Experiencias en el salón de los más pequeños

Kara Ema:

Dos días de esta semana me tocó ir al salón de los más pequeños, en el segundo piso. A diferencia del salón de abajo donde los niños son de edad de escuela primaria, los de arriba son de edad de jardín de infancia (2-5 años).

Lo primero que me llamó la atención de este salón es que hay incluso más profesores que niños. Supongo que tiene sentido, considerando que los críos de esta edad requieren de más atención, cuidado y trabajo que los más grandes.

Algunas de las cosas que hice con los niños más pequeños:

  • Ir caminando de la mano hasta el parque.
  • Empujarlos en los columpios.
  • Leerles un libro en inglés mientras se sentaban en mi regazo.
  • Jugar con juguetes.
  • Observar cómo pintaban y decoraban mariposas de papel.
Dibujos, pinturas y decoraciones hechos por los niños.

Me resulta fascinante observar la mente de niños pequeños en funcionamiento. Unos de los ejemplos más interesantes que pude experimentar de esto fue el siguiente. Habíamos terminado de jugar con un niño de dos años y le habían indicado que tenía que guardar los juguetes en su sitio. Había dos cajas al lado de él: en una iban los juguetes de madera y en la otra los de plástico. Estaban todos mezclados en el piso frente a él. Vi con asombro cómo este peque que apenas sabía hablar, cogía los juguetes con sus manos diminutas y los llevaba a sus correspondientes cajas, según si eran marrones y de madera, o de diversos colores y de plástico.


El otro día —el miércoles— estuve jugando bastante con una niña que me pareció súper simpática y adorable. Llamémosla Hana («flor» en japonés).

Cuando fuimos al parque la ayudé a buscar y juntar flores para armar un ramo que pudiera llevarse a su casa.

Juntando flores en el parque

La última actividad que hacemos todos los días es una especie de recapitulación de todo lo que hicimos durante la jornada y una despedida colectiva —haciendo una reverencia y diciendo さようなら (sayōnara). Se supone que todos tienen que estar sentados en sus sitios durante esta actividad. La silla de Hana quedaba al otro lado del salón de donde estaba sentado yo.

De repente veo que se me acerca y se sienta en mi regazo. Los otros profes le dicen que vaya a su lugar. Ella dice «quiero estar aquí». Así que se quedó conmigo hasta que hicimos el saludo final. Fue en este momento cuando cogió una de las flores del ramo que se iba a llevar a su casa y me la ofreció para quedármela. Todavía la tengo guardada.

Ame,
Kato