Kara Ema:
El domingo salí de casa a las 12:30.
Mi primer destino planificado del día era el parque Oosterpark.
En este parque también había una de esas Kinderbadje (piscinas para niños). Y como era domingo, día soleado y caluroso, los niños fuera del colegio, estaba repleta de niños y padres.
Había algunos niños correteando de aquí para allá totalmente desnudos, lo cual me lleva a hablarte de algo que me resulta fascinante de la mentalidad europea.
La mayoría de los europeos —a diferencia de otras culturas como la americana—, saben separar bien los conceptos de desnudez y sexo. Entienden que el hecho de que alguien esté desnudo no implica necesariamente un contexto sexual. Es por esto que en días de calor en Europa es común ver gente desnuda o topless en público, sobre todo en sitios como piscinas públicas y playas.
Del parque me fui al museo de ciencias de Ámsterdam NEMO, pero no para entrar —¿quién iría a un museo un domingo de sol?— sino para ir a la terraza, que había leído que estaba buena para visitar.
En este punto ya eran las 14:00 y aún no había almorzado, así que decidí que mi siguiente misión sería ir buscar algún sitio para parar para comer.
Lo hallé en un lugar de comide árabe llamado Eethuis Sinbad. Allí me pedí un Grote Kapsalon Döner que estuvo increíble.
El kapsalon es un plato de comida rápida creado en 2003 en la ciudad holandesa de Róterdam. Este consiste en una capa de papas fritas colocadas sobre una bandeja desechable de metal para llevar, cubierta con carne döner o shawarma y con rodajas de queso gouda, la cual se calienta en un horno hasta que el queso se derrita. Luego, se agrega una capa de lechuga iceberg rallada y aderezada con salsa de ajo y sambal, una salsa picante de la antigua colonia holandesa de Indonesia. El término kapsalon es holandés para ‘salón de peluquería’, aludiendo a uno de los inventores del plato, que trabajó como peluquero. El plato es un producto del multiculturalismo holandés, es decir combina elementos de platos de múltiples culturas. El plato se ha extendido internacionalmente en un tiempo relativamente corto.
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A las 15:30 volví a casa.
Dejé la mochila, cogí un bañador y una toalla, las puse en una bolsa y a los quince minutos estaba de vuelta en la calle.
Es que con el día que era me dieron ganas de ir a una piscina, así que busqué alguna piscina pública por la zona y me dirigí hacia allá.
Llegué unos minutos antes de las 16:00 y les pregunté a unos del personal para entrar a la piscina. Me dijeron que ya había cerrado a las 15:30, pero que a las 16:30 abría de vuelta en modalidad Naaktzwemmen (nadar desnudo). Me sugirieron ir a dar una vuelta o a tomar un café y volver en media hora, así que eso hice.
Es decir que el bañador que había traído conmigo al final lo saqué a pasear nomás dado que no me hizo falta. Me pude meter al natural, o a la europea.
Cuando fui había algunas otras personas más, pero no tantas (unas diez quizás). La mayoría eran hombres, aunque también había mujeres. No había ningún niño ni adolescente. Todos se metieron a la piscina desnudos, dado que a esa hora esa era la regla.
No había mucho para hacer así que al rato de meterme me acabé aburriendo. Estaba tan aburrido que no me quedó otra que nadar unos largos—era lo que todos los demás estaban haciendo.
Tras hacer un par de largos no quise saber más nada con eso y me fui a la parte menos profunda para no molestar a quienes estaban haciendo largos en la otra parte.
Me puse en posición de pecho mirando el techo y a cada tanto echando un vistazo a mi reloj para notar el pasaje del tiempo. Quería estar por lo menos media hora.
Fue interesante la experiencia por lo novedoso, pero no sé si lo volvería a hacer (solo al menos) dado que me pareció aburrido.
Además me resultó excesivamente caro: seis euros por estar media hora en una piscina. La próxima me voy a las piscinas de niños de los parques que son gratuitas, al aire libre y con un ambiente mucho más animado que el de diez viejos desnudos nadando en silencio.
