al día, dependiendo de la fuerza del flujo de agua.
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- A diferencia de en España o en Francia, los conductores romanos —y puede que incluso los italianos en general— no van a parar nunca para dejarte cruzar la calle sin que se lo pidas. Entonces tienes dos opciones: esperas a que dejen de pasar coches (en algunas vías puedes estar todo el día), o bien haces algún tipo de seña con la mano para que noten tu intención de pasar y se detengan.
- El amarillo del semáforo para peatones dura mucho más que al que estaba acostumbrado yo en Argentina, lo cual me hace pensar que tienen distintos significados. En Argentina significa «empieza a correr porque se está por poner rojo en un instante», mientras que en Italia significa «si ya estás cruzando la calle, sigue tranquilo que vas a llegar bien; pero si todavía no la empezaste a cruzar, espera a que se vuelva a poner verde».
- Otra cosa interesante que noté en el tráfico es que en Roma parece que son bastante comunes las intersecciones donde se permite el viraje en rojo, es decir, girar a la derecha mientras está el semáforo en rojo. Eso sí, solo puede hacerse cuando esté encendida la señal de la flecha verde que te indica que puedes girar.
- Esos árboles que se ven en la imagen de recién (justo a la izquierda del semáforo) parece que son un ícono de la metrópolis dado que se los encuentra por todas partes. La especie se llama Pinus pinea, también conocida como «pino piñonero». En su artículo de Wikipedia hay una línea que dice: «El árbol se encuentra entre los símbolos de Roma, donde muchas carreteras romanas históricas, tales como la Via Appia, se adornan con pinos piñoneros en línea.»
A las 9:30 llegué a mi primer destino del día: Piazza dell’Esquilino. Frente a esta plaza se encuentra la Basilica Santa Maria Maggiore, y en uno de sus laterales está l’Ambasciata Argentina.
Desde esta plaza me fui hasta el Parco del Colle Oppio, pasando por el Viale Serapide. Al caminar por este viale, poco a poco empezó a aparecer en mi campo de visión el majestuoso Colosseo, un anfiteatro construido hace más de dos mil años. Fue tal el arrobo al vislumbrarlo por primera vez que me agarraron escalofríos.
Por cierto, no entré al Colosseo dado que tengo reserva para entrar mañana. A propósito saqué para mañana esperando que haya algo menos de gente por ser día de semana.
De la zona arqueológica me fui a visitar las Terme di Caracalla.
Las termas de Caracalla fueron unos baños públicos de la Roma imperial. Se construyeron entre 212 y 217 d. C., bajo el gobierno del emperador Caracalla. Se inauguraron con el nombre de Termas Antoninas. Actualmente, las extensas ruinas de estas termas son una atracción turística importante. Aunque fueron despojadas de sus esculturas y demás riquezas desde fecha temprana, se conservan aún grandes fragmentos de mosaicos, algunos de ellos correspondientes a la planta superior del edificio, que se desplomó.
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De las termas me fui para la via Appia, otro símbolo histórico insigne de la Roma antigua.
La Vía Appia era una calzada romana que unía Roma con Bríndisi, uno de los puertos más importantes de la antigua Italia, desde donde partían las rutas comerciales hacia Grecia y Oriente. Construida a fines del siglo III a.C., hoy se la considera como una de las mayores obras de ingeniería civil del mundo antiguo por el enorme impacto económico, militar y cultural que tuvo en la sociedad romana.
Grandes tramos de la vía, sobre todo en los suburbios de la ciudad de Roma, se conservan y son recorribles en la actualidad, además de ser un destino para el turismo arqueológico.
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A todo esto ya eran casi las dos de la tarde, así que paré en una cafetería para comprarme algo sencillo y barato para comer. Me pedí un arancini al ragù, un calzone di prosciutto e mozzarella, y de postre un cannolo siciliano. Súper rico.
Luego fui al Aventino, que es una de las siete colinas sobre las que se construyó la antigua Roma.
Inicialmente, las siete colinas fueron ocupadas por pequeños asentamientos que se agruparon y formaron una ciudad conocida como «Roma». Los ciudadanos de las siete colinas comenzaron a participar en una serie de juegos religiosos que comenzaron a unir a los grupos. La ciudad de Roma nació por tanto una vez que los asentamientos comenzaron a actuar como grupo, drenando los valles pantanosos que los separaban y convirtiéndolos en mercados y foros.
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Después pasé por el Roseto di Roma, el Circo Massimo, y la Bocca della Verità.
La Boca de la Verdad (en italiano: Bocca della Verità) es una máscara de mármol situada en Roma, en la pared izquierda del pórtico de la iglesia de Santa María en Cosmedin. Según una leyenda medieval que perdura, arrancará de un mordisco la mano de cualquier mentiroso que introduzca su mano en la boca o, en su defecto, de cualquiera que pronuncie una mentira mientras tenga la mano en la boca.
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Como te podrás imaginar, estaba todo el mundo haciendo cola para sacarse una foto poniendo la mano en la Bocca della Verità para ver si lo mordían. A mí solo me interesaba una foto de la escultura, así que me contenté tomando una de costado entre que salía una persona y entraba la siguiente en la fila.
Luego fui para la Piazza del Campidoglio, donde era imposible mirar a ningún sitio sin maravillarse con algún monumento o edificio mayestático.
E basta, questo è tutto per oggi.
¿Ahora entiendes a lo que me refería al principio con que realmente se pueden ver un montón de objetos arqueológicos importantes sin pagar nada? Por eso es que no creo que vaya a ningún museo en Roma, ni a ningún otro sitio más que sea de pago, salvo el Colosseo y el Foro Romano claro, donde voy a ir mañana.
Ame,
Kato
Guau!! Cuanto para hacer hay en Roma! Y lleno de historia! Y clave lo del bebedero! Cuando vaya voy a quedar como que soy nativo de ahí jajaja