Adiós Fukuoka, hola de vuelta Tokio

Kara Ema:

Perdón que te tenía medio abandonada. Es que este mes pasaron muy pocas cosas interesantes en mi vida que hicieran que merezca la pena abrir mi diario para contarte. Pero eso está a punto de cambiar. De hecho ya está empezando a cambiar ahora, y va a seguir habiendo cambios durante todo el mes de marzo.

Primero, tengo para hacerte el siguiente anuncio importante: finalmente dejé Fukuoka, tras haber vivido allí durante seis meses. De hecho, he tomado la decisión de dejar todas las ciudades de Japón por el momento (i.e. de no visitar ninguna más), excepto una: Tokio.

Sí: desde ayer —domingo 26 de febrero— estoy viviendo de vuelta en Tokio. Y aquí me pienso quedar los tres meses de visa que me quedan. Dije visa, no vida, aunque considerando el hecho de que voy a tener que abandonar Japón tras haberme enamorado de él, tranquilamente podría haber dicho vida. Pero los japoneses no se van a librar de mí tan fácilmente.


El domingo cerca de las 12:00 dejé la share house (vivienda compartida) donde estaba viviendo en Meinohama. Me fui acarreando el pesado equipaje hasta la estación de Hakata. Allí me tomé el Shinkansen con destino a Tokio a las 14:39.

Tras unas cinco horas de viaje, finalmente llegué a la estación de Tokio a las 19:36. Durante este viaje pasé por unas cuantas ciudades importantes de Japón tales como Hiroshima, Osaka, Kyoto y Nagoya. No pude evitar esbozar una sonrisa cada vez que escuchaba por el altavoz que habíamos llegado a una de estas ciudades, y me acordaba de cuando las había ido a visitar.

Pero mi alegría mayor se dio cuando llegué a Tokio. Una cosa es cumplir mi sueño de visitar la capital de Japón una vez, pero visitarla una segunda vez y sentir nostalgia por la primera vez es una sensación indescriptible.

Lo que más me indujo a sentirme así ese día fueron las melodías particulares de cada estación, que sonaban justo antes de que se cerrara la puerta del tren. Seguramente pensarás que es una pequeñez, pero ¿acaso no son los detalles más pequeños los que producen la mayor nostalgia?

Serían probablemente cerca de las 21:00 cuando llegué a mi nueva share house. Lo interesante de esta vivienda es que somos como cuarenta personas y somos todos extranjeros de distintos países. Todos compartimos la misma pasión por Japón, el mismo deseo por descubrir más de esta rica y singular cultura, y el mismo afán por aprender el idioma e interactuar con la gente.

Pero recién acababa de llegar de un viaje de cinco horas y de acarrear una maleta de 40 kilos durante diez cuadras, por lo que no estaba exactamente de humor como para hacer sociales esa noche. Más allá del viaje, simplemente no estaba mentalmente preparado para llegar y encontrarme con decenas de caras y nombres nuevos, e intentar recordar cada uno. Así que decidí ir directo a mi habitación, empezar a desempacar algunas cosas y luego salir a cenar afuera.

A las 21:30 salí a cenar a un Sushiro (cadena popular de sushi) que quedaba a dos cuadras. A las 22:30 volví a mi nuevo hogar, luego de pasar por un konbini para comprarme el desayuno del día siguiente. Me quedé un rato más desempacando y ordenando mis cosas, y a eso de la 1:00 me fui a dormir.


El lunes —hoy— me levanté a las 8:30. Desayuné en la habitación lo que me había comprado el día anterior (unas medialunas). A las 10:00 bajé al primer piso a ducharme. A las 10:30 salí a cortarme el pelo. A las 11:30 fui a la sala de estar, con la idea de arrancar la difícil tarea (para un introvertido como yo) de hacer sociales con gente nueva.

A las 12:00 me encontré con una de las personas encargadas de la share house, quien me dio la bienvenida a la vivienda y las indicaciones y reglas de convivencia. Después de eso me quedé charlando un rato con un neerlandés y un alemán que estaban ahí almorzando. Por supuesto que ya me olvidé los nombres de ambos.