A las 17:00 pasadas salí de la piscina y me crucé al Rijksmuseumtuinen (jardines del Museo Nacional de Ámsterdam).
Luego fui al Albert Heijn de esta zona para comprar unas cosas para cuando me picara el bicho del hambre:
Las galletas que están cerca de la esquina superior derecha de la foto se llaman gevulde koek, son típicas de Países Bajos y son deliciosas.
Un pastel relleno [gevulde koek] es un pastel redondo hecho de masa de mantequilla y con un relleno dulce. Se trata de un pastel típico holandés.
La pasta de almendra es el relleno más común, pero hay otros rellenos. Tiene un diámetro de unos 10 cm y suele llevar una almendra partida por la mitad a lo largo.
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A las 18:00 pasadas volví a casa.
Tenía pensado salir una tercera y última vez, pero no hasta dentro de varias horas. Quería ver la ciudad de Ámsterdam de noche, y quería ir a conocer el último barrio del centro de la ciudad que me faltaba, el más interesante: De Wallen, el distrito rojo mundialmente famoso.
El barrio rojo de Ámsterdam (Rosse Buurt en idioma neerlandés), conocido también como Red Light, es un barrio central de la ciudad de Ámsterdam en los Países Bajos. Famoso por su historia, su arquitectura, su vida cultural y por ser uno de los barrios más liberalizados del mundo en cuanto a la actitud hacia la prostitución, las drogas y la diversidad sexual.
El barrio rojo está formado por tres distritos diferentes: De Wallen: «los muros», el más famoso de ellos, Singelgebied y Ruysdaelkade.
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Antes de salir dormí una siesta de una hora —cosa que no suelo hacer nunca, pero hoy realmente la necesitaba— para reponer energías.
A las 22:00 pasadas salí y arranque a caminar. Todavía el cielo estaba claro.
La primera calle del distrito que visité fue Zeedijk, la cual no ofrecía mucho más que restoranes.
Por alguna extraña razón, aquí en el centro de Ámsterdam parecería que te puedes encontrar con un restorán argentino por cada dos restoranes de otro tipo.
Cuando terminé esta calle me crucé a la siguiente, frente al canal Oudezijds Achterbugwal. Es allí donde verdaderamente arrancaba lo interesante: las ventanas rojas con las chicas semidesnudas sonriéndote e invitándote a pasar.
En una calle lateral vi que había una smart shop, como la de La Haya donde me compré mi primer psicotrópico.
Había carteles que decían que estaba prohibido hacerles fotos a las trabajadoras sexuales, penalizado con una multa de 95€. Por eso es que no tengo fotos de ellas para mostrarte.
Cada tanto mientras caminaba intercambiaba miradas con las chicas que estaban en las ventanas. Llevaba 300€ en el bolsillo y planeaba utilizarlos con la que llamara lo suficiente mi atención.
Acabé volviendo a casa con el dinero intacto. Me quedo con las de los distritos rojos japoneses, que según lo que me contó un amigo neerlandés hacen un mejor trabajo y son más baratas, aparte de ser más kawaii.
Los clientes de estas chicas deben tener más de 16 años, dado que esa es la edad de consentimiento sexual que este país ha decidido adoptar actualmente. Aun así, las prostitutas deben tener más de 18, o mismo 21 en algunos municipios.
Cuando terminé de ver todo lo que había de un lado, me crucé a la acera de enfrente y empecé a ir en la dirección contraria para ver lo que había del lado opuesto del canal.
Con lo primero que me topé fue con un peep show, donde pagas para entrar a una cabina a ver a personas haciéndolo en vivo.
Cuando pasé por el Erotic Museum decidí entrar a echarle un vistazo. Tenía cinco pisos de arte erótico moderno y antiguo.
La siguiente pintura me causó gracia dado que tiene un texto que dice いらっしゃいませ en japonés, que significa algo así como «por favor entra» y es la frase que usan siempre los empleados de una tienda para darte la bienvenida cuando entras.
A las 24:00 terminé el recorrido por esta peculiar zona de Ámsterdam y me fui para casa.
Ame,
Kato