Kara Ema:

He estado deseando escribirte desde que he llegado a España. Hace tan solo una semana que estoy aquí, pero en mi mente parece haber sido mucho más. Como con la pandemia: la vida prepandémica de 2019 parece haber quedado mucho más atrás de lo que realmente ha transcurrido. Este efecto subjetivo de dilatación retrospectiva del tiempo tiende a suceder frente a alteraciones fuertes y bruscas de hábitos y costumbres. Entonces es natural que nos haya pasado a todos con la pandemia del COVID-19, y a mí con mi éxodo a la maravillosa península ibérica.

En tan solo una semana he hecho más cosas que en meses —y hasta me atrevo a decir años— viviendo en Argentina. Ya te iré contando en detalle cada cosa que fui haciendo; de momento solo te diré que he visitado sitios preciosos, probado comidas exquisitas, y conocido gente encantadora. He comido y ejercitado como jamás en mi vida. He echado partidas de juegos clásicos que hacía tiempo no jugaba, como el póquer y el Rummy. He aprendido a jugar bien al dominó. Me he empapado del dialecto y las costumbres locales. Total, que la he estado pasando fenomenal. Y lo mejor de todo es que este es tan solo el comienzo de mi aventura por Europa.

Todo esto se lo debo a mi hermana querida del alma y a su marido, quienes muy amablemente se ofrecieron a acogerme en su morada por un breve tiempo. Así que aquí estoy, en la Comunidad Valenciana del Reino de España. Un lugar hermoso donde todo es majestuoso: días soleados, noches despejadas, gente maja, aceras limpias, calzadas lisas, escuelas abiertas, salud pública barata y buena, educación superior barata y buena. O quizás son mis ojos que aún no se acostumbran a las facilidades del primer mundo y lo ven todo color de rosas. De seguro ningún sitio es perfecto, pero este se le acerca bastante.

Ame,
Kato