A las 14:30 me despedí de ellos para ir a buscar algo para almorzar yo también. Pero antes de ir a almorzar pasé por la oficina de correos para ir a declarar mi nuevo domicilio. Luego me fui a recorrer un centro comercial enorme que quedaba cerca de casa, con la idea de almorzar allí y ya que estaba también comprar la cena en el supermercado que había.

Me pedí comida india, que hacía un montón que no comía. Un naan relleno con queso y untado en una salsa ligeramente picante. Delicioso.

Naan con queso y salsa

Es gracioso porque me acuerdo que cuando yo era pequeño me gustaba comer pan antes del almuerzo, y mi familia me decía que no comiera tanto pan dado que eso «no es comida» y que la comida vendría después. Pero si el pan no es comida, ¿cómo se explica que uno de los platos más populares de la comida india sea literalmente pan untado en salsa? ¿Y la pizza, que es básicamente pan con queso y salsa de tomate encima?

Después de almorzar me fui a recorrer el centro comercial completo, que si bien solo tenía tres pisos (tres pisos es poco para un centro comercial de Tokio), cada piso era rídiculamente grande. Incluso el supermercado, que solo ocupaba una parte del primer piso, es uno de los supermercados más grandes a los que he ido en mi vida.

Los tres pisos del centro comercial Aeon

En una tienda del tercer piso encontré al amor de mi vida:

¿Cómo puede ser legal ser tan kawaii?

Según el cartel, esta belleza divina era un macho, tenía tres meses de vida y costaba 350 mil yenes (~US$2500).

Este koneko (bebé gato), si bien fue mi favorito, estuvo lejos de ser el único que robó mi corazón en esta tienda de mascotas.

Dos koinu (cachorritos) tomando agua al mismo tiempo

El blanco es un Bulldog francés y el marrón un Shiba Inu, dos de mis razas de perro favoritas. Los dos tenían alrededor de dos meses. El Bulldog estaba a ¥770 mil (US$5600) y el Shiba Inu a ¥660 mil (US$4800). El Shiba Inu es la raza de perro más popular en Japón, mientras que el Bulldog tengo entendido que es bastante poco común, por eso me sorprendió cuando lo vi en la vidriera.

Más konekos kawaii (I)
Más konekos kawaii (II)
Pug de tres meses

Parece que todos tenían entre dos y tres meses, lo que me lleva a preguntarme lo siguiente. ¿Qué pasa con los que cumplen cuatro meses y aún no han conseguido dueño? Me imagino uno de los empleados de esta tienda teniendo ochenta mascotas en su casa porque nadie se interesó en comprarlas. Yo sería ese empleado.

En el segundo piso había un McDonald’s, que vendía algo bastante inusual en Japón: (mini) churros rellenos (con chocolate). Cuando los vi me ganó la tentación y me terminé pidiendo —a modo de postre— cuatro churros rellenos y un caramel latte.

A las 16:30 me senté a disfrutar de mi postre mientras leía un capítulo de Don’t Sleep, There Are Snakes: Life and Language in the Amazonian Jungle.

Comiendo churros rellenos en McDonald’s

A las 18:00 bajé al primer piso y pasé por el supermercado para hacer algunas compras, dado que no tenía absolutamente nada en casa para comer.

Haciendo las compras en el súper de Aeon

Por cierto, así como la ves a esa cesta que llevaba en la mano—ese es el único tamaño de cesta que hay en los supermercados japoneses, mismo en este que era kilométrico. No existen los carritos grandes como se usan en Estados Unidos o en Europa, donde la gente va a comprar una vez un montón de cosas con la idea de no tener que volver a ir por una o dos semanas. Los japoneses van al supermercado una vez cada dos días por lo menos.

Luego de hacer las compras me volví para casa y ya no volví a salir. Mañana tengo otro día atareado y con varios planes, así que seguramente te vuelva a escribir muy pronto.

¡Hasta entonces! 😊

Ame,
Kato