Tras dos días de viaje —veinticinco horas arriba de un avión y veintitrés horas en un aeropuerto—, finalmente he llegado a mi nueva morada en Japón. Para ello solo tuve que pasar por cuatro aeropuertos, cuatro ciudades y cuatro husos horarios diferentes. También por varios puestos de migraciones, aduana, cuarentena, retiro de equipaje, prueba de coronavirus, etc. Pero ha merecido la pena, porque Japón es todo lo que siempre soñé y mucho más. やっときました〜!
Mi primer choque cultural me lo llevé en el aeropuerto de Los Ángeles, desde donde salió mi vuelo hacia Tokio. La señorita de la aerolínea japonesa que me hizo el ingreso, me dio mi primera experiencia con el omotenashi, la hospitalidad japonesa, la cual se basa en anticipar y satisfacer las necesidades del cliente sin esperar nada a cambio. Japan Airlines fue la primera empresa japonesa de la cual fui cliente, y su servicio me ha parecido sobresaliente. Cosas como la atención de las azafatas, el sistema de entretenimiento y la comida estaban a otro nivel muy superior a todas las otras aerolíneas con las que he viajado.
Cuando llegué al aeropuerto de Narita, en Tokio, tuve que hacerme una prueba de coronavirus y esperar cerca de una hora a que me dieran el resultado, que por suerte fue negativo, de lo contrario habría tenido que hacer cuarentena por una semana.
Tras casi tres horas de trámites en el aeropuerto, finalmente quedé libre para dirigirme a mi alojamiento. Para llegar a él me tomé dos trenes y un subte. En total fue una hora y media de trayecto aproximadamente.
Al día siguiente de mi llegada al alojamiento, lo primero que hice fue salir a buscar un konbini para comprar comida y otras cosas que precisaba. Los konbini (o tiendas de conveniencia) son como mini-supermercados abiertos las 24 horas y que tienen toda clase de artículos de primera necesidad: productos alimenticios, de higiene personal, de limpieza del hogar, de entretenimiento, etc.
Hoy tuve mis primeras cuatro clases de japonés en una escuela a la que voy a estar yendo todos los días a estudiar japonés de forma intensiva. Las sensei (profesoras) me parecieron súper majas. Las dos tenían el cabello teñido de rosa, cosa que parece que es común aquí (lo cual es entendible, considerando que de lo contrario todos tendrían el pelo negro). También había una alumna francesa con quien estuve hablando un poco, que tenía cabello teñido de rubio y un atiendo súper kawaii (tierno), con matices de la moda lolita/gyaru originaria de aquí.
Como tuve bastantes clases no me dio tiempo de recorrer mucho hoy, pero al menos pude visitar el jinja (santuario sintoísta) que queda a la vuelta de la escuela.
El único propósito de los jinja es rendirle culto a un kami, es decir a una deidad sintoísta. El sintoísmo es una religión originada en Japón y es la más popular junto con el budismo.
Eso fue todo lo más interesante que hice hoy. Para cerrar la entrada te dejo con esta última foto que no pude evitar tomar mientras esperaba a que cambiara el semáforo en una esquina:
Incroyable!!
Y vos que hiciste? Cruzaste la calle o esperaste a que cambie?? 😱
Lo dije en el post 🙃
«mientras esperaba a que cambiara el semáforo en una esquina»