Segunda semana en Fukuoka

Kara Ema:

Te estoy escribiendo desde un barco.

Desde un barco

Pero esa es una historia para otro día. Hoy me toca hablarte de mi segunda semana en Fukuoka.


El lunes salí del cole a las 13:10, como todos los días, y fui a almorzar a la estación de Hakata, antes de tomarme el tren para casa. Me pedí mi comida japonesa favorita: カツカレー (katsu curry).

Katsu curry

Cuando volví a mi barrio, antes de llegar a casa pasé por un konbini que estaba lleno de patrullas y de oficiales de policía.

7-Eleven repleto de coches de policía (puedo llegar a contar seis).
Así como había seis coches de policía, también había unos doce oficiales (dos por cada coche).

Esto es tan típico de Japón. Estoy seguro de que lo que sea que haya pasado aquí, cual haya sido el crimen que cometieron las personas a las que estaban arrestando (o poniéndones una multa, lo que sea), en cualquier otro país habrían considerado que no meritaba ni la mitad de la cantidad de patrullas y oficiales que enviaron aquí. A los japoneses les encanta exagerar con la cantidad de personas necesarias para realizar una tarea. Me recuerda a cuando fui al museo Miraikan en Odaiba, que me dio la impresión de que había casi tantos empleados como había visitantes.


El martes al salir de la escuela fui de vuelta a la estación Hakata (mi rutina los días de semana es: escuela > pasear por la estación Hakata hasta encontrar algo interesante para almorzar > casa). Me topé con un lugar llamado Mister Caramelist, donde vendían todas cosas con caramelo, así que me terminé comprando un frappé de caramelo.

Frappé de Mister Caramelist
También tenían pequeños potes de caramelo. No lo podía creer cuando los vi—pensé que no existían en Japón, por eso le pedí a Charlotte que me mandara varios desde Francia.

El miércoles a la salida de la escuela adivina a dónde fui. Correcto: estación Hakata.

Tenía ganas de comer unas gyoza así que entré al primer restorán que vi que vendía y me pedí el combo que tenían de diez gyoza a ¥600 (~US$4). Me pareció barato, hasta que me trajeron el plato y me di cuenta de que eran mini gyoza, no gyoza del tamaño normal.

Igual el error fui mío al no haber leído que decía «一口餃子» (hitokuchi gyoza). «一口» (hitokuchi) es una palabra compuesta por los kanji «一» («uno») y «口» («boca»), con lo cual significa «bocado». Es decir que «一口餃子» significa gyoza que se pueden comer de un bocado.

A partir de ahora nunca más me voy a olvidar del significado de esta palabra.

Hitokuchi gyoza

De ahí me fui a visitar el santuario Sumiyoshi-jinja, donde compré un omamori para enviarle a Charlotte.

Los omamori (御守/お守り) son amuletos japoneses que se venden habitualmente en los santuarios sintoístas y los templos budistas, dedicados a determinados kami sintoístas, así como a figuras budistas, y se dice que proporcionan diversas formas de suerte o protección.

Wikipedia
Camino de torī en Sumiyoshi-jinja
Estatua rikishi en Sumiyoshi-jinja

Luego pasé por un Book Off y me compré un par de libros de segunda mano para practicar mi lectura en japonés.

Book Off (ブックオフコーポレーション) es la cadena de librerías de segunda mano más grande de Japón. […] Además de libros, la cadena también vende manga, CD, DVD y videojuegos. Las tiendas se distinguen por su gran superficie, limpieza e iluminación brillante.

Una innovación a la que se le atribuye parte del éxito de la cadena, es la práctica de afeitar los cantos de las páginas de los libros con máquinas especiales para darles la apariencia de libros nuevos. Así, ofreciendo una gran selección de libros que parecen nuevos a precios reducidos, Book Off compite agresivamente con librerías convencionales, las cuales no pueden vender libros nuevos con precios descontados debido a las regulaciones locales.

Wikipedia
Los libros que me compré en Book Off

Me compré una novela ligera y un manga. Sendos son los primeros volúmenes de dos de mis animé favoritos. Como son libros usados —a pesar de que no lo parecen por el buen estado en que están conservados— me costaron súper barato: ¥330 (~US$2) entre los dos.

Una página al azar del manga que me compré.
Una página al azar de la novela ligera que me compré (esta va a ser un lindo desafío).

De ahí me volví a la estación de Hakata y pasé por el McDonald’s que está en el subsuelo para comprarme un postre, dado que tras el fiasco de las mini gyoza me había quedado con hambre.

En McDonald’s me compré un cono de helado y una especie de rollito de primavera que en vez de contener verduras estaba relleno de anko y mochi (dos pastas dulces japonesas tradicionales). Lo más gracioso es que estas dos cosas me costaron ¥340, es decir que los libros que me compré en Book Off me salieron más baratos que el postre en McDonald’s.


Un tipo de tienda de los que más se ve en la estación de Hakata es la panadería estilo francés (boulangerie), donde venden cosas como croissants, baguettes y demás.

El jueves tras salir de la escuela fue a una boulangerie llamada Il Forno del Mignon.

Il Forno del Mignon

Me compré dos de cada uno de los tres tipos de croissant que tenían: el normal, el relleno de chocolate y el relleno de patata dulce.

En general las cosas de panadería aquí son ricas, pero tengo algunos problemas con ellas. Uno es que no hay cosas con caramelo. Otro es que no suele haber pain au chocolat ni éclairs. Finalmente, el hecho de que todo es diminuto. Esto no es un problema exclusivo de las panaderías japonesas sino que es mucho más general.

Las hamburguesas de McDonald’s, los vasos de McDonald’s (el tamaño grande de Japón es más chico que el tamaño mediano de EE.UU.), los panes, las ensaladas, las barras de chocolate, las Pringles… Todo es más pequeño aquí que en otros países. ¿Recuerdas el tamaño que tenían los potes de caramelo que vi el otro día? ¿O el que tenían las (mini) gyoza?

Los tres tipos de croissant que me compré. Es difícil de notar lo chicos que son a partir de la foto, pero créeme que son más o menos la mitad de grandes que un croissant y un pain au chocolat de los que se consiguen en Francia (¡cómo los extraño!).

Ame,
Kato